Título original: The keeper of lost things
Autora: Ruth Hogan
Editorial: Duomo
Traducción: Antonio Prometeo Moya
Páginas: 384
Fecha publicación: mayo 2018
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: 14,90 eurosImagen de cubierta: Diana Beltrán Herrera
Una bella historia sobre objetos perdidos y segundas oportunidades
En El guardián de los objetos perdidos, Padua es sinónimo de refugio-paraíso, ya que de ahí emanan o finalizan todas las historias que entretejen las vidas de sus diferentes personajes.
No es simplemente una casa, sino una mansión, pero su importancia no reside en el valor del inmueble, que lo tiene y mucho (no sé por donde andarán los precios de las mansiones en Londres). El valor lo encontramos en todas aquellas personas diferentes y distintas que, a través de sus historias, de alguna manera han recalado en ella cual puerto seguro, o en las cosas que los representan, hilos perdidos o hebras deshilachadas; allí encontrarán el sentido de sus vidas o, al menos en el caso de las hebras, el final o el significado de algunas parcelas de su existencia.
En El guardián de los objetos perdidos descubrimos a personas incompletas, dañadas y frágiles, todas en su periplo existencial, en unos casos por medio de la ruptura y en otros redireccionando sus vidas, queriéndolo o sin querer; así, vemos como unos habitantes de la mansión se lamen sus heridas y otros encuentran la misión de su vida... pero siempre bajo el techo protector que, al mismo tiempo que los acoge, les da las fuerzas necesarias para responsabilizarse de sus vidas y tirar hacia adelante, saliendo de la zona de confort que los paraliza e inmoviliza.
A mi juicio, la novela está construida de una manera coral, donde los diferentes personajes, ya sean en el tiempo presente o en el pasado, forman parte de un todo, de una sola trama, aunque la autora los haya posicionado con mayor o menor importancia en la novela y dándoles más o menos cabida. Desde un principio se intuye que todos están relacionados; son historias distintas, hilos perdidos, pero unidos forman el todo que justifica la novela.
Anthony Peardew, escritor y propietario de Padua, nos puede parecer un personaje inacabado cuya vida se congeló cuando perdió a Therese, la mujer de la que estaba enamorado, viviendo desde ese día para la remembranza de lo que fue o de lo que pudo ser... evocando y recordando momentos que construyen su presente y de alguna manera le confortan. Estos recuerdos, sumados a sus cualidades observadoras y a una tendencia diogenésica, dan como resultado una misión, la que él mismo se autoimpone: recoger todo aquel objeto perdido u olvidado que encuentre y devolvérselo a su legítimo dueño, para que ellos puedan cerrar sus historias y así él pueda seguir con la suya.
Laura, el ama de llaves de Padua, hereda la mansión y la misión de su propietario y, con ello, si es lo suficientemente inteligente y valiente, también hereda el remedio para curarse esas heridas profundas y existenciales que le condicionan e inmovilizan. Pero en esta empresa no está sola: todos aquellos que pululan por la mansión (el jardinero Freddy, la vecina Sunshine) participan y se involucran en un proyecto que puede parecer casi imposible, pero para el que, uniendo mentes y esfuerzos, encuentran la solución más fácil: la que los nuevos tiempos, junto con la tecnología, ponen a su disposición.
Es en este punto cuando el lector descubre que todas las historias o retazos de ellas forman parte de un todo. Ruth Hogan ha sabido tejer su argumentación con un lenguaje cálido y sencillo que nos hace involucrarnos en cada una de las historias y, con ellas, en sus distintos personajes, ya sean estos de tiempos pasados o presentes, formando así un conjunto heterogéneo que se asemeja a piezas de un puzle: solas, no nos dicen nada; encajadas, nos lo dicen todo.
Los distintos personajes de El guardián de los objetos perdidos, al recalar en la maravillosa mansión Padua, tienen la oportunidad (ya sea esta primera o segunda) de cerrar ciclos, de tener otros principios más esperanzadores y, de alguna manera, superar hechos pasados y aligerar y renovar sus esperanzas, sin perder en el proceso la frescura y el cariño con los que la autora ha insuflado el libro que, por cierto, es verdaderamente recomendable.
A decir verdad, es mirar la preciosa portada del libro y empezar a sentir todo lo anterior.
Ruth Hogan nació en la casa familiar de Bedford, donde sus padres viven
todavía. De niña le fascinaban los ponis y leía todo lo que caía en sus
manos. Por suerte para ella, su madre era librera. Estudió Filología
Inglesa. Y luego empezó a trabajar en un empleo en la administración
local durante diez años. Le servía para pagar las facturas y la
hipoteca. Con treinta años sufrió un accidente de tráfico que le impidió
trabajar a jornada completa. Encontró entonces un trabajo por horas
como recepcionista de un osteópata y dedicó su tiempo libre a escribir.
Poco después, le diagnosticaron un cáncer. Como la quimioterapia le
producía insomnio, pasaba las noches escribiendo y el resultado final
fue El guardián de los objetos perdidos. Vive en una caótica casa de
estilo victoriano con su «sufrido» compañero y los perros que ha
adoptado.
He visto este libro en varios blogs pero no me llama la atención, así que lo dejo pasar que tengo mucho pendiente que me atraen mas. Besinos
ResponderEliminarOh, qué bonito es todo. Me recordaba un poco al personaje de Amelie pero en versión british. No sé yo por qué no existen sitios de estos en la realidad, habría overbooking, seguro. Este tipo de libros vienen muy bien de vez en cuando pero sin abusar tampoco que luego se empiezan a parecer todos mucho y pierden su encanto. Me lo sigo guardando en la lista.
ResponderEliminarY las mansiones en Londres, pues nada, con un poco de calderilla seguro que alguna encuentras en fotocasa.
Besos
La portada es precioso y el libro muy bonito, una lectura muy feelgoods.
ResponderEliminarBesos
EStuve tentada de llevármelo en la librería el otro día, pero al final.. dudé.
ResponderEliminarY la verdad es que con vuestra opinión me pincháis a tope....
JOerrrrrr.
Con ese título y esa portada, es difícil resistirse. Suena de maravilla esa idea esa idea de reparar objetos y personas perdidas. Ojalá existiera de verdad.
ResponderEliminarUn beso
He visto varias reseñas de esta novela y no sé si decidirme por ella o no. Por un lado me pica la curiosidad... pero por otra me resulta extraña el "batiburrillo" de gente que saldrá... no sé, no sé... la dejo en stand by.
ResponderEliminarUn besazo
¡Ay, con las ganas que le tengo a este libro! y ahora ya sí que me habéis puesto los dientes largos, es que parece taaaaan bonito, estas historias me gustan para de vez en cuando, solo de vez en cuando, pero me encantan y lo quiero ¡otro más! cómo no 🙄
ResponderEliminarBesitos 💋💋💋
Pues tenía mis dudas con este libro, pero me las acabáis de quitar todas. Lo tengo que leer, no sé cuándo, pero lo tengo que leer.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me no leí en dos días... Lo que más me gustó fueron esas pequeñas historias dónde se nos cuenta como el objeto es extraviado por su dueño... Un libro que despierta muchas emociones, a mi parecer... ;)
ResponderEliminarLa portada es muy bonita y el argumento también, así que no descarto leerlo más adelante. Lo tendré en cuenta.
ResponderEliminarBesos
Uy la portada me ha enamorado que preciosidad y lo que es la historia en sí no me disgusta nada, no me importaría nada leerlo
ResponderEliminarUn beso!
A mi también me gustó mucho, sobre todo esa forma en la que todo encaja al final
ResponderEliminarBesos
Me encantó esta lectura y me llegó al corazón.
ResponderEliminarBs.
Uf, no ho sé, al principio la idea me parecía interesante, pero lo veo demasiado intimista para mi gusto :/
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