miércoles, 2 de julio de 2025

RESEÑA (by MH) ::: MUJERCITAS EN NONQUITT - Louisa May Alcott


 
Título original: Water-Lilies / Sophie's secret / Debby's debut / A Strange Island / Dandelion
Autora: Louisa May Alcott 
Editorial: Toro Mítico
Traducción: Óscar Mariscal
Páginas: 160
Fecha publicación original: 1887 / 1883 / 1861 / 1868 / 1869
Fecha esta edición: noviembre 2018
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 15,95 euros
Ilustración de cubierta e interiores: Sara Lago




Es en Nonquitt, en el sudeste de Massachusetts, una localidad costera célebre como lugar de veraneo, donde se desarrollan las historias reunidas en esta obra. Allí pasó muchos veranos Louisa May Alcott (1832-1888), autora de la célebre novela Mujercitas, dejando volar su imaginación. Las mujercitas protagonistas de las tres primeras historias que integran esta antología —«Lirios acuáticos», «El secreto de Sophie» y «El debut de Debby»— aparecen como versiones actualizadas de «La Cenicienta», ambientadas en un escenario familiar para Alcott, y en las que se prescinde, entre otras muchas innovaciones, de la rivalidad entre hermanas. Según se presentan aquí, se observa cómo el elemento más reconocible del cuento —la buena doncella que espera al príncipe que ha de sacarla de la pobreza— se va desdibujando: Ruth, en la primera de las historias, se desposa con su príncipe; no sabemos si Tilly, en la segunda, lo hace o no; y Debby, en la tercera, se casa, pero con un hombre sin más patrimonio que «un corazón fiel», unos «brazos fuertes» y «un apellido honesto». En cualquier caso, ninguna de estas tres heroínas, tan ajustadas al patrón de mujer resuelta y autónoma de Alcott, funda sus esperanzas en un casamiento ventajoso para alcanzar las metas vitales que se ha propuesto, bastándoles para ello su propio ingenio, talento y esfuerzo. La obra se completa con «¡Qué isla tan extraña!» y «Diente de León», dos deliciosas fantasías que dan una visión más amplia de los registros juveniles de la autora. 
 

 
 
Adoro mucho a Louisa May Alcott
, y aunque os he hablado varias veces de ella en el blog, creo que la última fue allá por 2020 en una antología de relatos compartida con otras autoras (si hablamos de novelas, Louisa no se pasa por aquí desde 2019). No me voy a  extender sobre ella, su obra y demás por lo dicho, son ya unas cuantas las veces que ha visitado Netherfield, así que me vais a perdonar que sea breve al respecto. El libro que os traigo hoy reúne cinco historias ambientadas en Nonquitt, un pueblito costero ubicado en el sureste de Massachusetts donde ella solía veranear
En realidad no se publicaron de manera conjunta sino que aparecieron en distintas publicaciones a lo largo de veintiséis años, siendo una de ellas incluso anterior a Mujercitas, el libro que la hizo inmortal. Os hablo muy sucintamente de cada una de ellas.
 
Lirios acuáticos. En esta historia tenemos por un lado a Christie Johnson, una joven de diecisiete años que pertenece a una familia de pescadores que vive en el faro, y por el otro a un grupo de veraneantes que tratan con mucho desdén y condescendencia a la gente humilde que se gana la vida precisamente gracias a los turistas... aunque no todos en ese grupo son tan esnobs y arrogantes y muestran un interés especial por Christie. 
 
El secreto de Sophie. Sophie es una muchacha suiza que viaja sin su familia a Estados Unidos para visitar a unos amigos. Ahora se halla en la costa acompañando a uno de ellos, y allí conoce a un grupo de frívolas jovencitas de su edad que se muestran desagradables y muy poco corteses con ella. Con quien sí establece una buena amistad es con Tilly, una lugareña que vende su mercancía (langostas, bayas, lirios, conchas...) a los turistas. Tilly tiene un sueño (poder estudiar y convertirse en profesora), y todo su esfuerzo va orientado a conseguir dinero para poder cumplirlo.
 
El debut de Debby. Debby viaja con su tía rumbo a Nonquitt para pasar las vacaciones. La familia de Debby es muy humilde, y su tía, que sí tiene dinero, ha decidido hacre de ella su heredera, refinarla y presentarla en sociedad a ver si consigue un buen matrimonio. Debby pronto llama la atención tanto por su encanto y belleza como por sus modales muy poco elegantes, y no le faltan candidatos que pululen a su alrededor. Su tía tiene claro quien es el más indicado, pero ese chico no es precisamente el favorito de Debby. ¿Qué ganará, el bolsillo o su corazón?

¡Qué isla tan extraña! Este es sin lugar a dudas el relato más atípico, más original y más imaginativo de los cinco que incluye el volumen. Nos dejamos de señoritas humildes en pos de una vida mejor o de romances veraniegos y nos adentramos en una extravagante, pintoresca y extraña isla llena de escenas y personajes sacados de cuentos y canciones infantiles tradicionales ingleses. 
 
Diente de león. Terminamos el volumen con un cuento muy breve que narra cómo un padre se pierde en el mar y cómo su hijo, Diente de león, de apenas tres añitos, permanece siempre con una sonrisa esperando la vuelta de su padre... porque sabe que no ha muerto y volverá, aunque a su madre, que perdió la esperanza hace tiempo, se le parta el corazón contemplando la esperanza de su hijo.
 
Os decía arriba que Alcott veraneaba en Nonquitt, pero por lo que he podido averiguar realmente este lugar era una colonia privada de veraneo que fue fundada originariamente para artistas en el siglo XIX y desde entonces ha evolucionado como destino de muchas familias de ciudades como Nueva York, Boston o Philadelphia para pasar el verano. Al principio Louisa May Alcott alquilaba su alojamiento allí, pero en 1884, tras vender Orchard House (la casa donde escribió
Mujercitas y que hoy en día podemos visitar los turistas como casa museo de la autora), se compró un cottage que por desgracia se incendió en 2013 (vamos, que hasta hace poco más de diez años se podía ver tal cual era hace 140 años cuando Louisa vivió en él).

En fin, que Nonquitt era un lugar muy especial para Alcott, pero por lo dicho arriba resulta evidente que debían convivir dos clases sociales muy diferentes: los lugareños de los alrededores, de clase social baja que vivían del turismo, y los propios turistas, de clase social alta y acostumbrados a un estilo de vida y un elitismo en claro contraste con la humildad de la gente local. Si nos atenemos a esto, podemos decir que, en los dos primeros relatos, Alcott usa esta dicotomía entre clases sociales, el tercero lo dedica a las restricciones y tonterías propias de la alta sociedad, el cuarto relato es una rareza en toda regla y el quinto relato se centra en una familia humilde y la esperanza que los reúne al final.
 
Se dice en la sinopsis que las tres primeras historias contemplan versiones actualizadas de la Cenicienta, pero honestamente veo la comparación muy cogida con pinzas: dejando a un lado a la madrastra y hermanastras malvadas inexistentes, las protagonistas de estos relatos son jóvenes muy amadas en su entorno familiar, son ellas quienes toman sus decisiones y deciden sobre su propia vida y realmente solo una de ellas acaba con un príncipe (si por príncipe entendemos un joven con dinero). Es decir, que bajo mi punto de vista, se asemejan a la Cenicienta tanto como a cualquier otro personaje de cuento con el que quieras ver similitudes. Sí veo más factible la comparación con la hermana de Mujercitas a quien todas quisimos parecernos en algún momento: Jo March, precisamente por esa necesidad de independencia, de conseguir las cosas con el esfuerzo propio, por esa necesidad de ser fieles a sí mismas y por tener el carácter y la fuerza de voluntad necesarios para seguir sus instintos y no hacer solo lo que se espera de ellas sino lo que ellas consideran correcto.  
 
Eso en cuanto a las tres primeras historias, porque las dos dos últimas son completamente distintas.
¡Qué isla tan extraña! es una explosión de imaginación, una concatenación de escenas, personajes y descripciones que aturullan un poco al lector... y cuando digo lector debo decir lector no anglosajón. Esa es la "pega" que le pongo al relato: que nos resulta totalmente ajeno a quienes no hemos crecido con las historias de Mamá Ganso (o Mamá Oca, según la traducción), porque todas esas escenas y esos personajes están sacados de cuentos y canciones tradicionales relacionados con esa figura que Charles Perrault hizo famosa. Que el relato es fantástico, pero estoy segura de que se disfruta mucho más cuando reconoces todo lo que se va describiendo en esa isla. Y en cuanto al último cuento, Diente de león, solo puedo decir que es bonito, muy bonito, y que no tiene más finalidad que decirnos que nunca debemos perder la fe y la esperanza, y que el amor lo puede todo.
 
Lo dejo aquí, que entre mi vaguería habitual y el caloruzo que hace, no dan ganas de estar delante del ordenador (¿cuánto queda para noviembre?). En cualquier caso poco queda por decir. Si os gusta Louisa May Alcott, tarde o temprano leeréis estos relatos; si no os gusta, pues a otra cosa. Pero si no habéis leído nunca a Alcott, también os digo que no creo que sean la mejor puerta de entrada, porque son muy bonitos y muy típicos de su vertiente Mujercitas (ya sabemos que Alcott tenía otra vertiente mucho más de su gusto, y del mío, pero que no era la que le daba de comer) y no dejan de ser historias con su moraleja y su enseñanza muy de la época para jovencitas de ciertas edades. Digamos que estas historias son un complemento a la obra de la autora que todos aquellos lectores que la queremos y respetamos leemos con gusto y mucho cariño... es como volver a casa y saber lo que te vas a encontrar, y por eso es precisamente por lo que vuelves: por la sensación de hogar.



Louisa May Alcott (1832-1888) fue una educadora y novelista estadounidense muy conocida por sus libros para adolescentes. Fue autora de unos 300 títulos de diversos géneros, aunque sus obras más famosas, Mujercitas (1868), novela autobiográfica de su infancia, y sus secuelas, Aquellas mujercitas (1869), Hombrecitos (1871) y Los muchachos de Jo (1886), están consideradas como clásicos.
 
Comprometida con el movimiento abolicionista y los derechos de la mujer, escribió bajo el seudónimo de A.M. Barnard una colección de novelas en las que se trataban temas tabúes para la época como la sexualidad, el incesto o el adulterio.

lunes, 30 de junio de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL ÁRBOL DE LA NUEZ MOSCADA - Margery Sharp


 
Título original: The Nutmeg Tree
Autora: Margery Sharp
Editorial: Hoja de Lata
Traducción: Raquel García Rojas
Páginas: 272
Fecha de publicación original: 1936
Fecha esta edición: marzo 2022
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,90 euros
Diseño de la colección: Trabayadores culturales Glayiu


Tras la muerte de su joven marido en la Gran Guerra, Julia Packett decidió dejar a su hija Susan con su aristocrática suegra e irse a Londres a perseguir su sueño de ser actriz. Ahora, a sus 37 años y sin blanca, recibe una carta en la que Susan le anuncia sus planes de boda. Con un renovado espíritu maternal, Julia agarra sus escasos bártulos y viaja a Les Sapins, la preciosa villa alpina donde veranean la abuela Packett, Susan y Bryan Relton, el prometido. Una vez allí, comienza un impredecible festival familiar: la abuela persigue a Julia por toda la villa con sus recetas de repostería; Bryan parece más interesado en gastar las libras de su asignación que en generarlas y Julia se agota representando el papel de dama recatada para agradar a su perfecta y estirada hija. La llegada a Les Sapins de sir William Waring, tutor legal de Susan, será la deliciosa guinda que le faltaba a este disparatado pastel. 
 
Tras la igualmente alocada Cluny Brown (Hoja de Lata, 2020) Sharp nos deleita ahora con otra de sus elegantes comedias sociales, bajo cuya frescura y desenfado asoma también una evidente crítica a la encorsetada sociedad de su tiempo.
 

 
 
He tenido que mirarlo porque no recordaba exactamente cuándo os hablé de
Cluny Brown, el primer libro que leí de Margery Sharp. Bueno, pues han pasado cuatro años exactamente. C-u-a-t-r-o años. No sé si seré la única a la que la rapidez con la que pasa el tiempo no le parece ni medio normal, pero ese es un tema a debatir para otro día. Hoy vengo a hablaros de El árbol de la nuez moscada, el segundo libro que leo de la autora (aunque Hoja de Lata ha publicado ya al menos cuatro. Si es que no me da la vida).
 
Julia Packett es una mujer de mundo, de esas que viven con el mundo por montera y sin que nada ni nadie se cruce en su camino si ese es el camino que está empeñada en seguir: multitud de amantes, una vida dedicada al espectáculo, sin un penique en el bolsillo a pesar de haber tenido miles de libras en el banco... hace tiempo que decidió dejar atrás su pasado y vivir su vida a su manera, pero claro, si en ese pasado hay una hija a la que renunció cuando apenas era una niña y a la que no ve desde hace unos dieciséis años, pues el cuadro cambia. Esa hija ha vivido desde entonces con sus abuelos paternos (que se convirtieron en sus tutores legales) y, de manera bastante sorprendente, ahora acude a Julia desesperada pidiéndole ayuda: se ha enamorado perdidamente de un hombre que conoció seis semanas atrás, quiere casarse YA, pero su abuela no accede a ese matrimonio y quiere que espere un poco. Y Julia, que se ve solicitada por su hija por primera vez en su vida, coge un tren hasta la villa alpina donde se alojan y no para hasta llegar allí a pesar de las tentaciones del camino. Cuando llega se encuentra con un futuro yerno que no quiere para su hija, pero tiene que obrar con inteligencia porque su posición en la casa es complicada. Y encima se enamora. Todo mal, oiga.
 
Esta es de esas novelas de las que muchos dirán que no pasa nada, que solo son unas cuantas personas en una casa, que van y vienen, por el camino se entretienen y, en fin, que vaya rollo. Pues qué queréis que os diga, yo me lo he pasado pipa :) 
 
Para empezar tenemos el mundo al revés en lo que se espera de una madre y una hija, porque aquí la hija es tan estirada y perfecta que no parece humana, y la madre es una mujer que se ha ganado la vida sobe los escenarios, ha vivido como ha querido, ha compartido cama con cuantos ha considerado conveniente (y vivido de ellos, por qué no decirlo) y sigue transitando por la vida de la misma manera sin hacer daño a nadie (o eso intenta). Vamos, que son el punto y la i, pero tanto el punto como la i no están donde deberían estar y realmente son unas desconocidas la una para la otra. Y esta señora, Julia, que tiene mucho (muchísimo) mundo, reconoce a un jeta vago y vividor en cuanto lo ve... y eso es lo que se encuentra cuando tiene delante al prometido de su hija, que además es la razón por la que ha sido invitada a esa casa. ¿Cómo le dices a tu hija perfecta que se ha enamorado de un vago que la va a hacer muy infeliz, cuando tu relación con esa hija está cogida con pinzas y no sabes hasta qué punto puedes entrometerte? Porque encima esa hija no tiene ni la más remota idea de la vida que ha llevado (y lleva) su madre y Julia no le puede decir que sabe como es su prometido sin dar explicaciones que no quiere dar.
 
Y es que ahí está el punto, que (casi) todos en esa casa piensan que Julia es una dama y ella se esfuerza en parecerlo, pero para eso tiene que aparentar tanto, mentir tanto, esforzarse tanto... que sus mentiras tarde o temprano van a terminar alcanzándola. Porque mientras está en esta villa alpina hace de las suyas (que no os voy a contar aquí, claro, pero esta señora tiene recursos para todo y es muy consciente del atractivo que despierta en los hombres) y tienes que quererla porque tiene muy buenas intenciones, pero ella sabe cómo es y no puede evitarlo. Por si fuera poco aparece un señor del que no os voy a contar nada pero vaya, que a la pobre Julia se lo ponen muy difícil porque se enamora de verdad por primera vez en su vida y tanto su pasado como su presente le pesan como una losa.
 
En resumen, ¿qué tenemos? A Julia, libre como el viento, que por primera (y posiblemente última) vez es requerida por su hija y hace todo lo que puede por impresionar y estar a la altura aunque no siempre tenga éxito (incluso se pasea con un ejemplar de La saga de los Forsyte del que siempre intenta que se vea la cubierta... lo que es leer, lee poco); a su suegra, que piensa que su nuera, aunque le parece un poco llamativa y florida, lleva una vida intachable y todavía conserva aquellos miles de libras que le dio hace años (spoiler: le duraron meses) y que debería abrir una pastelería porque le pega mucho (ya se encargaría ella de buscarle a los clientes); a su hija Susan, dura como una piedra, robot en ciernes, modelo excelso y ejemplar de mujer de vida inmaculada que se ha enamorado de un joven del que no sabe nada, a quien no ha visto en su  salsa pero con quien se ha empeñado en casarse; al joven en cuestión, Bryan, un sinvergüenza que cree estar enamorado de Susan pero que también sabe que Susan va a heredar mucho dinero y que se relame pensando en no trabajar jamás, viajar por el mundo y, básicamente, no hacer nada con su vida; y por último a William, un señor que pondrá el mundo de Julia patas arriba (y al que he adorado fuertemente también...).
 
Cuando os hablé de
Cluny Brown
os comenté que este tipo de novelas pueden parecer frívolas y un tanto superficiales, pero a base de ironía, sentido del humor, buenos personajes y mejores diálogos ofrecen un retrato contemporáneo a una época de entreguerras en la que la sociedad británica se transformó por completo a muchos niveles y de muy diversas maneras. El árbol de la nuez moscada no es tan excéntrica, pero ahonda también en estas tesituras de clases sociales y el modo en que chocaban aquellos que  se movían con los tiempos y aquellos que se negaban a asumir esos cambios... pero sobre todo muestra cómo esta época entre las dos guerras mundiales puso del revés el rol de la mujer en la sociedad británica. Julia, aun siendo mayor en edad, representa el nuevo orden, ese que vivió la Primera Guerra Mundial y puso su libertad por encima de su hogar cuando terminó porque no encajaba en lo que se esperaba de ella; Susan, a pesar de no haber cumplido todavía la mayoría de edad y de la que podría presuponerse ideas más avanzadas, ha vivido siempre entre algodones en un entorno adinerado y culto con un prisma bastante limitado a la hora de contemplar el mundo que le rodea. Las dos son mujeres en un mundo que sigue mirándolas por encima del hombro, pero cada una de ellas vive en un lado completamente distinto de ese cosmos. Y encima en Julia podemos ver reflejado ese mal que un siglo después sigue azotando y masacrando la salud mental femenina: el miedo a envejecer, a engordar, a las arrugas, a no resulta ya atractivas, a no encontrar trabajos que exijan un ideal estético, a no ser ya válidas en una sociedad que no permite que la mujer cumpla años. 
 
En definitiva, tenemos entre manos una novela de esas que se leen con una sonrisa en la boca pero de la que no hay que perder de vista el retrato social que la acompaña. Siempre hay que leer estas historias con un ojo un poco más allá de lo que ofrecen a primera vista, porque si no lo hacemos perdemos ventanas abiertas a una época rebosante de cambios y contradicciones que, por muy lejos que nos pillen en apariencia, no dejan de tener un componente social y humano que nos resulta muy cercano. Si además es Margery Sharp quien está detrás de las páginas, nos encontramos con unos personajes que saben implantar su encanto en cada escena que protagonizan y que nos regalan unos diálogos inteligentes, sutiles y muy muy agudos. Julia es la reina de la función, qué duda cabe, y Sharp la trata con un cariño infinito hasta el mismísimo final, pero no le quitéis los ojos de encima a los demás.
 



 

Margery Sharp (Salisbury, 1905-Aldeburg, 1991) fue una escritora y dramaturga inglesa célebre por sus brillantes comedias sociales y por su serie infantil de Los rescatadores, adaptada al cine por Walt Disney en 1977 y 1990. En sus años de estudiante de Letras y Bellas Artes fue miembro del Equipo Universitario Británico de Debate Femenino, y sus primeros relatos empezaron a aparecer en revistas como Punch, The Saturday Evening Post o Ladies’ Home Journal. En 1930 publicó su primera novela, Rhododendron Pie, a la que le seguirían otras destacadas obras como Cluny Brown, llevada a la gran pantalla por Ernst Lubitsch en 1946, o Britannia Mews y The Nutmeg Tree, ambas adaptadas también al cine de Hollywood de los años cuarenta.

Elegante, ingeniosa, y con una aguda percepción de la naturaleza humana, la obra de Margery Sharp no ha perdido ni un ápice de esa frescura original que encandiló a la crítica y a los lectores de su tiempo.

lunes, 23 de junio de 2025

RESEÑAS (by MH) ::: EL CASO DE FARRIER'S LANE + EL DEGOLLADOR DE HYDE PARK - Anne Perry

 
 
Ya se os habrá olvidado, pero aparte del reto atemporal de Agatha Christie, estoy inmersa en varios más con el objetivo de leer/releer series completas en orden, como es el caso de toda la serie protagonizada por el inspector Thomas Pitt. Bueno, lo cierto es que no os hablo de estas novelas desde 2021. ¿Motivo? Que llegué a leer El caso de Farrier's Lane, que era el que tocaba de la serie, me puse malísima con uno de mis virus estomacales invernales, acabé no reseñándolo porque patatas, y llegó un punto en el que si quería seguir adelante con esto tenía que releer ese libro para opinar en condiciones. Si no tuviese que hablar de él por aquí habría seguido sin más con el siguiente, pero si quiero cumplir con mi propósito de reseñarlos todos... pues eso. Total, que casi cuatro años después retomo este tema, y como hice ya con los últimos libros, os hablo de ellos de dos en dos, que así os doy unas pinceladas rápidas y os canso menos (en realidad solo quiero dejar constancia de la lectura).

Por cierto, que desde esa última entrada de 2021 de la que os hablo ya ha fallecido la autora, Anne Perry, así que huelga decir que las series están cerradas y sé exactamente lo que tengo pendiente.
 
Hoy tocan los libros trece y catorce de la serie: El caso de Farrier's Lane y El degollador de Hyde Park. ¡A por ellos!




 
Título original:
Farrier's Lane

Autora: Anne Perry
Editorial: Debolsillo
Traducción: María José Díez y Diego Friera
Páginas: 497
Fecha de publicación original: 1993
Fecha esta edición: enero 2003
Encuadernación: bolsillo
Precio: descatalogado (disponible de segunda mano)
Imagen de cubierta: Mary Evans Picture Library


El juez Stafford ha sido envenenado con opio y el inspector Pitt es el encargado de investigar este crimen, asunto que cada vez se va haciendo más y más complejo, pues tropezará con una serie de tramas sentimentales entre sus amigos y conocidos, con las contradicciones de la justicia, con el antisemitismo latente en la sociedad victoriana y con las peculiaridades del mundo teatral. Y a medida que sigue investigando, el inspector Pitt irá recomponiendo una triste historia familiar...

Tal como comento arriba, El caso de Farrier's Lane es la decimotercera novela protagonizada por Thomas Pitt (cuando le dejan xD). Para situarnos temporalmente en la historia estamos en el año 1889, unos meses después de los asesinatos de Jack el Destripador, y en ella asistimos (nunca mejor dicho, porque tiene lugar en un teatro) a la muerte del juez Stafford. Thomas Pitt, que está en otro de los palcos, ve cómo el juez empieza a encontrarse mal y es testigo directo de la muerte, así que está metido en el asunto desde el principio. Pronto se descubre lo que se sospechaba, que el juez ha muerto por envenenamiento de opio, y entonces se abren tres vías de investigación: una, que todo sea cosa de su mujer, Juniper, y de un fiscal amigo del matrimonio, porque ambos están, lo que se dice, liados; dos, que todo tenga que ver con el truculento asesinato cometido en Farrier's Lane cinco años atrás y que conmocionó a la sociedad inglesa (el juez formó parte del tribunal de apelación y últimamente estaba removiendo otra vez el caso); tres, cualquier cosa diferente a las otras dos, que, como imaginaréis, no tiene mucho recorrido :).

Perry solía tocar muchos temas contemporáneos a la época en que ambientaba sus novelas, sobre todo sociales, y esta no es diferente. De hecho, el asesinato al que se hace referencia en el título, ocurrido en Farrier's Lane, y alrededor del cual gira todo la trama, se mete de lleno en el antisemitismo del Londres victoriano, que es algo que quien esté acostumbrado a leer ya no solo novelas ambientadas en esa época, sino contemporáneas a ella, ha leído de mil maneras distintas. Este asesinato no solo fue horroroso, sino con un componente considerado blasfemo que aquí no os voy a contar, y eso engendró un odio en el ciudadano de a pie que derivó en revueltas, agresiones e histerismo. Scotland Yard no quiere ni oír hablar de reabrir el caso porque las presiones que sufrieron para detener a alguien cinco años fueron brutales y el propio juicio tuvo lugar en un ambiente muy convulso, pero ¿y si todo se confirma y condenaron a la persona equivocada? Tambien se habla de la guerra del opio y las consecuencias en un Londres cada vez más lleno de adictos, de la crueldad y/o utilidad de la pena de muerte, de lo mal vistos que estaban los actores en aquella época, del oprobio social que provocaban las relaciones románticas cuando la mujer era más joven que el hombre, del movimiento del esteticismo que estaba dando sus primeros pasos en aquella época... y no quiero extenderme más, pero a la Perry no le importaba usar muchas páginas y contar lo que quería contar.
 
En esta novela hay cambios en las investigadoras aficionadas que ocupan muchas veces más paginas que el propio Pitt. Ya os lo he dicho alguna vez, que en estos libros a veces investiga hasta el perro, pero bueno, es lo que hay. No me puedo quejar de la presencia de Pitt en la novela; no es que sea omnipresente, pero comparada con otras, donde tú como lector tenías que investigar donde estaba el propio investigador porque Pitt not found, pues eso... El caso es que la hermana de Charlotte, Emily, está a punto de dar a luz y se ha ido al campo; Gracie, la criada, está orgullosísima de trabajar para el inspector Pitt pero en esta ocasión se limita a hacer su trabajo y abrir los ojos como platos ante cualquier novedad; la tía Vespasia está un poco mustia porque se ha reencontrado con un viejo amor y no nos honra demasiado con su presencia... ¿Quién quedaba entonces como novedad para investigar? ¡La madre de Charlotte! Sí, esa tan estirada que deplora que su hija se haya casado con un policía y que vive por y para seguir a rajatabla la etiqueta social... hasta ahora, claro. ¿Por qué? Porque la señora es viuda desde hace cinco años y se ha enamorado locamente de un actor judío veinte años más joven que ella que encima es un posible candidato a sospechoso (a partir de la palabra "actor" todo es malo, muy malo, para su posición social). Pero nada, que ella se ha puesto el mundo por montera y arrastra a su hija Charlotte por todo Londres para probar la inocencia de su amado. Qué paciencia tiene el pobre Pitt... xD.

¿Qué nos traemos de novelas anteriores? Pues sobre todo la subtrama de Micah Drummond, el jefe de Pitt, por dos motivos. Uno, que en un caso anterior se enamoró de una mujer involucrada en una de las investigaciones (no doy más detalles por si acaso). Esa mujer ahora es viuda pero ha caído en desgracia, así que si decide hacerla su esposa, tendría que dejar su cargo en la policía (aquí creo que debería aclarar que en el siglo XIX, muchos altos cargos dentro de Scotland Yard no se cubrían con policías, sino con caballeros y gente de la alta sociedad que pocas veces pisaban las calles para investigar nada... si Drummond se casa con una mujer caída en desgracia, pierde su posición social y por tanto ya no puede seguir en el Yard). Por otro lado, en el libro anterior, Chantaje en Belgrave Square, se introdujo el Círculo Interno (Inner Circle), una sociedad secreta de comerciantes, financieros y aristócratas que en apariencia hace el bien pero que realmente usa a sus miembros para manipular los estamentos policiales, judiciales y económicos en su propio beneficio... y ay de aquel que se niegue a plegarse a sus exigencias. Bueno, pues aquí volvemos a tener presiones de este Círculo Interno al que pertenece, muy a su pesar, Micah Drummond.

Y llegamos a la resolución... A ver, con que estéis un poco atentos a lo que estáis leyendo, en dos páginas distintas un personaje dice cosas totalmente opuestas y ya sabes que es el culpable. Sí, hay una separación de doscientas páginas y es fácil que se pase... pero si estáis en lo que estáis, de verdad que canta por soleares. La autora vuelve a postergar la conversación con un testigo crucial hasta casi la mitad del libro, cosa que no me parece lógica ni realista. Luego hay algún párrafo importante para la historia que no queda muy claro, y no sé si es cosa de la traducción o del texto original. Y soy muy tiquis, lo sé, pero me ha resultado raro que cierta familia no asocie a Charlotte y a Thomas cuando los conoce por separado usando los dos su apellido Pitt sin esconderlo. ¿No les parece raro que justo en ese momento aparezcan dos Pitt en sus vidas haciendo preguntas? Pero bueno, dejando todo esto a un lado, con estos libros perdono muchas cosas y he disfrutado de la relectura igual que cuando lo leí hace tres años. Sé que no son libros para todo el mundo, que se les podría encontrar muchas pegas y que no son perfectos, pero yo me lo paso pipa leyéndolos y aunque aquí os comente esos peros porque creo que debo hacerlo de manera objetiva, luego leyendo paso de todo eso, la verdad. ¡Y atención, que hay cameo estelar al final del libro de cierto dramaturgo irlandés que encima ayuda a resolver el caso!
 
El asesinato, por así decirlo, de Aaron Godman fue la lenta pasión judicial provocada por el miedo y la ira, pero también por el error de una nación y de lo que pretende ser el sistema judicial que practica. Que existan criminales es un triste hecho de la humanidad. Que existan leyes que, llevadas al límite, infligen un castigo irreparable a un inocente para apaciguar nuestros propios temores constituye una tragedia de un orden mucho mayor. Todos nosotros consentimos,; todos nosotros estamos involucrados.
 
 

 
 
Título original:
The Park Headsman
Autora: Anne Perry 
Editorial: Debolsillo
Traducción: Pedro Fontana 
Páginas: 448
Fecha publicación original: 1994
Fecha esta edición: octubre 2002
Encuadernación: bolsillo
Precio: descatalogado (disponible de segunda mano)
Fotografía de cubierta: @Aci/Mary Evans Picture Library


Una serie de sanguinarias decapitaciones en Hyde Park desatan el pánico en la sociedad londinense. Naturalmente, el espinoso caso recae en el recién ascendido inspector Pitt, y si no lo resuelve en un breve plazo es más que probable que eso le cueste también a él la cabeza, profesionalmente hablando. Pero ni siquiera las sutiles pesquisas de su esposa Charlotte arrojan luz sobre los siniestros sucesos. ¿Conseguirá Pitt disipar las brumas del Londres victoriano para ver la luz en uno de sus casos más difíciles y electrizantes?

Este libro lo comenzamos con algo que ya sabíamos desde el final de la novela anterior: Pitt ha sido ascendido a superintendente tras dejar su cargo Micah Drummond. ¿Qué pasa? Que estos cargos, tal y como comento arriba, no los ocupaban policías, sino caballeros y gente de la alta sociedad que no abandonaban jamás su despacho y simplemente se dedicaban a dar órdenes, codearse con las altas esferas y ejercer de jefes. Era un puesto para señores con pedigrí social, así que huelga decir que el ascenso de Pitt no ha sentado nada bien entre aquellos que hasta hace nada eran sus compañeros y sus iguales. No lo respetan, se muestran insolentes y faltones, le provocan para discutir con él... y Pitt lo entiende, pero no puede consentirlo. Aun así le hacen dudar de sí mismo y si realmente está capacitado para el puesto, y eso es lo peor de todo. Los de arriba no se lo ponen mucho más fácil porque, aunque aceptaron su ascenso por recomendación de Drummond, no le van a perdonar una, algo que resulta evidente cuando se enfrentan al caso que nos ocupa.
 
¿Cuál es ese caso? Pues todo empieza con un oficial de la Marina que aparece decapitado en una barca del Serpentine de Hyde Park, y lo que ya de por sí resulta muy complicado porque son incapaces de encontrar donde se cometió realmente el crimen, la motivación o la más mínima pista, comienza a embarullarse cuando aparecen más cadáveres con la cabeza cercenada y sin aparente relación entre ellos mientras aún vivían. Pitt siente la presión de los de arriba, la presión de sus subalternos, la presión para unirse al Inner Circle, la presión social porque los asesinatos de Jack el Destripador todavía colean y la policía está muy mal vista y la presión de no ser capaz de aguantar en el cargo si no averigua pronto la identidad de quien los periódicos ya llaman El Verdugo. Vamos, que a riesgo de hacer un chiste muy malo, está en juego la propia cabeza de Pitt, porque tiene verdugos propios para dar y tomar deseando cortársela de un tajo.
 
Bueno, lo primero es lo primero, y si estáis atentos ya os habréis dado cuenta. ¿Quién fue el/la lumbreras que decidió traducir este libro como El degollador de Hyde Park? ¿Había leído el libro? ¿Había leído al menos la sinopsis? ¿Alguien se había molestado en decirle de lo que iba? ¿Nadie relacionado con la edición y publicación de este libro tuvo la osadía (o los conocimientos necesarios) de decir en voz alta que lo que hace el asesino del libro es DECAPITAR y no DEGOLLAR... que ambas cosas NO significan lo mismo? Es que no daba crédito cuando empecé a ver el modus operandi de los asesinatos. No tienen ninguna excusa.
 
Dejando esto a un lado, en el aspecto social contemporáneo a la época tenemos nuevamente las muchas alusiones al caso irresoluto de Jack el Destripador, que lleva coleando unos cuantos libros de la serie porque fue un descrédito para Scotland Yard y se llevó por delante el respeto de la gente por el cuerpo policial; se habla de los aires anarquistas que llegaban desde Europa, del eterno conflicto con Irlanda y los atentados fenianos, de la pobreza que alcanzaba ya a millones de personas en el imperio, de la mala opinión sobre la monarquía y una reina enclaustrada desde hacía décadas con un heredero que se daba la vida padre sin hacer nada por su país... la violencia en las calles es latente y cualquier chispa puede significar la destrucción. Aun así también hay apuntes más ligeros y de cotilleo social, y ya que estamos en 1890-91, Perry introduce la riña que separó a Gilbert y Sullivan, los compositores de operetas más famosos de la época victoriana (bueno, tuvieron muchas discusiones por mil motivos, pero en la novela aparecen en el momento en que se separaron y empezaron a colaborar con otros autores... luego se reconciliaron, pero ese es otro tema).
 
Y si algo no puede faltar en estas novelas son las subtramas familiares. Con el ascenso también viene una mudanza de los Pitt a una casa más espaciosa y más acorde con sus nuevos ingresos, así que Charlotte se pasa todo el libro decidiendo el color de las paredes y peleándose con el constructor que preferiría estar recibiendo órdenes de un hombre, no de una mujer. Su madre, Caroline, prosigue con su nueva y liberada forma de vivir la vida que ya comenzó en el libro anterior gracias a su relación con un actor mucho más joven que ella y su inmersión en el mundo bohemio londinense (con las consiguientes habladurías, la más que posible caída en desgracia social y el espanto de sus hijas y su suegra... ¡lleva turbantes y vestidos que no marcan la cintura!). Emily, por su parte, ya recuperada de su parto, ahora se halla inmersa en la campaña política de Jack, su segundo marido, al Parlamento. Y aquí debo volver  a hablar del Inner Circle, que ya he nombrado arriba y que nos acompaña desde hace varios libros: una hermandad infiltrada en todos los estratos sociales con una cara visible buena (cuantiosas donaciones a causas sociales, lucha contra las injusticias, etc...) pero en la que sus miembros permanecen en la sombra, no se conocen entre ellos y tienen que estar a disposición de los que mandan para cualquier cosa que les pidan... y cuando digo cualquier cosa ES cualquier cosa, quieran o no quieran llevarla a cabo si no quieren sufrir ellos mismos las consecuencias. Pitt y Jack ya saben como se las gastan por hechos ocurridos anteriormente, a los dos les han ofrecido unirse y los dos han rechazado la propuesta, y eso puede costarles muy caro a ambos, tanto a Pitt en su trabajo como a Jack en su carrera hacia el Parlamento. Y lo del Inner Circle seguirá durante muchas entregas de la serie, ya dije en su día que era algo así como el archienemigo de Pitt a lo largo de los años.
 
Sobre la resolución, me hace muy feliz que Pitt sea el encargado exclusivo del caso, que sea él quien lo resuelva y, en fin, que no parezca que lo hace cualquiera menos él, como ocurre otras veces (aún así Perry no puede evitarlo y nos ofrece una escena final un poco tonta y muy prescindible a cargo de Charlotte y Emily porque parece que si ellas no descubren algo, no se queda tranquila). ¿Hay peros? Algunos, como siempre en estas novelas. A ver, es mi primera lectura de esta historia y he adivinado sin problemas y con mucha antelación al asesino/s (sip, lo dejo así...), pero bueno, eso no es malo per sé, me pasa con muchas novelas de este tipo. Sí que creo que se repiten mucho las escenas en las que el subjefe Farnsworth va al despacho de Pitt a gritarle que es un incompetente y que no tenían que haberlo ascendido: una bien, dos también, tres vale... pero joer, es que son un montón y se hace pesado. Y reitero una queja del libro anterior porque vuelve a pasar en este: no se entiende que Pitt se presente en casa de los sospechosos veinte veces con su nombre, y que luego Charlotte vaya a cotillear a esas casas a ver de lo que se entera también con su nombre, y que nadie, NADIE, relacione que esos dos Pitt tienen algo que ver entre ellos ni se haga preguntas al respecto. Espero que no sea la norma a partir de ahora porque no es creíble.

Aun así, siempre os lo digo: os comento estos peros porque debo hacerlo de manera objetiva que para eso estoy aquí, pero personalmente me dan bastante igual mientras leo las novelas y las sigo disfrutando mucho (bueno, "casi siempre" me dan bastante igual... yo soy mucho más de Pitt que de Charlotte, lo he dicho muchas veces, y hay cosas que bueno, en fin...).

 

Con mucha frecuencia, buena parte de ese dolor es cólera. Uno experimenta soledad, resentimiento por lo doloroso de la situación, culpa por todo aquello que uno no hizo o dijo y miedo ante la enormidad de la muerte. No se puede hacer nada contra ella. Esa cólera puede volverse contra aquellos de quienes uno debería estar más cerca. La gente suele sentirse aislada en su pérdida, como si nadie más sufriera tanto como ellos, o como si no sufrieran lo suficiente.

 

Un apunte aunque esto se alargue un poco. Jamás hago alusión en las reseñas al pasado de Anne Perry, del que tampoco voy a hablar ahora salvo para comentar una curiosidad que he descubierto al leer esta novela. El degollador de Hyde Park se publicó en 1994. Ese mismo año se estrenó Criaturas celestiales, del director Peter Jackson, donde se narraba un hecho real en el que dos adolescentes asesinaban a la madre de una de ellas. Un periodista se puso a indagar qué había sido de esas dos adolescentes (de las que no se sabía nada por aquel entonces) y descubrió que la (ya por aquel entonces) famosa escritora Anne Perry era una de ellas. Lo hizo público, y fue en ese momento, no antes, cuando el pasado de Perry fue expuesto al público. Hasta entonces había sido una autora más que se ganaba la vida escribiendo sus novelas de misterio y ya. El degollador de Hyde Park fue, por así decirlo, la última novela que Anne Perry publicó con su pasado en el anonimato. Y no solo eso, es que toda la vida que se había construido en Escocia, donde nadie sabía quien era, saltó por los aires. La tormenta mediática fue enorme, muchos compañeros escritores le dieron la espalda (otros muchos permanecieron a su lado) y aunque no creo que eso se note en obras posteriores, dejo aquí constancia por el hecho en sí mismo. 

 



Anne Perry nació en Blackheath, Inglaterra, en 1938. Su escolarización fue interrumpida en varias ocasiones por los frecuentes cambios de domicilio y sucesivas enfermedades, que la llevaron a dedicarse apasionadamente a la lectura. Su padre trabajó como astrónomo, matemático y físico nuclear. Él fue quien la animó a dedicarse a la escritura. Tardó veinte años en publicar su primer libro. Durante todo ese tiempo realizó diferentes trabajos para ganarse la vida y dedicarse a lo que realmente era su pasión: escribir. Su primera novela sobre la serie del inspector Pitt, editada en 1979, fue Los crímenes de Cater Street. Anne Perry se ha consagrado como consumada especialista en la recreación de los claroscuros, contrastes y ambigüedades de la sociedad victoriana. Su serie de novelas protagonizadas por el inspector Pitt y Charlotte, su perspicaz esposa, es seguida por millones de lectores en todo el mundo. Falleció en 2023.