Traducción: Saúl Álvarez
Fecha esta edición: 2010
Ilustraciones interiores: Howard Pyle
De todos modos, antes de hablar sobre el libro en sí mismo, quizá sería conveniente hablar sobre el personaje protagonista, mito anglosajón por antonomasia sobre el que hay mil versiones, de las cuales la mía (la que os traigo hoy, me refiero) solo es la más conocida o extendida, pero en ningún caso la única.
¿Quién era Robin Hood? Bueno, hablar de lo que significa el personaje de Robin Hood es fácil... quién era ya resulta mucho más complicado. ¿Qué significa entonces? Pues Robin Hood es el arquetipo de héroe medieval inglés que se convirtió en forajido en una época en la que cualquier acto contra el rey o sus posesiones se consideraba traición y conllevaba la pena de muerte. Robin, por un motivo u otro (dependiendo de la derivación de la leyenda) es considerado un proscrito y no le queda otra que esconderse en los bosques, donde reúne a un buen número de secuaces en la misma situación que él y con los que se dedica a defender a los pobres y oprimidos y a robar a los ricos y potentados. Vive al margen de la ley, pero nadie del pueblo lo traiciona porque saben que está de su lado, así que consigue escapar una y otra vez del sheriff de Nottingham, que persigue la recompensa y la venganza y que tiene puesto precio a su cabeza.
Esto es la leyenda a grandes rasgos, pero lo de saber si Robin Hood existió realmente o no ya es otro cantar. En principio parece que el personaje y sus andanzas están inspirados en el italiano Ghino di Tacco, ladrón tan famoso en su época que hasta aparece en la Comedia de Dante (al parecer también en el Decamerón, pero este no lo he leído así que hablo de oídas). Aun asi, muchos historiadores llevan siglos buscando al Robin Hood real, el que de verdad pateó bosques patrios y revalorizaría los estándares patrióticos británicos. No creen en la inspiración italiana, buscan un Robin Hood inglés, y en base a eso tenemos teorías de todo tipo, a cada cual más peregrina: unas apuntan a nobles que se autoproscribieron (¿esta palabra existe?) por una razón u otra entre los siglos XII y XIII, otras a hombres del pueblo llano, otras dan nombres propios e intentan ajustar fechas y hechos, y otras muy recientes incluso dicen saber donde estaba la casa del Robin Hood original (que ni siquiera era en Nottingham, sino en Yorkshire, muy lejos de los bosques de Sherwood). Huelga decir que ni se ha demostrado nada, ni se sabe nada, y que las teorías dispares pavimentan el camino hacia las leyendas y mitos históricos y literarios.
Y en este contexto apareció mi versión, la publicada por Howard Pyle en 1883 y que a día de hoy es la más conocida (literariamente habando, claro... si nos metemos en las adaptaciones cinematográficas nos hundiríamos en otro barrizal). Pyle era un gran conocedor de las leyendas medievales, y su versión de las aventuras de Robin Hood fue la primera en incluir todos los elementos que hoy en día conocemos hasta la saciedad... con una excepción: lady Marian, pero ya os hablo de eso un poco más abajo.
Y así transcurren las aventuras de este libro, con el sheriff o el obispo de Hereford intentando dar caza a Robin (ya sean ellos mismos o o pagando a otros por hacerlo), con Robin no solo escapando, sino ganando para su causa a muchos de los que ellos pagan para atraparlo, o con Robin y los miembros más importantes de su banda buscando aventuras cuando están las cosas tranquilitas y nadie se mete con ellos.
Hay quien me considera amable, y hay quien me considera cruel; unos dicen que soy bueno y honrado, y otros que soy un miserable ladrón. En verdad, existen tantas maneras de mirar a un hombre como manchas tiene un sapo; en consecuencia, el que me miréis con unos ojos o con otros depende exclusivamente de vos. Mi nombre es Robin Hood.
El Robin Hood que nos presentan estas páginas es un joven rubio de ojos azules fanfarrón, audaz, de sangre caliente, con un punto engreído y narcisista pero de buen corazón y con la carcajada siempre dispuesta en la boca. Le pesa en el alma la muerte del guardabosques que provocó su desgracia y se ha jurado no volver a matar a nadie salvo que no le quede otra opción (y le vemos matar en el libro). No le tiene miedo a nada, entra y sale de donde quiere cuando quiere usando el disfraz cuando es necesario y llegando a estar ante el mismísimo sheriff sin que este sospeche nada, y siempre cuenta con los chivatazos de las gentes de Nottingham que apoyan su causa aunque no formen parte de ella. No le gusta estar demasiado tiempo inactivo, así que cuando no se presentan aventuras las busca o se agencia "invitados" a sus cenas especiales, una celebración peculiar sobre la que nada os voy a contar por aquí.
El libro está dividido en ocho partes (además de un prólogo y un epílogo), y cada parte contiene dos o tres capítulos que cuentan una historia completa. Es decir, que cada parte en realidad es una aventura con un hilo argumental propio contada en dos o tres capítulos. Además, al más puro estilo victoriano, al inicio de cada parte el autor te anticipa lo que vas a encontrar en ella:
CUARTA PARTE
(En la que Alan de Dale se encuentra con Robin Hood y le pide ayuda para resolver sus problemas, para lo cual necesitarán la ayuda del fraile de la abadía de la Fuente. Además, también se cuenta cómo Robin Hood soluciona las cuitas de dos enamorados separados por aciagos acontecimientos, de manera que logran ser felices por el resto de sus días).
Por cierto, choca un poco el cambio de tono del libro en las últimas cincuenta páginas, que se vuelve más oscuro (no digo más, solo lo comento), y también se cuela algún que otro anacronismo, como hacer referencia a san Francisco de Asís, que no había ni nacido cuando tienen lugar las primeras aventuras de Robin. Aparte de todo lo dicho hasta ahora, y por ir terminando, Pyle era un ilustrador maravilloso y un revolucionario en sus técnicas, siendo el primero en usar el fotograbado y la ilustración en color. Mi edición contiene las ilustraciones que hizo para su propio libro, y la verdad es que es una gozada. Lástima que el tamaño del libro sea tirando a bolsillo y no se puedan disfrutar adecuadamente (la letra es, de hecho, bastante pequeña, y hay cosillas de corrección mejorables, pero bueno, va).
No hace falta que os hable de las muchas adaptaciones de esta historia que se han rodado para el cine o la televisión, pero quizás mi favorita sea la menos conocida: una serie de la BBC de tres temporadas que se emitió hace ya sus quince años (¡quince años!) con Jonas Armstrong interpretando a Robin y Richard Armitage dando vida a Guy of Gisbourne (que aparece en el libro en una sola escena y es un personaje totalmente diferente con el que solo comparte el nombre). Se acabó de manera inesperada ante la marcha del actor que hacía de Robin y sufrí mucho en su día... Aquí os dejo el tráiler por si os interesa.
