Título original: Murder à la Richelieu
Autora: Anita Blackmon
Editorial: Siruela
Traducción: Pablo González-Nuevo
Páginas: 280
Editorial: Siruela
Traducción: Pablo González-Nuevo
Páginas: 280
Fecha publicación original: 1937
Fecha esta edición: noviembre 2023
Encuadernación: cartoné
Fecha esta edición: noviembre 2023
Encuadernación: cartoné
Precio: 19,95 euros
Ilustración de cubierta: Dave Rheaume
«Yo, Adelaide Adams, soltera, estaba tejiendo en el vestíbulo del
Richelieu la mañana que todo comenzó. Aunque en aquel momento no era
consciente de que estuviera empezando nada. No me considero una mujer
timorata y sé que ocasionalmente algunos miembros poco serios de las
jóvenes generaciones me han tildado de vieja arpía. No obstante, de
haber sospechado el desenfrenado derramamiento de sangre en el que
pronto nos veríamos inmersos habría salido de allí pitando sin mirar
atrás a pesar de mi rodilla artrítica y mi exceso de peso. Sin embargo,
aquella luminosa mañana del mes de abril no habría sido fácil encontrar
un rincón de apariencia más apacible que el vestíbulo de nuestro pequeño
hotel residencial. Porque lo único que tiene de grandilocuente el
Richelieu es su nombre».
Entre pitos y flautas os estoy trayendo mucha novela clásica de misterio, pero es que leo mucha novela clásica de misterio y además me resulta muy fácil hablaros de ellas, así que hago un dos por uno estupendástico (y si no pasa nada quiero traeros al menos otro par de Agatha Christie antes de que acabe el año, así que os toca aguantarme). El caso es que desde el inicio de la colección, los clásicos policíacos de Siruela han sido para mí un "hit or miss": lo mismo los disfruto mucho que me decepcionan, y parece que se van alternando de manera sorprendente sin que yo haga ningún plan al respecto. Después de la de cal que tuve con La primera detective tocaba (si hago caso a estas estadísticas que me he sacado de la manga) una de arena, y Asesinato en el Richelieu ha cumplido como un campeón con lo que esperaba de él. Vamos, que me ha gustado mucho. Pero también os digo que no hagáis caso a los cantos de sirena que comparan a la protagonista con la señorita Marple... no se parecen absolutamente en nada, ni para mejor ni para peor: simplemente son muy diferentes. Dicho esto, os cuento de qué va y me meto de lleno en el asunto.
El Hotel Richelieu es un pequeño establecimiento situado en alguna parte del sur de Estados Unidos (no se dice en qué ciudad, aunque por ahí he leído que claramente está en Little Rock, Arkansas... no sé por qué dicen "claramente", pero bueno, algún detalle usamericano habrá que sitúe a los entendidos de la zona). El caso es que en este hotel hay huéspedes temporales (como en cualquier hotel) y huéspedes permanentes, esos que viven en el hotel y pagan todos los meses su renta como si de alquilar un piso se tratase. Digamos que los permanentes se creen superiores y con más derechos que los temporales, y entre todos ellos reina como una diosa nuestra protagonista y narradora, la señorita Adelaide Adams. La tranquila vida de los inquilinos del Richelieu se va al garete cuando uno de los huéspedes temporales aparece muerto (colgado de la lámpara y con la garganta rajada de lado a lado) en los aposentos de la señorita Adams, y es entonces cuando comienza la carrera contrarreloj para atrapar al asesino, porque pronto se descubre a qué se dedicaba en secreto el finado y empieza a liarse la cosa... y claro, el grupo de sospechosos es el que es, y desde el comienzo de la novela sabemos que no todos van a llegar vivos al final de las páginas. ¡Que empiece la cacería!
Qué duda cabe que la estrella de la función es la protagonista, Adelaide Adams, una dama de mediana edad, solterona, refunfuñona, sin pelos en la lengua y con un carácter de "agárrate y no te menees". Usa dentadura postiza y postizos en el pelo, tiene juanetes, está artrítica, tiene sobrepeso y su ropa interior es tan digna que serviría de tienda de campaña. Y todo esto nos lo cuenta ella misma mientras intenta sobrevivir al asesinato. Es de esas señoras que interpelan a cualquier hombre de menos de cincuenta años con un admonitorio "joven, oiga usted" que suena a institutriz de moño bajo pero que al mismo tiempo tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Todo lo vemos desde su punto de vista porque es ella quien nos narra la historia, y no da ni un paso atrás a la hora de describir y opinar sobre los residentes de ese hotel, así que como podéis imaginar les hace un traje a todos sin despeinarse antes de que podamos decir miau. Además es de este tipo de narradoras que nos destripan desde las primeras páginas lo que vamos a encontrar en la historia, así que todavía estamos ubicándonos en este hotel sureño y ya sabemos que ese tranquilo lugar se va a convertir en un reino del terror, que van a morir varias personas, que una prenda que está tejiendo servirá de mortaja a una mujer que morirá entre sus brazos, que Adelaide (sin postizos y sin dentadura) vivirá un momento peligroso y trepidante con el guaperas del hotel e incluso nos anticipa el modo en que alguna de las víctimas va a encontrar la muerte. Ya digo, no es spoiler, lo dice ella misma nada más comenzar a narrar, e incluso va adelantando más cosas a lo largo del libro (si hubiese sabido que tal desembocaría en pascual...), y aunque algunos lectores puedan pensar que esto quita interés a la narración puedo asegurarles que no, para nada: el libro se lee exactamente con el mismo interés. Es que se lee con mucho interés y se disfruta muchísimo. Punto.
Y al hilo de ese "si hubiese sabido" que os comento, se dice en la sinopsis que Anita Blackmon, con solo dos libros (pues solo publicó dos novelas, esta y El enigma de los gatos asesinados, con la misma protagonista y también publicado por Siruela) se convirtió en la maestra del Had I But Known, que es una variante del Whodunit de toda la vida. ¿En qué consiste ese Had But I Known? Pues es una vertiente más de las novelas de misterio en la que la narración es en primera persona, casi siempre por parte de una mujer, donde ella se lamenta de que si hubiese sabido tal o cual cosa se podrían haber evitado muertes o hechos funestos o desafortunados, o, en otro giro de los acontecimientos, donde esa narradora entorpece la investigación al ocultar información muy relevante a la policía por circunstancias varias. Adelaide Adams cumple todas y cada una de estas premisas, pero lo curioso es que este término nació varios años después de que se publicasen las dos novelas de Anita Blackmon, porque no fue hasta 1940 que el poeta Ogden Nash lo usó en su poema Don't Guess, Let Me Tell You, donde criticaba este alargamiento de la trama por parte de los narradores al ocultar pistas y hechos a la policía.
A todo esto, no os he hablado de los demás personajes que pululan por el Richelieu y que forman parte de la trama, ¿verdad? Pues si empezamos por el personal del hotel, tenemos a la dueña, Sophie, dama de la misma edad que la protagonista, que está viuda y casada en segundas nupcias con Cyril, un hombre mucho más joven que ella a quien Adelaide no soporta porque piensa que se está aprovechando de su amiga; Pinkney Dodge, el anodino y triste conserje nocturno; Clarence, el ascensorista también nocturno; y Laura, la doncella que limpia las habitaciones. Por el lado de los huéspedes tenemos al infeliz matrimonio Mosby, donde él se bebe hasta el agua del váter y ella ahoga sus penas en las carreras y otros hombres; la señora Anthony, femme-fatale que se dedica a encandilar con sus curvas a todo hombre que se le pone a tiro; las dos Adair, madre e hija, que se comportan de un modo un tanto extraño; Mary Lawson, viuda, y su sobrina Polly, descocada desde hace unas semanas y un quebradero de cabeza para su tía; Howard Warren, que trabaja en banca y está enamorado de Polly, pero esta le dio la patada hace unas semanas (precisamente esas que anda descocada); Stephen Lansing, el guaperas que nombro arriba, comercial de cosmética, mujeriego y una labia irónica que trae de cabeza a Adelaide; James Reid, señor peculiar que llegó al Richelieu hace poco más de una semana y que no se sabe muy bien que hace ahí... y ya, ¿no? Creo que no se me olvida nadie.
Si estáis acostumbrados a leer clásicos habréis visto que una práctica como la que se ve en esta novela, la de personas que viven en hoteles en lugar de alquilar un piso o un casa, era muy habitual en entornos anglosajones como Estados Unidos o Inglaterra. Ignoro si seguirá haciéndose actualmente, pero hasta los años 70 del siglo XX existían incluso hoteles especializados en este tipo de alojamientos para personas mayores, jubiladas, sin familia u hogar pero con dinero para costearse el alojamiento en un hotel, donde no tenían que preocuparse de limpiar ni cocinar porque tenían servicio de habitaciones y servicio de comedor, y encima podían socializar con otros huéspedes en las estancias comunes. Muchas veces esa era su familia, su círculo social era el que creaban dentro del hotel donde vivían, y aunque pueda parecernos raro en esta época o en una sociedad como la nuestra, allí era algo de lo más común y normal. Y con eso juega la autora: cuando comienza la historia todos estos personajes son mucho más que huéspedes de un hotel que se conocen de vista y ya... no, realmente conviven, todos saben secretillos de los demás, conocen las relaciones que hay entre algunos de ellos, las disputas... todos tienen una historia común y, aun así, a pesar de esa convivencia, pronto se demuestra que hay secretos que nunca conocemos sobre las personas que tenemos cerca, que nunca contamos todo sobre nosotros mismos, que siempre hay una parcela en la que no dejamos entrar a nadie, y esa parcela puede ser totalmente inofensiva o puede esconder algo muy grave... y hay personas malas a la que se ve venir de lejos, pero otras saben esconder muy bien esa maldad.
Con respecto al estilo de Anita Blackmon, sorprende por lo moderno que resulta en cuanto a los asesinatos (tenía un punto sádico la señora y se ensañaba con sus víctimas... para la época en que fue escrito, claro, que ya sé que ahora os parecerá todo una minucia) y por la soltura y desparpajo que tiene a la hora manejar a todos los personajes, las relaciones entre ellos, la propia narración y los diálogos, que son simplemente fantásticos. Aplauso especial a la relación y los intercambios verbales que se establecen entre la señorita Adams, nuestra prota, y Stephen, el guaperas del hotel, porque forman una especie de Holmes y Watson bastante peculiar donde las llamadas de atención de Adelaide a las sinvergonzonerías de Stephen rivalizan con el encanto preocupado e irónico del muchacho... Ves como poco a poco crece entre los dos un cariño que bien parece el de una madre y un hijo, y juntos son de lo mejor del libro.
Y creo que no voy a añadir nada más. No sé si lo he dicho alguna vez, pero me apasionan los libros de misterio que tienen lugar en entornos cerrados como hoteles, barcos, trenes... y como suele suceder con todos los libros, unas veces se acierta con este tropo y otras te llevas chascos. Asesinato en el Richelieu ha sido un acierto, he disfrutado de estos huéspedes peleones que le discuten todo al inspector Bunyard y están empeñados en no abrir la boca aunque las vidas de todos estén en juego, y he disfrutado del humor, la ironía, los giros de guion, el ritmo sostenido durante toda la historia, los juegos de palabras, diálogos inteligentes y unos personajes que están al servicio de la historia. El inspector anda perdido la mitad del tiempo, sospecha de todos, sospecha que todos mienten u ocultan información y sobre todo sospecha de Adelaide porque parece estar siempre en el centro de todo lo que ocurre. Muy entretenido.
Por cierto, aviso para quien se ofenda con los clásicos... este libro está escrito y ambientado en los años 30 del siglo XX en el sur de Estados Unidos, y sí, nuestra protagonista se precia de ser una dama sureña de manual... eso implica algún comentario racista sobre algunos de los trabajadores del hotel, que son negros. Lo mismo los defiende de quien los trata de manera injusta que se le escapa una opinión fuera de lugar. Es algo muy puntual, pero ahí está. Avisados quedáis.
Anita Blackmon (Augusta, 1892-Little Rock, 1943), tras abandonar su
carrera como profesora, decidió centrarse por completo en la escritura y
publicó cientos de relatos cortos en diversas revistas. Sus únicas dos
novelas, ambas de misterio, fueron Asesinato en el Richelieu (1937) y The Riddle of the Dead Cats (1938), ambas protagonizadas por la sin par Adelaide Adams.
Ahora mismo no me apetece una novela de asesinatos, pero no la descarto en el futuro.
ResponderEliminarUn beso.
¡Hola! Ese tipo de ambientación nos encanta también a nosotras, así que no lo descartamos.
ResponderEliminarBesos
Hola, muchas gracias, súper entretenido todo lo que nos has contado.Me anoto el libro.Besos
ResponderEliminarHola guapísima, ya lo tengo en la lista de favoritos de eBiblio, así que caerá pronto, y con más ganas después de leer tu reseña.
ResponderEliminarUn besazo
Pues me gustan mucho también estas historias, esta ambientación... ¡Todo! Tomo buenísima nota.
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola, ya le había echado el ojo y tras tu reseña voy sin pensarlo a por ella. Besos.
ResponderEliminarBueno, ya está bien que nos traigas reseñas de estas novelas, así te distingues. Me ha parecido curioso, porque no conocía este género. Por cierto, ¿por qué la de cal es mala y la de arena buena?
ResponderEliminarUn saludo de,
una Laura preguntona.
Me encantó esta novela, ya lo sabes, es muy divertida. Al principio, me chocó un poco lo siesa que parecía Adelaide, pero enseguida el pillas el punto y me parece un personajazo. Las situaciones cómicas con el vendedor de productos de peluquería y seductor son buenísimas. Qué penita que solo tengamos dos novelas de esta autora. Por cierto, "necesitas" ver Solo asesinatos en el edificio. Besos!
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