Título original: An Old's Man Love
Autor: Anthony Trollope
Editorial: Funambulista
Traducción: Alma Fernández Simón y Maite Roig Costa
Páginas: 288
Fecha publicación original: 1884
Fecha esta edición (2ª): julio 2018
Fecha esta edición (2ª): julio 2018
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 22 euros Ilustración de cubierta: The only daughter (James Hayllar, 1875)
El rico, soltero y quincuagenario William Whittlestaff —que en más de
un aspecto podríamos identificar con el mismo escritor—, para mantener
la promesa de cuidar a la hija de un amigo gravemente enfermo, cuando
éste muera, acoge en su residencia de Hampshire a la joven Mary Lawrie,
de veinticinco años. La decisión la toma a pesar de la oposición de la
vieja y demasiado franca ama de llaves, la señora Baggett, quien, con
toda razón, supone que el «hombre mayor» se enamorará perdidamente de la
recién llegada. Según estas previsiones, Whittlestaff pierde la cabeza
por la joven y pide su mano, sin darle ninguna importancia a la
diferencia de edad o a la historia de amor que la chica tuvo con John
Gordon, joven estudiante sin dinero que había ido al extranjero a buscar
suerte y que vuelve con una considerable fortuna de Sudáfrica y con la
firme decisión de reanudar la relación amorosa con Mary interrumpida
unos años antes.
Con gran precisión estilística y una perfección extraordinaria en la delineación de los personajes, tanto principales como secundarios, Anthony Trollope —junto a Charles Dickens, probablemente uno de los escritores más representativos de la época victoriana— confirma en El amor de un hombre de cincuenta años, su última novela, que nunca vio publicada, todo lo que de él dijo Henry James cuando declaró que el gran mérito de Trollope fue su capacidad de llegar a sentir lo cotidiano en todos sus aspectos.
Con gran precisión estilística y una perfección extraordinaria en la delineación de los personajes, tanto principales como secundarios, Anthony Trollope —junto a Charles Dickens, probablemente uno de los escritores más representativos de la época victoriana— confirma en El amor de un hombre de cincuenta años, su última novela, que nunca vio publicada, todo lo que de él dijo Henry James cuando declaró que el gran mérito de Trollope fue su capacidad de llegar a sentir lo cotidiano en todos sus aspectos.
William Whittlestaff es un hombre soltero y singular de cincuenta años que tiene su paraíso en Croker´s Hall y que, como buen caballero victoriano, hace lo que debe hacer, lo que le exige la sociedad y lo que le pide su conciencia. Así, cuando desoye a la señora Bagget, su criada, y acoge en su casa a la joven y bella huérfana Mary Lawrie dándole el lugar de una hija, todos sus pensamientos y reflexiones le dicen que ha hecho lo correcto. En cuanto a ella, Mary es una joven victoriana que sabe (porque en todo momento se lo recuerdan) cómo ha llegado a esa casa y en qué condiciones y, por tanto, no le queda otra que hacer lo que se espera de ella.
El tiempo pasa y los sentimientos de nuestro quincuagenario evolucionan. La mirada y las expectativas respecto a su joven pupila cambian, y así, poco a poco, como quien no quiere la cosa, se enamora de ella, desequilibrando las estructuras y las posiciones de las personas que viven bajo su techo. En base a ello, y con todos los habitantes de Croker´s Hall nerviosos y desorientados por culpa de este sentimiento renacido en el corazón de su dueño, arranca la novela de Anthony Trollope, El amor de un hombre de cincuenta años.
Una vez que nuestro buen señor Whittlestaff se reconoce a sí mismo y ante sus allegados este nuevo sentimiento, todos sus argumentos irán conducidos a encajarlos en su vida y su edad. Y aunque en el fondo sabe que existe una diferencia de años consistente, ya se encargan sus reflexiones y las de la señora Bagget de decirle que la edad no supone ningún inconveniente si se mira por el interés de la joven Mary y el de su propia felicidad... otra cosa sería que le preguntásemos a la susodicha, porque ella tiene sus propias razones y reflexiones y no encajan con los pensamientos de su tutor y la criada. Pero, al fin y al cabo, ¿quién es ella para ir en contra de todos aquellos que la han acogido?
Así, tras algunas reflexiones, debates e influencias varias, a nuestra protagonista no le queda otra que aceptar y pasar a ser la prometida del señor Whittlestaff, aunque ella, con toda sinceridad, le confiesa que su corazón está ocupado desde hace tiempo por John Gordon, el hijo de un banquero arruinado que desapareció un día de su vida y del que nunca más se supo. El buen señor Whittlestaff acepta las razones de su prometida al tiempo que alberga la esperanza de poder cambiarlas una vez casados, pues lo qué él conoce sobre el tal Gordon es que ni se sabe dónde está ni tampoco se le espera.
Pero mira por dónde, Trollope lo devuelve a sus vidas un día después de prometerse, y encima viene cargado de dinero (o más bien de diamantes), poniendo patas arriba sus vidas. A partir de este momento todas las argumentaciones y sentimientos se intensifican, convirtiéndose en una vorágine de pensamientos tanto para unos como para otros, que intentarán encontrar la salida que les lleve al reposo y los sitúe otra vez en la posición que deberían estar.
Para ello, cada cual juega con las cartas que tiene. Así, el señor maduro e íntegro alega estabilidad y confort; el joven dice que es el legítimo propietario del corazón de la muchacha y ahora tiene posibles para reclamarlo; y por último la buena de Mary, el tercer vértice en discordia, que se siente en la dicotomía de elegir entre sus sentimientos y su deber. Al final todo este torrente de emociones debe encontrar su curso natural y encajar de alguna forma en la vida de todos ellos y, para que eso sea posible, la única opción es que alguno renuncie a sus pretensiones y dé un paso atrás.
En El amor de un hombre de cincuenta años, Anthony Trollope nos relata un drama casero sin grandes pretensiones, pero en eso radica precisamente su grandeza, pues a través de esta practicable y sencilla trama descubrimos el gran poder de observación del autor tanto en los aspectos psicológicos de los personajes como en las costumbres de las distintas clases sociales en que se encuadran, enriqueciendo la narración con esa fina ironía que tanto me recuerda a mi querida Jane Austen.
A diferencia de lo que acostumbraba Trollope, en esta novela se adivina una aligeración en la carga de los personajes. Son más livianos y se dice solo lo necesario para entender sus dilemas y sus anhelos, ganando con ello en intensidad y sentimiento. También vemos cómo cada uno de los personajes amplifica y representa su papel: la señora Bagget es la guardiana de las costumbres y de la moral victoriana; el señor Whittlestaff es el caballero y personaje singular; y por último, los jóvenes John Gordon y Mary Lawrie representan el amor y su lucha encorsetada por los rigores de su época.
De todo este conjunto resulta un drama doméstico típicamente victoriano que se disfruta desde la primera página. Si a esto añadimos la preciosa y cuidada edición de Funambulista, pues lo dicho, más y mejor.
El tiempo pasa y los sentimientos de nuestro quincuagenario evolucionan. La mirada y las expectativas respecto a su joven pupila cambian, y así, poco a poco, como quien no quiere la cosa, se enamora de ella, desequilibrando las estructuras y las posiciones de las personas que viven bajo su techo. En base a ello, y con todos los habitantes de Croker´s Hall nerviosos y desorientados por culpa de este sentimiento renacido en el corazón de su dueño, arranca la novela de Anthony Trollope, El amor de un hombre de cincuenta años.
Una vez que nuestro buen señor Whittlestaff se reconoce a sí mismo y ante sus allegados este nuevo sentimiento, todos sus argumentos irán conducidos a encajarlos en su vida y su edad. Y aunque en el fondo sabe que existe una diferencia de años consistente, ya se encargan sus reflexiones y las de la señora Bagget de decirle que la edad no supone ningún inconveniente si se mira por el interés de la joven Mary y el de su propia felicidad... otra cosa sería que le preguntásemos a la susodicha, porque ella tiene sus propias razones y reflexiones y no encajan con los pensamientos de su tutor y la criada. Pero, al fin y al cabo, ¿quién es ella para ir en contra de todos aquellos que la han acogido?
Así, tras algunas reflexiones, debates e influencias varias, a nuestra protagonista no le queda otra que aceptar y pasar a ser la prometida del señor Whittlestaff, aunque ella, con toda sinceridad, le confiesa que su corazón está ocupado desde hace tiempo por John Gordon, el hijo de un banquero arruinado que desapareció un día de su vida y del que nunca más se supo. El buen señor Whittlestaff acepta las razones de su prometida al tiempo que alberga la esperanza de poder cambiarlas una vez casados, pues lo qué él conoce sobre el tal Gordon es que ni se sabe dónde está ni tampoco se le espera.
Pero mira por dónde, Trollope lo devuelve a sus vidas un día después de prometerse, y encima viene cargado de dinero (o más bien de diamantes), poniendo patas arriba sus vidas. A partir de este momento todas las argumentaciones y sentimientos se intensifican, convirtiéndose en una vorágine de pensamientos tanto para unos como para otros, que intentarán encontrar la salida que les lleve al reposo y los sitúe otra vez en la posición que deberían estar.
Para ello, cada cual juega con las cartas que tiene. Así, el señor maduro e íntegro alega estabilidad y confort; el joven dice que es el legítimo propietario del corazón de la muchacha y ahora tiene posibles para reclamarlo; y por último la buena de Mary, el tercer vértice en discordia, que se siente en la dicotomía de elegir entre sus sentimientos y su deber. Al final todo este torrente de emociones debe encontrar su curso natural y encajar de alguna forma en la vida de todos ellos y, para que eso sea posible, la única opción es que alguno renuncie a sus pretensiones y dé un paso atrás.
En El amor de un hombre de cincuenta años, Anthony Trollope nos relata un drama casero sin grandes pretensiones, pero en eso radica precisamente su grandeza, pues a través de esta practicable y sencilla trama descubrimos el gran poder de observación del autor tanto en los aspectos psicológicos de los personajes como en las costumbres de las distintas clases sociales en que se encuadran, enriqueciendo la narración con esa fina ironía que tanto me recuerda a mi querida Jane Austen.
A diferencia de lo que acostumbraba Trollope, en esta novela se adivina una aligeración en la carga de los personajes. Son más livianos y se dice solo lo necesario para entender sus dilemas y sus anhelos, ganando con ello en intensidad y sentimiento. También vemos cómo cada uno de los personajes amplifica y representa su papel: la señora Bagget es la guardiana de las costumbres y de la moral victoriana; el señor Whittlestaff es el caballero y personaje singular; y por último, los jóvenes John Gordon y Mary Lawrie representan el amor y su lucha encorsetada por los rigores de su época.
De todo este conjunto resulta un drama doméstico típicamente victoriano que se disfruta desde la primera página. Si a esto añadimos la preciosa y cuidada edición de Funambulista, pues lo dicho, más y mejor.
Anthony Trollope nació en
Londres en 1815. Su infancia no fue de las más felices porque su padre,
el abogado Thomas Trollope, tuvo durante mucho tiempo grandes problemas
económicos y su madre, la escritora Frances Stapleton, en 1827 se fue a
EE. UU. para unirse auna comunidad utópica y dejó a Anthony solo en
Inglaterra. A su vuelta de América, Frances, más conocida como Fanny
Trollope, publicó el libro Domestic Manners of the Americans, un
fuerte ataque a las costumbres y a la sociedad americana, que se
convirtió enseguida en un bestseller. A pesar del éxito del libro, la
familia siguió en dificultades y tuvo que marcharse a Bélgica para huir
de los acreedores.
Trollope volvió a Gran Bretaña, donde encontró trabajo como funcionario de Correos y, durante sus largos viajes en tren como inspector postal, empezó a escribir sus primeras obras inspiradas en las cartas perdidas. La fama la alcanzó con la novela The Warden (1855), primera de las seis novelas situadas en el imaginario condado de Barsetshire. Después de una exitosa carrera en Correos y de intentar sin suerte la carrera política, se dedicó exclusivamente a la literatura: su producción consta de más de cincuenta obras, entre las cuales destacan las novelas «políticas» o llamadas el ciclo «de Palliser» en las que a su habitual humor asocia una crítica a la hipocresía y a la ausencia de auténticos valores morales en la sociedad victoriana. Murió en Londres en 1882 y fue enterrado en el Kensal Green Cemetery al lado de su contemporáneo Wilkie Collins.
Trollope volvió a Gran Bretaña, donde encontró trabajo como funcionario de Correos y, durante sus largos viajes en tren como inspector postal, empezó a escribir sus primeras obras inspiradas en las cartas perdidas. La fama la alcanzó con la novela The Warden (1855), primera de las seis novelas situadas en el imaginario condado de Barsetshire. Después de una exitosa carrera en Correos y de intentar sin suerte la carrera política, se dedicó exclusivamente a la literatura: su producción consta de más de cincuenta obras, entre las cuales destacan las novelas «políticas» o llamadas el ciclo «de Palliser» en las que a su habitual humor asocia una crítica a la hipocresía y a la ausencia de auténticos valores morales en la sociedad victoriana. Murió en Londres en 1882 y fue enterrado en el Kensal Green Cemetery al lado de su contemporáneo Wilkie Collins.
Siempre nos traéis atractivos títulos para incluir en nuestras lecturas, que de por sí ya están llenas de otros "atractivos títulos"... no conocía al autor ni el libro. Interesante aunque me ha dejado con las ganas de saber en qué tono está contada la historia. Pones que es un drama, con ironía y, supongo, inteligencia... los triángulos pueden ser muy interesantes y tristes (siempre uno, dos o los tres salen perdiendo)
ResponderEliminarUn abrazo (a las dos)
No he leído nada de este autor, pero no tiene mala pinta.
ResponderEliminarBesos
Me ecantan las ediciones de Funambulista, son una delicia en si mismas. No sé si este libro es para mí pero si me topo con él le daré una oportunidad porque leer tus reseñas siempre me da curiosidad.
ResponderEliminarBesotes!
¡Hola!
ResponderEliminarMe gusta mucho lo que cuentas, así que me la llevo apuntada :)
Un besito.
Ains, es un peligro sano pasarse por Netherfiel y descubrir vuestras recomendaciones lectoras. Me la llevo apuntada. Tu reseña indica que estamos ante una lectura entretenida. Besos.
ResponderEliminarHola guapas, la verdad es que lo tendré en cuenta, porque me estoy aficionando a leer a los victoriano. Ahora mismo tengo una edición de Cuentos victorianos de Navidad, entre los que hay dos de Anthony Trollope... Y en el kindle estoy con Rebeca de Daphne du Maurier, que aunque no es victoriana también le da un aire gótico a sus historias...
ResponderEliminarUn besazo
No lo conocía, pero tiene muy buena pinta y me gustan este tipo de lecturas. No descarto leerlo, eso sí más adelante cuando mengue un poquito la lista de pendientes.
ResponderEliminarBesos
Leí del autor La señorita Mackenzie y lo disfruté mucho, quizá más adelante me anime también con este libro, gracias por el descubrimiento.
ResponderEliminarBesos =)
No he leído yo nada de este señor, pero creo que voy a añadirle a autores clásicos a los que conocer pronto. Me gusta mucho todo lo que cuentas.
ResponderEliminarBesitos
De este auto leí uno, que encima era de Dépoca, y me aburrió muchísimo. Según te leía pensaba, pues un poco lo de siempre en estas novelas que repiten esquema hasta el infinito y más allá, joven bella e inocente, el tarambana de turno y el señor de buenas intenciones. Lo arreglas un poco señalando que aligera un poco pero aun así... Este me lo ahorro.
ResponderEliminarBesos
Hace años leí El Custodio y no he vuelto a repetir con el autor, me lo llevo para el próximo año. Pero miedo me dais... Besinos.
ResponderEliminarAligeración de los personajes y drama doméstico victoriano ¡Ya no puedo pensar en otra cosa! 😊
ResponderEliminarAnotado!
Besitos 💋💋💋
No he leído nada del autor. Y este libro ni lo conocía. Pero por lo que contáis, es toda una tentación. No me queda más remedio que apuntarlo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Madre mía, no he leído nada del autor todavía y de esta editorial hace muuuuuuuuucho que no leo nada. Desde luego me lo has metido por los ojos... Muy apetecible. Besos
ResponderEliminarPuede que sea un crimen, pero aún no he leído nada de este autor ¿Será el 2019 el año en el que por fin me estrene? Aunque si lo hago será con la Señorita Mackenzie.
ResponderEliminarHola!debo conocer al autor.si o si.gracias y muy felices fiestas! Abrazosbuhos
ResponderEliminarYo tampoco he leído nada de Trollope pero sin duda queda apuntado para futuros clásicos. Besos
ResponderEliminarNo conocía ni al autor ni nada de su obraa. No digo ni sí ni no, sobre la marcha.
ResponderEliminarBesos.