RESEÑA (by MB) ::: ASESINATO EN LA MANSIÓN DARWIN - Marion Harvey

Título original: The mystery of the hidden room 
Autor: Marion Harvey (seudónimo de autor/a desconocido)
Editorial: dÉpoca
Traducción: Susanna González y Blanca Briones
Prólogo: Juan Mari Barasorda

Páginas: 328

Fecha publicación original: 1922
Fecha esta edición: marzo 2019

Encuadernación: rústica con solapas

Precio: 19,90 euros
Imagen de cubierta: Le Jardin des Modes (1930)

Tras escucharse el sonido de un disparo a medianoche, Philip Darwin es encontrado asesinado en su estudio; su esposa Ruth aparece junto al cadáver con un arma en la mano. En la mansión se encuentra también —además del personal de servicio y el secretario de Philip—, el antiguo prometido de Ruth, Carlton Davies, que había acudido a la casa tras una desesperada llamada de su antigua amada. En estas circunstancias, todas las pruebas materiales apuntan a que la señora Darwin ha cometido el crimen —a las que hay que añadir la certeza de que nunca ha amado a su esposo, pues había sido chantajeada por él para contraer matrimonio—. No obstante, su amado Carlton la considera inocente, pues la joven insiste en que ella no es la asesina de su esposo.
 

En su desesperación, Carlton acude al detective McKelvie, gran admirador de Sherlock Holmes, quien deberá ir desentrañando el misterio de tan enigmático crimen para ir descubriendo paulatinamente cómo todas las personas del entorno de Darwin se convierten en posibles sospechosos.

Marion Harvey sigue siendo un misterio tan poderoso y atrayente como su propia obra. Es muy difícil identificar y construir las vidas de aquellos que vivieron en épocas muy lejanas o en lugares donde, por circunstancias o por materiales, resultaría muy complicado sustentar una identidad. En relación a estas premisas, parece harto chocante que Marion Harvey, pseudónimo con el que firmaba sus obras un escritor/a desconocido, pasase tan desapercibido en los tiempos y en el país en que le tocaron vivir. Y para más inri, publicando numerosas novelas de misterio en la etapa de la Golden Age, cuando todos los escritores se conocían, compartían sus intereses novelescos y el papel era el instrumento vehícular... Por ello, la editorial dÉpoca trae esta vez un dos por uno con el Asesinato en la mansión Darwin, pues además de rescatar una renovada y maravillosa joya literaria para los amantes del género, nos pica el gusanillo curioso con la desconocida identidad del autor/a.

Arrancando con la novela en sí, Harvey reproduce y recrea un gran caleidoscopio que esta vez no refleja la sociedad británica de los años 20, como normalmente se estilaba en este género literario, sino la vida de una Nueva York incipiente donde todos sus estamentos con su diversidad son reflejados y estereotipados de acuerdo a la mente creadora de la novela. En relación a los estereotipos y algunos grupos sociales, vemos cómo los prejuicios, junto con algunas pinceladas de discriminación, se entrelazan con la historia. De esto y otras cosas podemos sobreentender que el autor/a vivió en esa ciudad y se relacionó con estos grupos sociales en un momento en el que la sociedad todavía seguía siendo un tanto cerrada y clasista, y eso a pesar de que en Nueva York, ciudad rica y floreciente, recalaban personas de distintos y diferentes pueblos.

El misterio comienza cuando se oye un disparo procedente del despacho de Philip Darwin y este aparece muerto sentado en su silla; junto a él se encuentra su esposa Ruth con un arma en la mano. En esta tesitura se la encuentran el exprometido de Ruth Darwin, Carlton Davies, y el secretario del señor Darwin, Orton, componiendo todos ellos un cuadro que deja muy poco a la imaginación. Ya sabemos que todo o casi entra por los ojos, y esos ojos han visto y observado a la señora Darwin con una pistola en la mano al lado de su marido muerto por un disparo. Esto nos lleva derechos a un misterio de manual y a una trama típica: el crimen cometido en una habitación cerrada y un whodunit. En este caso se trata de un despacho que se encuentra sellado y además con las alarmas activadas, y mejor que yo los explica Juan Mari Barasorda en su maravillosa y explicativa introducción. 

Con todo y con esto, Asesinato en la mansión Darwin es una novela que se disfruta desde la primera página, pues en ella encontramos a damas en apuros, a secretarios un tanto reptilíneos, a un mayordomo estereotipado a la máxima potencia y, sobre todo, al típico y perfecto detective de las novelas de misterio de principios del siglo XX, Graydon Mackelvie, que conoce y maneja con precisión toda la psicología criminal, la ciencia forense y la deducción empírica. Él mismo comenta que es un gran admirador e imitador de Sherlock Holmes y del inspector Lecoq (al que conocí gracias a dÉpoca en El crimen de Orcival, de Émile Gaboriau). 

La novela está construida con una trama enredada y diversas y superpuestas cortinas de humo, y todos los personajes participan de ella al tiempo que tienen una función y un por qué; bien es sabido que en este género nada es casual, ya que la meridiana realidad que se percibe ni es tan meridiana ni tan real, y como suele pasar en estos casos, las cortinas de humo te van cegando y redirigiendo, haciéndote creer que lo que ves es lo verdadero. Aun así, siempre hay mentes clarificadoras e inteligentes como la del detective Graydon Mackelvie, que en este caso muestra al lector otras realidades con la ayuda del exprometido de la señora Darwin, que escucha más a su corazón que a la aparente razón que le expone su sentido de la vista.

Una vez dicho todo esto, mi intención en esta reseña (como en todas las que escribo) es no revelar nada de nada; considero que se pierde la gracia, y más cuando estamos ante libros de misterio donde la sorpresa es el alimento de la buena pasión deductiva. Intentaré decir lo justo y necesario sin caer en el spoiler.

El lugar donde se ha cometido el crimen es un despacho cerrado, un escenario sellado donde el grupo de sospechosos es limitado, lo que complica más las cosas ya que hay que seguir todas las pistas, argumentos y argumentaciones de cada uno de ellos ampliando la lista de candidatos, pues todo el foco del caso se dirige hacia la señora Darwin, y la labor del detective es deshacer todas las cortinas de humo que nublan la realidad, así como ampliar ambientes y escenarios para desmontar y aislar todas las piezas que el asesino, inteligentemente, ha sabido encajar. Así pues, nos encontramos ante una trama elaborada y enriquecida hasta el último detalle, en la que todo parece ensamblarse y acoplarse con diferentes ambientes, personajes y los giros argumentales que desembocan en diversas persecuciones y rescates.

Como se puede intuir, no todo resulta tan fácil y sencillo. El autor lanza en cada página distintos hilos en los que el lector encuentra toda una serie de elementos narrativos que, lejos de esclarecer las cosas, le van enredando en sus historias y argumentos, de modo que la verdad o su apariencia lo confunden más que otra cosa. Graydon Mckelvie y Carlton Davies serán los encargados de encajar todas las piezas en un final que sin duda sorprende.

La edición de dÉpoca Noir se mantiene en sus estándares de calidad. Es muy bonita y acertada por su singularidad y belleza, y a ella hay que añadir los entendidos conocimientos de Juan Mari Barasorda en la introducción y las maravillosas ilustraciones que siempre acompañan a sus ediciones.

Una nueva joya para completar mi biblioteca que regala dos misterios: el asesinato en la mansión Darwin y la misteriosa identidad de Marion Harvey.

  

Marion Harvey. Pseudónimo con el que firmaba sus obras un escritor de quien se desconoce su identidad real (incluso si era hombre o mujer) que publicó sus novelas de misterio con gran éxito durante la «Golden Age».

La totalidad de su obra permanecía inédita en castellano.