lunes, 21 de octubre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: BELFEGOR, EL FANTASMA DEL LOUVRE - Arthur Bernède


 
 
Título original: Belphégor
Autor: Arthur Bernède
Editorial: Valdemar
Traducción: Agustín Izquierdo
Páginas: 304
Fecha de publicación original: 1927
Fecha esta edición: septiembre 2019
Encuadernación: cartoné
Precio: 24 euros
Imagen de cubierta:
Cartel de la película Belphégor (1927)


 
Belfegor apareció inicialmente en el periódico Le Petit Parisien por entregas diarias entre enero y marzo de 1927. Su trama, llena de misterio y suspense, se inicia una noche en la que un vigilante del museo del Louvre sorprende en la Sala de los Dioses Bárbaros a un intruso enmascarado de pie junto a la estatua de Belfegor, dios de los moabitas. El agresor huye perseguido por el guardia y acaba esfumándose. Al día siguiente, la extraña figura vuelve a aparecer y ataca a otro vigilante dejándolo malherido junto a la estatua derribada. El inspector Menardier es encargado de la investigación oficial, pero también se verán implicados en el asunto Chantecoq, “el rey de los detectives”, y el intrépido reportero Bellegarde. En los dos meses que duró la publicación del serial, en Francia no se habló de otra cosa. Finalmente, en 1965, la televisión francesa emitió la mítica serie Belfegor, el fantasma del Louvre.

 

Reconozco que mi primer acercamiento con esta historia fue la adaptación cinematográfica de 2001 con Sophie Marceau, Julie Christie y Frédéric Diefenthal, cosa que no debe extrañar dada mi obsesión insana y vergonzante con el Antiguo Egipto. La película no es gran cosa, la banda sonora me encanta, y poco más... hasta que supe hace unos años que Valdemar tenía publicada la historia original, la compré y ahí ha estado hibernando hasta ahora. Solo puedo deciros, a modo de anticipo, que la película se parece al libro lo que una castaña a un tren y que encima el tal Belfegor, literariamente hablando, ni siquiera tiene nada que ver con Egipto. Pero bueno, era de esperar, que ya sabemos lo fieles que son las adaptaciones y tal. Seguramente el resto de adaptaciones (unas cuantas) serán mucho más ajustadas a la historia original, pero como no las he visto, no puedo opinar. En cualquier caso, me dejo de preámbulos y os hablo sobre la novela. 

La historia comienza al grano. Un vigilante nocturno del Louvre percibe un intruso durante su ronda en la sala de los Dioses Bárbaros junto a la estatua del dios Belfegor. Este intruso, que parece un fantasma y va disfrazado de espectro envuelto en un sudario negro, una capucha y una máscara que solo deja ver sus ojos, desaparece de su vista en un santiamén. El vigilante le persigue, le dispara, pero se escapa, no se sabe por donde. La noche siguiente otro vigilante decide hacer guardia en esa misma sala para comprobar si vuelve a aparecer el que acabará siendo conocido como el Fantasma del Louvre, y lo encuentran asesinado a la mañana siguiente. Este criminal pronto se convierte en la sensación de París, y tras su pista no va tan solo la policía en la figura del inspector Menardier, sino también Jacques Bellegarde, un periodista del Petit Parisien en busca de la noticia, y un tal Chantecoq, una gloria nacional conocido como el rey de los detectives. Pronto Bellegarde y Chantecoq empiezan a recibir notas amenazantes del Fantasma (que firma como Belfegor) para que le dejen en paz si no quieren sufrir las consecuencias, pero eso solo hace que persistan en su empeño por desenmascarar al asesino. ¿Qué busca el Fantasma en la estatua del dios Belfegor? ¿Cómo entra y sale del Louvre? ¿Quiénes son sus compinches? ¿Por qué parece tener un interés muy especial en el periodista Bellegarde?

Antes de nada debo advertiros que no os lleve a error el hecho de que Valdemar publicase esta novela dentro de su colección Gótica, porque ni es gótica, ni de terror ni tiene ningún elemento sobrenatural ni nada de nada. Realmente es una novela de misterio o suspense normal de toda la vida como tantas otras con criminales humanos (que se sabe desde el principio que lo son... humanos, quiero decir, por mucho que el tal Belfegor se vista como un espíritu), investigaciones de detectives/policías/periodistas de por medio y ningún elemento de la literatura gótica a la vista. Que luego vienen las expectativas y las decepciones y ya sabemos lo que pasa. NO es gótica, y si alguien dice que lo es, no os lo creáis. La confusión puede venir por la adaptación cinematográfica de 2001, que sí tiene elementos que podrían encuadrarse ahí... pero ya digo arriba que no se parece absolutamente en nada a la novela.

Dicho esto, primero quizá debería decir qué representa el tal Belfegor, ¿verdad? Pues es el nombre de un demonio en la tradición judía y cristiana, pero la acepción que realmente usa Arhur Bernède en la novela es la que proviene de la Vulgata (no me voy a extender aquí sobre esto, pero se conoce así a la traducción de la Biblia al latín que hicieron San Jerónimo y Santa Paula a finales del siglo IV d. C.). El caso es que en la Vulgata se denomina Belphegor al dios de los moabitas (una civilización semita que vivió en la actual Jordania entre los siglos XIII y I a. C.), y como tal, como una representación del dios moabita, es como se define a la escultura del Louvre alrededor de la cual gira la primera mitad de la novela. Por asociación es como se empieza a conocer también poco a poco al criminal de la novela, al que empiezan llamando Fantasma del Louvre y terminan llamando Belfegor (de ahí el título del libro, vaya xD). Como veis, nada que ver con el Antiguo Egipto y el departamento de Egiptología del Louvre que sirvieron como reclamo en la adaptación cinematográfica del 2001. Porca miseria.

En fin, que Belfegor se publicó por entregas diarias entre enero y marzo de 1927 en Le Petit Parisien (precisamente el periódico en el que trabaja Bellegarde, uno de los protagonistas del libro), y ese mismo año salió en formato novela. No me quiero imaginar el esfuerzo de idear y sacar adelante un capítulo diario durante tres meses, y aunque imagino que buena parte de ese trabajo ya estaría adelantado antes de comenzar con la publicación, se nota el interés por alargar el tema en algunos capítulos de relleno al final del libro que sinceramente son del todo prescindibles y no aportan absolutamente nada salvo un día más de venta de periódicos esperando al desenlace (por ejemplo, sin entrar en muchos detalles, el dedicado al matrimonio Papillon y sus cuitas).

Por lo demás, un exitazo de ventas, como podréis imaginar, todo un bestseller de la época, de consumo muy fácil y calidad justa pero efectiva para mantener la tensión y la intriga hasta el final. Como anécdota, os puedo contar que la imagen que aparece en la cubierta de esta edición corresponde a la adaptación en cuatro partes de la novela del mismo año en que se publicó, 1927. ¿Cómo es posible tanta rapidez? Pues porque la productora cinematográfica que la llevó a cabo, la Société des Cinéromans, pertenecía al propio autor y a dos socios: nada menos que el escritor Gaston Leroux y el actor René Navarre. De hecho, Bernède, el autor de Belphegor, llegó a adaptar veinte de sus novelas a la gran pantalla porque la empresa nació en 1919 con ese fin: adaptar las novelas que ellos mismos escribían... vamos, lo de "yo me lo guiso, yo me lo como" llevado a la máxima expresión. La vida de esta productora fue breve (desapareció en 1929), limitándose a la época del cine mudo y viviendo su época de máximo esplendor cuando la productora Pathé entró en juego en 1922 (alrededor de cincuenta películas en unos siete años). El cine en los años 20 iba a toda máquina.

Volviendo a la novela, os decía arriba que comienza con la confusión inicial a la mañana siguiente de la primera aparición del Fantasma en la sala de los Dioses Bárbaros del Louvre (que no existe en la realidad, al menos con ese nombre, que yo sepa), y son varias las líneas de investigación que comienzan en ese momento: una es la policial (que como no podía ser menos es la más tonta de todas con unos policías que van de listos, no se enteran de nada y siempre miran en la dirección incorrecta); la otra comienza dividida con un periodista por un lado y un detective privado por el otro, aunque luego se unifica cuando estos dos personajes se ven obligados a colaborar por diversas circunstancias. Estas investigaciones se ven entorpecidas por la malevolencia de Belfegor, que por la razón que sea parece que se la tiene jurada el periodista y cada movimiento que hace no tiene más objetivo que perjudicarle, así que aunque no puedo contaros mucho sobre las investigaciones en sí mismas (tampoco es que sean de una inteligencia suprema, todo hay que decirlo, y el detective se hace el interesante todo el rato y no cuenta demasiado sobre sus deducciones), sí puedo deciros que llega un punto en que el Louvre queda totalmente a un lado y todos los esfuerzos se centran en desenmascarar al Fantasma, porque algunos de sus acólitos dan la cara bien pronto, pero la identidad de Belfegor y de sus compinches más cercanos son la gran incógnita hasta el final. Por otro lado, Bernède mueve a los personajes constantemente, ya sea desde el Louvre hasta diversos alojamientos (que describe de manera pormenorizada) pasando por restaurantes o castillos.

No sé si habéis leído alguna (poca o mucha) novela criminal francesa (la famosa roman policier) de finales del XIX y primera mitad del XX, pero digamos que tiene un estilo muy característico y muy alejado de la novela anglosajona del mismo género y la misma época. La trama que lo sustenta es, obviamente, la del misterio policial, pero el tono es muy folletinesco, con mucho melodrama y romance a primera vista y unos diálogos a los que les sobra desmesura y les falta chispa e ingenio (para mí, al menos... es que a ratos me parecen tontorrones y artificiales xD). Muchas de estas novelas las escribían autores profesionales como el propio Bernède y estaban todas cortadas por el mismo patrón: los buenos son muy buenos, los malos son muy malos, pasa de todo como en botica, hay giros a reventar, personajes misteriosos, conspiraciones contra los buenos, personajes tontorrones de relleno que cumplen su función, acólitos sin escrúpulos, damas enfermizas, damas pizpiretas y muy echadas p'alante, detectives que se disfrazan de una manera magistral (Sherlock, que alargada es tu sombra...), y todo esto publicándose un capítulo a diario, con lo que la necesidad de mantener al lector con el alma en vilo hasta el día siguiente hacía que cada capítulo pareciese un oportunidad para sacar un nuevo conejo de la chistera (menos los de relleno, como digo arriba).

Y claro, digo todo esto y os parecerá que no me ha gustado... sí me ha gustado, resulta entretenido, pero sin más. No es un buen libro ni lo pretende, y tiene muchos defectos, pero son los inherentes al tipo de literatura y época a las que pertenece. Este estilo de folletín criminal estaba ya en las últimas en aquellos años y ofrece lo que se le pedía: entretener y enganchar al lector todos los días con una nueva entrega. Eso hace que el esfuerzo del autor por sorprender en cada página sea evidente, que haga varias piruetas para que la trama gire y gire, que los personajes anden como pollo sin cabeza o se enamoren en lo que se tarda en teclear un par de cruce de miradas, y que sepas durante toda la lectura que, de un modo u otro, todo va a acabar bien para los buenos y muy mal para los malos. Del Louvre vemos poco o nada y el pobre dios Belphegor no pinta realmente un carajo, pero se hace alusión al robo de la Gioconda perpetrado en 1911 y eso me ha parecido un puntazo. En fin, que se lee bien, la narración es ágil y llega un punto que sigues leyendo con interés para descubrir qué va a ser lo siguiente y qué se va a inventar el autor para seguir adelante con la historia, y ese era, ni más ni menos, el objetivo inicial del autor, pero no hay que pedirle más al libro. La traducción tiene cosillas, pero no voy a entrar en eso, que me repito mucho.
 
¿Merece la pena el final? ¿Sorprende? Bueno, es un poco rocambolesco y descabellado, pero no esperaba otra cosa, y creo que se ajusta muy bien al tono y las cabriolas argumentales que lo preceden. ¿Recomiendo el libro? Pues la verdad, como no os llame mucho por las razones personales que sean, podéis vivir sin leerlo xD. Soy mucho más de la Golden Age británica y la vertiente norteamericana que de la francesa, creo que resulta muy evidente. En cualquier caso seguiré leyendo de todo, como siempre, que nunca sabes donde vas a encontrar un nuevo favorito.


Arthur Bernède nació en la Bretaña francesa en 1871. Fue un escritor muy prolífico que no solo escribió numerosas novelas policiacas, históricas, de aventuras y de espionaje, sino también obras de teatro, libretos de ópera y guiones cinematográficos. En 1919, viendo que el cine se abría paso como una nueva narrativa, fundó junto con el actor René Navarre y el escritor Gaston Leroux, autor de El fantasma de la Ópera –con la que la presente novela guarda cierta relación–, la Sociedad Cinéromans, una empresa de nuevo cuño destinada a la producción tanto de novelas como de películas. 

Bernède adaptó al cine veinte de sus obras. La más popular, Judex, narra el enfrentamiento de un justiciero contra los banqueros en defensa de una viuda y un huérfano. Miembro de la masonería, luchó toda su vida por lograr el justo reconocimiento de los derechos de autor.
 
Falleció a causa de una crisis cardíaca el 20 de marzo de 1937.

2 comentarios:

  1. Hola guapísima, pues la verdad es que a no ser que tope con él de frente, creo que lo dejo pasar... veo que te ha gustado acercarte a él, pero no te ha entusiasmado y al tener tantos en la lista de pendientes no me apetece añadir uno que meah!...
    Un besazo

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  2. De momento lo voy a dejar pasar, creo que a mí tampoco me va a entusiasmar :-)
    Un beso.

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