lunes, 15 de septiembre de 2025

RESEÑA (by MH) ::: LA SEÑORA McGINTY HA MUERTO - Agatha Christie


 
Título original: Mrs. McGinty's Dead
Autora: Agatha Christie
Editorial: Círculo de Lectores
Traducción: Guillermo López Hipkiss
Páginas: 288
Fecha de publicación original: 1952
Fecha esta edición: 1993
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogado




 
 

 
 
Hoy es un día especial porque es la onomástica de tita Agatha, que nació tal día como hoy hace 134 años, una fecha clave para todos los amantes de la literatura de misterio. 
Así que mi homenaje es seguir viento en popa y a toda vela con mi reto atemporal leyendo su bibliografía, y hoy toca una muy buena novela protagonizada por Poirot (¿quién si no?). Estamos ya en el año 1952 y a estas alturas os he traído al blog más de cincuenta reseñas en este reto... y las que quedan. 
 
En un momento de enorme aburrimiento existencial, Poirot recibe la visita del superintendente Spence (a quien conocimos en Pleamares de la vida). Spence necesita la ayuda del detective belga, aunque la situación es peculiar. Resulta que cinco meses atrás murió asesinada la señora McGinty en su casa. A Spence se le ordenó investigar y reunir pruebas, cosa que hizo y entregó a sus superiores. Esas pruebas apuntaban como sospechoso a Bentley, el joven inquilino que vivía con la buena mujer. El juicio se ha celebrado recientemente y Bentley ha sido hallado culpable de asesinato y condenado a muerte. ¿Cuál es el problema? Que Spence no cree que sea el asesino. Sí, él hizo su trabajo y todas las evidencias apuntaban hacia él, pero algo le dice en las tripas que no es culpable, y no está dispuesto a que un inocente acabe en la horca. La ejecución será dentro de pocas semanas, el tiempo apremia y solo Poirot puede solucionar este problema. Él accede más por amistad y por respeto a Spence que por otra cosa, y además lo hace de manera gratuita. Tiene mucho tiempo libre y no le importa dedicarlo a una situación tan peculiar. Lo mismo descubre que el veredicto es correcto y Bentley es culpable, pero... ¿y si descubre lo contrario? A la campiña se ha dicho.
 
Antes de nada, hay que señalar que, una vez más, Agatha usa un elemento infantil como leitmotiv de la trama. En otros casos han sido canciones (un poco truculentas para ser infantiles, todo sea dicho), y en este caso es un juego. La forma en que se jugaba la narra el propio Spence en cierto momento, así que os la transcribo:
 
Lo jugábamos cuando éramos chiquillos. Nos poníamos en fila. Preguntas y respuestas corrían a lo largo de la hilera: «¡La señora McGinty ha muerto!». «¿Cómo murió?». «¡Con la rodilla en tierra como yo!». «¿Cómo murió?». «Con la mano tendida, como yo». Y henos allí todos, con una rodilla en tierra y el brazo derecho alzado y tieso. Y, de pronto, la puntilla: «La señora McGinty ha muerto». «¿Cómo murió?». «¡Así!». «¡Paf!». El primero de la fila caía de lado, derribándonos a todos como si fuéramos bolos. —Rio ruidosamente al recordarlo—. ¡Me siento niño otra vez!

 

Ya metidos en harina, al comienzo del libro tenemos a un Poirot muy muy aburrido y muy muy solo. Su único entretenimiento es disfrutar de la buena comida, pero como él mismo razona, eso solo puede hacerlo tres veces al día (lo de la hora del té no va con él). ¿Qué hacer el resto del tiempo? No tiene aficiones ni pasatiempos (salvo investigar qué nuevo restaurante visitar ), se siente viejo y hasta se acuerda del bueno del capitán Hastings, pero lo hace de un modo... peculiar:

 

Si al menos tuviese  a mano a ese cher Hastings [...] El primer amigo que tuve en este país y el más querido de todos, todavía. Cierto que con frecuencia me enfurecía. Pero ¿acaso me acuerdo de eso ahora? No. Recuerdo tan solo su incrédulo asombro, su boquiabierta apreciación de mis talentos... la facilidad con que le engañaba sin decir una sola palabra que no fuera cierta, su frustración, su estupenda sorpresa cuando, por fin, percibía una verdad que, para mí, había resultado clara desde el primer instante. Ce cher ami! Es mi debilidad, siempre ha sido mi debilidad desear lucirme, darme importancia... Esa debilidad, Hastings nunca la comprendió. Pero un hombre de mis habilidades necesita admirarse y que le admiren... Y para ello precisa de un estímulo exterior. No puedo, en verdad que no puedo, pasarme el santo día sentado en una silla pensando en lo admirable que soy. Es necesario el amigo, el aguijón que espolee, la vaina, el contraste...

 

Vamos, que lo echa de menos porque no tiene a nadie que lo mire con la boca abierta impactadísimo por lo inteligente que es. Ver para creer xD En cualquier caso, a  lo largo de la novela hay constantes alusiones a la vejez de Poirot, al hecho de que la gente joven ante quien se presenta como un pavo real no lo reconoce... es un Poirot en horas bajas. Si él supiera que aún le quedaban más de dos décadas de vida literaria...

Vaya, que Poirot está muy aburrido y accede a lo que le pide Spence, así que aquí ya se abre la trama. Al principio Poirot afirma que el interés de este caso parece estar en el asesino, no en la víctima, aunque luego se demuestra que anda muy errado.. La pobre señora McGinty era viuda, se ganaba un dinero alquilando una habitación al señor Bentley y además era la señora de la limpieza de varias casas de los alrededores. Al parecer le gustaba un poco fisgonear donde no debía y era algo sabido por sus empleadores, pero es tan difícil encontrar una buena mujer de la limpieza que lo dejaban pasar. Bentley, por su parte, es un tipo tan antipático y desabrido que se quitan las ganas de buscar a otro sospechoso para liberarlo a él. Poirot tiene un par de entrevistas con él (solo asistimos a una, la otra tiene lugar fuera de página) y la impresión que se lleva no es demasiado buena. En todo caso resulta curioso que de Bentley oímos hablar constantemente como sospechoso, sobre su personalidad, sus motivaciones, sus rarezas, todo gira alrededor de salvarle el cuello... pero solo aparece en una escena en todo el libro. Y lo cierto es que Poirot se pasa buena parte de las páginas dudando si Bentley es realmente culpable y si está perdiendo el tiempo. Solo está seguro de que está tras la buena pista cuando sucede algo (que no os cuento) en una estación de tren después de visitar todas las casas donde trabajó la señora McGinty. Ahí confirma que ha removido el avispero y una de las avispas está asustada y cabreada, así que hay motivos para pensar que alguien lo organizó todo para inculpar a Bentley.

A todo esto, tenemos una aparición estelar en la novela, porque no solo recuperamos al superintendente Spence, sino que Ariadne Oliver (la excéntrica escritora de novelas de misterio sin igual que se pone muchas flores como si fuera ella quien resuelve los misterios cuando coincide con Poirot), también está en el pueblo (a Ariadne la conocemos de Cartas sobre la mesa y suele actuar dando voz a lo que Agatha piensa como escritora). ¿Qué sería de las novelas de ficción sin las casualidades? Pues ahí está Ariadne, que está trabajando codo con codo con uno de los habitantes del pueblo para adaptar una de sus novelas al teatro, y no solo hace sus pesquisas independientes de las de Poirot, sino que casi enseguida tiene claro quien es el culpable (según ella) y no entiende por qué el belga pierde tanto tiempo si está todo a la vista (...). Pero quizás lo más importante de la inclusión de Ariadne Oliver en esta novela es que Agatha, por lo que sea, tenía ganas de rajar un poco sobre el mundo editorial. ¿Qué hace? Pues ante todo reírse de sí misma y de las críticas que reciben sus libros, pero también le lanza alguna pulla a su Poirot sobre la edad que se supone que tiene a estas alturas y deja entrever algo que yo llevo diciendo desde hace tiempo en las reseñas: que a partir de cierto momento resulta evidente que Agatha usaba al belga porque se lo exigían, porque era lo que los lectores querían, pero en muchas novelas está metido con calzador y apenas tiene presencia salvo al final. Puro márketing para poder decir que es una novela del detective. Leyendo estos pasajes he confirmado que no me lo estaba inventando ni imaginando, porque además parece que Agatha no le tenía ya ningún cariño al personaje. Por otro lado, también da su opinión sobre cómo se reparte el dinero que da un libro y las adaptaciones que se hacen de ellos (que tome nota Kenneth Branagh, porque parece que esto está escrito pensando en él xD):

 

Que me ahorquen si sé por qué me dejé meter en jaleo semejante. Mis libros me dan ya dinero suficiente... es decir, los chupasangres se llevan la mayor parte, y si ganara más, más se llevarían; por lo tanto no me mato demasiado. Pero no tiene usted la menor idea de lo angustioso que resulta que le tomen a uno de sus personajes y le hagan decir cosas que jamás hubiesen dicho ellos, y hacer cosas que no hubieran hecho jamás.

 

Por ir cerrando, en La señora McGinty ha muerto Poirot tarda mucho en dar con la solución del misterio, no es de esos libros donde sabe que lo tiene todo más o menos claro cuando aún falta mucho para el desenlace y solo se está haciendo el interesante y recabando pruebas. Aquí no, le cuesta, el caso es difícil. Para compensar, nos ofrece al final de la trama su típico corrillo con todos los sospechosos donde se dedica a poner nudos en el estómago indiscriminadamente hasta que señala al verdadero culpable (anda que no se ha imitado/homenajeado esto en múltiples historias de detectives). Me ha gustado mucho, si lo había leído antes lo había olvidado por completo. No os  he hablado de absolutamente ninguno de los personajes que habitan ese pueblo y son potenciales sospechosos porque hay muchos y salvo liaros, poco os ayudaría a entender la trama, Ya los conoceréis si os animáis a leerlo, pero tened por seguro que hay mucho secreto escondido (de hecho se vuelve a aludir a cómo era la vida en la campiña en la posguerra, la desconfianza ante quien no se conocía y como muchos reinventaron sus pasados y biografías aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid). Tampoco os he habado de lo mal que le dan de comer a Poirot en ese lugar y lo mucho que sufre por ello porque bastante se queja ya él en la novela xD.

No puedo terminar esta entrada sin hacer alusión a las notas a pie de página del traductor. Decir que son peculiares se queda muy corto. Este señor se dedica a dar su opinión sobre los personajes o le habla al lector como si fuera tonto y le diera información que ya debería saber. Mira que me he encontrado notas raras, pero como estas, ninguna. Os dejo tres ejemplos:
 
*Robin es algo afectado hablando (N. del T.) 
 
*Por si alguno no lo supiese... (N. del T.)
 
*Aunque están claras, por si algún lector no las ve, ahí van las metáforas... (N. del T.)
 
Ah, otra cosa: la editorial Penguin está traducida como Pingüino. No comments. Molino y sus traducciones... que la edición es de Círculo de Lectores pero la traducción está cedida por Molino de mis amores :)
 

 

 


Agatha Christie (1891-1976) es conocida en todo el mundo como la Dama del Crimen. Es la autora más publicada de todos los tiempos, tan solo superada por la Biblia y Shakespeare. Sus libros han vendido más de un billón de copias en inglés y otro billón largo en otros idiomas. Escribió un total de ochenta novelas de misterio y colecciones de relatos breves, diecinueve obras de teatro y seis novelas escritas con el pseudónimo de Mary Westmacott.

Probó suerte con la pluma mientras trabajaba en un hospital durante la primera guerra mundial, y debutó con El misterioso caso de Styles en 1920, cuyo protagonista es el legendario detective Hércules Poirot, que luego aparecería en treinta y tres libros más. Alcanzó la fama con El asesinato de Roger Ackroyd en 1926, y creó a la ingeniosa miss Marple en Muerte en la vicaría, publicado por primera vez en 1930.

jueves, 11 de septiembre de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL VIENTO EN EL ROSAL Y OTRAS HISTORIAS DE LO SOBRENATURAL - Mary E. Wilkins Freeman




Título original: The Wind in the Rose-Bush, and Other Stories of the Supernatural
Editorial: La Biblioteca de Carfax
Traducción: Shaila Correa
PrólogoAna Morán Infiesta
Páginas: 202
Fecha publicación original: 1903
Fecha esta edición: enero 2021
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 17 euros
Ilustración de cubierta: Rafael Martín Coronel




Mary E. Wilkins Freeman utiliza estas historias sobrenaturales, en las que suelen abundar las casas encantadas, para tratar temas mucho más espinosos como son el dolor, la pérdida, la frustración femenina e incluso el abuso de menores. Se sirve de tranquilas y reconfortantes localizaciones regionales y domésticas para adentrarse en terrenos inexplorados y perturbadores. 

Los relatos son los siguientes:  «El viento en el rosal»,  «Las sombras en la pared», «Luella Miller», «La habitación sudoeste», «El solar vacío» y «El fantasma perdido».
  
 
Poco a poco me voy haciendo con todas las antologías de relatos góticos o sobrenaturales que
La biblioteca de Carfax está publicando de autoras clásicas, y de hecho en leído en pocos días dos de esos volúmenes: Relatos sombríos, de Edith Nesbit, y El viento en el rosal y otras historias de lo sobrenatural, de Mary E. Wilkins Freeman. En formato de reseña larga solo os voy a hablar de este último porque no me da la vida, pero del de Nesbit ya os hablaré en las reseñas minus cuando pueda y corresponda (que menudo atasco llevo también por ese frente...). 
 
En realidad esta es la segunda antología de relatos que leo de esta autora, aunque la otra, Algunas mujeres, publicada en 2018 por La isla de Siltolá, no llegué a traerla al blog (creo que este libro se le escapó a la autora de la introducción, porque dice que hasta la publicación de El viento en el rosal solo se había traducido un relato de Freeman al castellano incluido en una antología de la editorial Valdemar). En todo caso, y por si a alguien le interesa, Algunas mujeres incluye historias costumbristas protagonizadas por mujeres de todo tipo y condición ambientadas en su Nueva Inglaterra natal, y me gustó mucho, igual que el que traigo hoy. ¿Quién era Mary E. Wilkins Freeman? Pues empezó a ganarse la vida como escritora desde adolescente publicando historia y poesías juveniles, y además del tipo de relatos costumbristas que os comento arriba, también se adentró en territorio sobrenatural, que es el que hoy nos ocupa. Solo escribió una novela, Pembroke, que cruzaremos los dedos para poder leer en algún momento en castellano. Su obra suele ambientarse en Nueva Inglaterra, la región estadounidense donde nació, y aunque en realidad su producción no fue demasiado extensa, en 1926 llegaron a concederle la primera medalla William Dean Howellss (otorgada por la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras) para honrar toda su carreraSoltera hasta los cuarenta años, se casó con un señor del que pronto se divorció porque empinaba el codo más de la cuenta (y este dato, el de la prolongada soltería, lo introduzco porque era un tema muy presente en su obra y sus protagonistas eran en muchas ocasiones mujeres solteras de diversas edades).
 
Dicho todo esto, os cuento brevemente sobre cada uno de de los relatos. 
 

El viento en el rosal. Tras fallecer su cuñado, Rebecca va a recoger a su sobrina Agnes al hogar donde vive para llevársela con ella. Allí le recibe la segunda esposa de su cuñado, que se comporta de una manera extraña. Rebecca intenta ser paciente y no darle importancia... de no ser porque dos cosas ocurren desde el primer momento: una es que hay un rosal en el patio delantero que se mueve azotado por un viento inexistente que no sopla en ningún otro sitio; la otra es que en varias ocasiones le parece ver llegar a su sobrina, incluso la oye, pero nada, nunca llega, siempre está en casa de otra persona, visitando a alguien, de viaje a algún sitio... Agnes no aparece y su madrastra no deja de dar excusas sin parecer demasiado preocupada.
 
Las sombras en la pared
. Tres hermanas se reúnen en la casa donde viven dos de ellas ante la muerte de su hermano Edward. Al parecer Edward había discutido con otro de sus hermanos, Henry, la noche antes de morir. De hecho las tres hermanas se comportan de manera muy rara ante su hermano Henry, como si le tuvieran miedo, y además está esa sombra que ha comenzado a aparecer en el estudio en cuanto anochece y encienden las lámparas... y esa sombra se parece sospechosamente a la de su hermano fallecido, Edward.
 
Luella Miller. Luella Miller es una joven que jamás en su vida ha hecho nada porque todo aquel que la conoce, sea hombre o mujer, la idolatra de tal manera que dedican su vida por y para ella, matándose a trabajar y hacer todo tipo de tareas para que no mueva un dedo. Y no solo eso, es que todas esas personas, en pocos meses, acaban muriendo totalmente consumidas mientras Luella cada vez está más sana y radiante. Comienzan las habladurías en el pueblo, Luella sigue engatusando a la gente para que hagan todo por ella y mueran en el proceso, pero finalmente da con la horma de su zapato: una vecina que ha sido testigo de todo y está decidida a poner fin a la situación.
 
La habitación sudoeste. Las señoritas Gill han heredado una casa familiar y deciden alquilar las habitaciones para ganarse la vida. Ya tienen tres inquilinos cuando llega una maestra a pasar el verano, y solo pueden darle la habitación donde murió su tía Harriet. Una hermana tiene pavor a entrar en ese dormitorio porque ha visto cosas raras; la otra es más descreída y no cree en esas cosas. Sea como fuere, lo cierto es que desde el primer momento empiezan a suceder cosas en esa estancia, y uno por uno todos los inquilinos deciden probar suerte y demostrar que ahí no pasa nada... que tengan éxito o no es otra cosa.
 
El solar vacío. Una familia decide mudarse a la ciudad y compran una casa que sorprendentemente está a la venta por un precio mucho menor de lo que debería. En esa casa hay un solar donde se tiende la ropa y pronto empiezan a suceder cosas extrañas tanto en el solar como dentro de la casa: espejos que se rompen, cuadros que se caen, olores que no se sabe de donde vienen, cortinas que se mueven solas... Hasta que una noche, mientras todo están en el salón, se llevan el susto de su vida.
 
El fantasma perdido. Dos ancianas están con su costura cuando empiezan a hablar de casas encantadas y una le cuenta a la otra una experiencia que tuvo de joven cuando se hospedaba en casa de dos hermanas. Llevaba allí unas semanas cuando empezó a ver a una niña que aparecía de la nada buscando a su madre y que volvía a desaparecer. Las hermanas ya la habían visto aunque no hubiesen dicho nada, y sabían que algo había pasado en esa casa antes de que ellas la compraran, pero el vendedor de la inmobiliaria se lo había ocultado... y ese algo estaba relacionado con una madre y su hija.
 
Aunque se cree que fueron escritos en el siglo XIX, estos seis relatos se publicaron juntos en un solo volumen en 1903. Si os fijáis,  las protagonistas son casi siempre mujeres, 
y se repiten ciertas pautas: suelen ser hermanas (dos, tres...), en  ocasiones esas hermanas comparten un negocio juntas (que consiste en alquilar habitaciones en la casa en la que viven), se repite la situación de que estas hermanas son solteronas y jamás se han casado, suelen tener apuros económicos o no andan demasiado holgadas en ese aspecto... en realidad, el único relato que rompe un poco con toda esta tónica es El solar vacío, que no solo está protagonizado por un matrimonio y sus hijos, sino que viven holgadamente y en la opulencia. Luella Miller también va por otros derroteros pero por motivos muy diferentes, y aun así sus protagonistas también son mujeres. Y es que en casi toda su obra Freeman buscaba representar a mujeres excepcionales con vidas ordinarias, que salían adelante a pesar de las dificultades, que no tenían miedo a buscarse la vida ni a salirse de la norma que exigía la sociedad. Freeman construyó su propio arquetipo de heroína literaria y tanto en estas historias sobrenaturales como en las costumbristas que también he leído esquiva cualquier tipo de sentimentalismo o ñoñería.
 
Esta es de esas antologías de relatos en los que no hay ninguno malo, ninguno de relleno, ninguno para "cubrir un cupo". Freeman escribía muy bien, sabía cómo ambientar sus historias y trabajaba mucho la tensión y los diálogos (algo que resulta muy evidente en Las sombras en la pared, que no cuesta nada imaginar sobre las tablas de un escenario teatral). Tenemos hechos sobrenaturales, fantasmas tanto adultos como infantiles, una vampira muy peculiar que no chupa sangre pero sí la energía vital de aquellos que deciden acercarse a ella... Puedes anticipar más o menos lo que está pasando o lo que va a ocurrir (eso ya depende mucho de cada tipo de lector), pero eso no influye absolutamente en nada en la experiencia lectora. Siempre os digo lo mismo, los relatos góticos o sobrenaturales clásicos hay que leerlos en su contexto, no busquéis lo que ofrece el horror literario actual, porque en muchas ocasiones las escritoras lo usaban para dar visibilidad a la situación de las mujeres en la época que en fueron escritos.
 
Freeman es una autora muy recomendable. Tenemos poco para elegir en español pero lo poco que tenemos es variado y da muestra de su versatilidad. Tanto en sus relatos costumbristas como góticos destaca, y es una muestra más del talento femenino que existía a finales del XIX y principios del XX en la narrativa corta. 
  
  
 

 


Mary Eleanor Wilkins Freeman
nació el 31 de octubre de 1852 en Randolph, Massachusetts, pero se mudó con su familia a Brattleboro, Vermont, en 1867.
Se educó en el Seminario Femenino Mt. Holyoke. Tras la muerte de sus padres y su hermana, en 1883 decidió volver a Randolph a vivir con una amiga de la infancia. Fue en esta época cuando comenzó a desarrollar profesionalmente su carrera literaria. Obtuvo una gran acogida, tanto de crítica como de lectores, a los que encandiló con su estilo costumbrista y sus tramas ambientadas en Nueva Inglaterra. Fue una escritora prolífica: quince volúmenes de relatos, tres obras de teatro, tres volúmenes de poesía y ocho libros infantiles.
A través de sus personajes Mary Wilkins Freeman buscó demostrar sus valores feministas y desafiar las ideas preestablecidas de su tiempo respecto a los roles femeninos. En 1926 le fue otorgada la medalla William Dean Howells de la Academia de las Artes y las Letras de EE. UU.
Murió en Metuchen, Nueva Jersey, a la edad de setenta y siete años.

lunes, 8 de septiembre de 2025

RESEÑA (by MH) ::: LA VIRTUD DE CHECCHINA - Matilde Serao


 
Título original: La virtù di Checchina
Autora: Matilde Serao
Editorial: Ardicia
Traducción: Pepa Linares
Posfacio: Natalia Ginzburg
Páginas: 92
Fecha publicación original: 1884
Fecha esta edición: marzo 2015
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 14 euros
Ilustración de cubierta: Alice Provensen 
Checchina, esposa de un grosero médico romano, ve transcurrir sus días en la discreta monotonía de una apacible vida burguesa, ajena a cualquier preocupación que no sea el mantenimiento de la casa y lidiar con su incapacidad para imponerse a su criada, la beata Susanna, y a las confidencias amorosas de su amiga Isolina. Pero su aletargada feminidad irá despertando al descubrir el encanto de lo mundano a raíz de un encuentro casual con el seductor marqués d'Aragona. En La virtud de Checchina (1883), Matilde Serao consigue que la bondad innata de su protagonista, con todos los reparos y vacilaciones que condicionan continuamente sus acciones, establezca una inmediata empatía con el lector, que no puede más que dejar escapar una sonrisa y conspirar con esta peculiar Emma Bovary italiana en la siempre postergada realización de sus deseos.
 


 
 
Sigo con mi proyecto de leer todo lo que pueda de la desaparecida editorial Ardicia, y le ha tocado el turno a
La virtud de Checchina, de la autora italiana Matilde Serao, a la que últimamente está recuperando la editorial Libros de Seda pero de quien ya se publicó este relato largo (o novela corta, cortísima) allá por 2015. Y digo relato largo porque aunque constan noventa y dos páginas en la edición, la historia abarca unas sesenta y cinco como mucho; la autora va muy al grano, la trama está muy clara desde el principio, los personajes solo necesitan una pinceladas para estar perfilados y, en fin, que es de esas historias breves que no necesitan mucho más para ser contadas.
 
Checchina vive en Roma y está casada con Toto Primicerio, un médico cirujano de segunda categoría que trabaja en el hospital de Santo Spirito y tiene una consulta privada en la que apenas atiende a nadie. Un día comunica a su mujer que ha invitado a comer al marqués d'Aragona, un atractivo noble que se codea con la aristocracia y con el que entraron en contacto en un viaje reciente. A partir de este momento comienzan las preocupaciones de Checchina, no solo porque su casa es una casa burguesa con muchas limitaciones económicas por culpa de la tacañería de su marido y le da vergüenza no estar a la altura, sino porque el marqués no se corta un pelo y en cuanto se quedan solos le besa el cuello y la invita a un encuentro en su pisito de soltero. Le da incluso fecha y hora. Ella en un principio reniega de boquilla, pero luego dice que sí, que acudirá a la cita... pero ya veremos como van saliendo las cosas.
 
Pues esta es ni más ni menos que la historia que se plantea en esta breve narración. ¿Qué tenemos en ella entonces? Pues un matrimonio en el que resulta evidente que no hay ningún tipo de pasión ni muestras de cariño. No es que se porten mal el uno con el otro, simplemente están casados y conviven en una rutina apática y sosa sin fin que no lleva a ninguna parte. Él es un avaro de cuidado y lleva la economía de la casa a rajatabla, está muy orgulloso de su mujercita pero poco más. Ella... bueno, ella está considerada una esposa modelo, pasa sus días encerrada en casa con sus quehaceres y ya, esa es toda la salsa de su vida. ¿Con quién se relaciona entonces a excepción de su marido? Por un lado con su amiga Isolina, que es todo lo contrario a ella: una libertina que va de amante en amante a pesar de estar casada y que anda siempre pidiendo dinero o endeudándose porque se gasta un dineral en acicalarse para sus citas secretas; por el otro, con
 su criada, Susanna, una beata romana de pies a cabeza que refunfuña mucho, critica cualquier cosa que considera inmoral y no pierde a su señora de vista. Este es todo el mundo de Checchina, así que no debe extrañar que cuando el marqués le pide que sea su amante, a ella, que jamás se le había pasado nada parecido por la cabeza, se le enciendan las entrañas y decida que necesita esa aventura, esa salida del tiesto... ese soplo de aire distinto en su vida.
 
Pero claro, una cosa es decidirse a ser infiel y otra que se alineen los chakras y todo salga como es debido. Entre coser, limpiar el polvo y barrer, la pobre Checchina empieza a tener ensoñaciones con ese pisito de soltero, con la voz del marqués, su olor, lo bien que estaría acurrucada entre sus brazos... pero muchas cosas se complican. ¿Lo primero? El dichoso dinero. No tiene nada que ponerse, lo que tiene está muy desgastado, pero a ver de donde saca liras para todo eso. La ropa rica y elegante otorga belleza a la mujer, pero ella va a tener que apañarse sin eso. Ni se le pasa por la cabeza pedirle dinero a su marido. Mira que si tiene que endeudarse como su amiga Isolina... ¿Lo segundo? Evitar la vigilancia intensiva de Rottweiler a la que le tiene sometida Susanna, porque ella, que nunca sale de casa, a ver qué se inventa para salir de ella y que su criada no le haga preguntad recelosas o insista en acompañarla. ¿Lo tercero? Detalles, muchos detalles: cuanto tarda en llegar al pisito, la mejor ruta para no encontrarse con nadie conocido, estar pendiente del tiempo por si llueve, y encima se da cuenta de que el día de la cita es viernes trece, con el mal fario que da eso.. Lo de ser infiel es muy complicado cuando tienes marido, criada y eres pobre, pero Checchina está dispuesta a todo.
 
¿Consigue llevar a cabo su infidelidad?
 Pues no seré yo quien os lo diga, obviamente. Esta es de esas historias en las que aparentemente no pasa nada o muy poca cosa (como bien dice Natalia Ginzburg en el epílogo que incluye la edición.). Tan solo asistimos a todo lo que se le pasa por la cabeza a Checchina mientras planifica acudir a esa cita, y si os dais cuenta en ningún momento os he dicho que haya cuestiones éticas o morales por medio porque a Checchina no se le pasa por la cabeza que lo que hace está mal ni tiene remordimientos; todos los impedimentos y las dificultades son de tipo funcional y práctico. Es decir, que no estamos ante una historia con moralina ni pretende Serao sermonearnos sobre la fidelidad; no, la narración rezuma ironía, austeridad y concreción. 
 
Las frases mordaces de Susanna y la cháchara descarada y atrevida de Isolina contrastan con la sencillez de Checchina a la hora de comunicarse con todo el mundo. Serao necesita muy poco para contarnos mucho, no escatima en detalles a la hora de describir todo cuanto rodea o hace Checchina, pero esas descripciones eluden cualquier tipo de artificio y nos ubican de lleno en ese hogar. Nada más comenzar la novela ya conocemos a todos los personajes, sabemos como son, están perfectamente trazados, y a quien menos conocemos, al dichoso marqués, queda al margen porque ese es su papel: ser el motor de la historia, la excusa para sacar a Checchina de su desidia vital y marital, pero como personaje en sí mismo da igual. La virtud de Checchina se lee con una sonrisa, es breve como un suspiro y mantiene la intriga sobre ese encuentro hasta el final. Un parpadeo y estamos en la Roma de finales del siglo XIX donde el beaterío y el virtuosismo femenino se daban la mano con la curiosidad sexual, y todas tan amigas y cubriéndose las espaldas.
 
En la sinopsis se habla de una peculiar Emma Bovary italiana, y bueno, con todo lo que estoy diciendo puede parecer que sí, que algo tiene que ver... pero no, no del todo. Tenemos una aspirante a Bovary, eso sí. Pero hay que leer el relato para descubrir si consuma la infidelidad o todo se queda en un quiero y no puedo.  

 



 
Matilde Serao (Patras, Grecia, 1857-Nápoles, Italia, 1927) fue una periodista y escritora italiana nominada al Premio Nobel en al menos seis ocasiones. Autora de una treintena de novelas y de múltiples relatos, su obra permanece prácticamente inédita en nuestro idioma. En su faceta periodística, fundó junto a su marido, Edoardo Scarfoglio Il Corriere di Roma, que pretendía ser un periódico al estilo de la prensa que entonces se publicaba en París. Tras esta aventura fallida, se mudó a Nápoles, donde editó, Il Corriere di Napoli y más tarde fundó Il Mattino, que acabaría por convertirse en el diario más leído del sur de Italia.