Título original: Cinq semaines en ballon
Autor: Jules Verne
Editorial: Alma
Traducción: Mauro Armiño
Páginas: 384
Fecha publicación original: 1863
Fecha esta edición: abril 2018
Encuadernación: cartoné
Precio: 15,95 euros
Diseño de cubierta: lookatcia.com Ilustraciones interiores: Fyodor Pavlov
Jules Verne es uno de los grandes referentes de la novela de
aventuras y precursor de la ciencia ficción. Su obra celebra la
fascinación por lo desconocido y lo exótico y ha hecho viajar a
generaciones de lectores por escenarios maravillosos.
Cinco semanas en
globo es la primera novela del autor francés y en ella ya se pueden
apreciar los rasgos que caracterizaron sus narraciones. Un científico
avanzado a su tiempo, un atrevido cazador y un ingenioso y abnegado
sirviente emprenderán un fascinante viaje en globo aerostático a través
de África. Surcando el cielo en el Victoria, los aventureros descubrirán
la singular belleza del paisaje africano y las peculiaridades de sus
habitantes, pero también deberán hacer frente a los múltiples peligros
que esconde el trayecto.
Llevo años (AÑOS) con la idea de leer/releer los Viajes Extraordinarios de Jules Verne en orden, porque he leído unos cuantos (los más conocidos, como suele ser habitual) pero me faltan muchos. El año pasado decidí que este 2024 tenía que ser el año, sí o sí, en que empezase este titánico reto que se va a alargar muchos años (sí, otro reto larguísimo en el tiempo... lo mío no tiene nombre: son más de sesenta libros.. y porque no os hablo de más proyectos de lectura atemporales que iré empezando con el tiempo, que los hay). El caso es que hace ya un par de meses (lo mío con las reseñas no tiene mucho remedio) inicié esta aventura de la mano de Cinco semanas en globo, la primera de estas gestas extraordinarias y también la primera novela del autor, lo que no deja de ser sorprendente. Sí que había publicado relatos y había escrito alguna obra de teatro, pero como novela, Cinco semanas en globo fue el debut literario del autor. Curiosamente, y a pesar de que era lo habitual en aquella época, no se publicó por entregas sino como un solo volumen, siendo un rotundo éxito de ventas y dándole a Verne la estabilidad económica que buscaba en aquel momento (otras obras posteriores suyas sí se publicaron por entregas, pero eso ya vendría después). Os cuento.
Estamos en 1862, en una sesión de la Real Sociedad Geográfica de Londres. En ella se anuncia que el doctor Samuel Fergusson, un aventurero que ha recorrido el mundo de arriba abajo en las más variopintas expediciones, va a cartografiar África desde el aire, desde un globo llamado Victoria (como su reina, para garantizar el éxito de la empresa), de este a oeste y en un periodo de tiempo de no más de un par de semanas. El punto de partida será Zanzíbar, y el de llegada... pues donde se pueda y les lleve el viaje. Seguirá rutas ya conocidas donde otros exploradores ya han dejado constancia de su paso y llegará allí donde otros muchos expedicionarios no han conseguido llegar por tierra. Viajar por el aire tiene muchas ventajas (evitar enfermedades, enfrentamientos o las dificultades de avanzar por terreno inhóspito) pero también pueden surgir muchas complicaciones totalmente ajenas al propio manejo del globo, así que Fergusson no irá solo: le acompañarán su criado, Joe, un joven al que no se le pone nada por delante y que admira a su patrón por encima de todas las cosas, y su gran amigo Dick Kennedy, un escocés experto en caza (vive por y para la caza, vaya) a quien no entusiasma demasiado esta expedición pero que no abandonaría a Fergusson ante el peligro por nada del mundo. Llega el día en que tan proyectado viaje comienza entre bombo y platillo y todo son esperanzas y buenas perspectivas, pero ¿qué encontrarán a lo largo de este viaje? ¿Qué peligros deberán sortear? ¿Conseguirán tomar tierra? Y lo más importante... ¿sobrevivirán los tres a esta aventura?
Como digo arriba, Verne comenzó su carrera como novelista con el primerísimo libro de los Viajes Extraordinarios, Cinco semanas en globo, aunque no era lo primero que escribía... pero eso que escribía (alguna obra de teatro, algún relato) no le daba para comer, y ahí fue cuando retomó una vieja idea: escribir libros donde la ciencia y la aventura fueran un aspecto importante en la trama. Escribió un manuscrito que fue rechazado en varias ocasiones, y su suerte no cambió hasta que conoció a Pierre-Jules Hetzel. ¿Quién era este señor? Un editor que se ha hecho precisamente famoso por ser el responsable de publicar los Viajes Extraordinarios de Verne pero que también fue el editor de Victor Hugo y Jules Michelet, entre otros grandes genios de la literatura francesa del siglo XIX (por si no os suena Michelet, os hablé en su día de él con La bruja). El caso es que Hetzel, junto a Jean Macé fundó en 1863 Le Magazin d'éducation et de récréation (Revista de Educación y Recreo), una publicación ilustrada para todas las edades con un espíritu tanto instructivo como de entretenimiento, y el objetivo casi principal de publicar los libros de Verne e implementar a su vez el aspecto científico. Una vez se terminaba de publicar el libro por entregas en el magazine, él mismo editaba la historia en formato libro a finales de año de cara a los regalos navideños, y todo quedaba en familia y en su bolsillo :) ¿Cómo se conocieron Verne y Hetzel? Pues eso sigue siendo un misterio, pero ese manuscrito tan rechazado de Verne fue devuelto por Hetzel con muchas correcciones, y de ahí nació Cinco semanas en globo. El éxito fue tal que firmaron un contrato espléndido que otorgaba a Verne veinte mil francos durante los siguientes veinte años a cambio de escribir dos libros anuales. Cuando Hetzel falleció y su hijo se hizo cargo de la editorial, se mantuvieron las mismas condiciones, lo que llevó a un proyecto de vida de cuarenta años y 62 novelas (las ocho últimas de ellas revisadas por el hijo de Verne, Michael, tras la muerte de su padre, pero ese ya es otro tema).
Volviendo al libro en sí mismo, creo necesario explicar dos elementos esenciales de la novela: por un lado, el propio artilugio en el que el viajan (el así llamado aerostato durante toda la novela); por el otro, el objetivo detrás de la expedición.
Si hablamos del aerostato, Verne dedica un capítulo entero a explicar todos los tecnicismos inherentes a su estructura, capacidad y construcción, como el hecho de que se utiliza gas hidrógeno para inflarlo por ser mucho más ligero que el aire y su producción muy fácil (este método ya se usaba desde finales del siglo XVIII). También se calcula el peso que puede transportar el globo haciendo números para hallar su fuerza ascensional y, por tanto, su capacidad (no os especifico nada de esto, pero Verne te desglosa todos los cálculos, mostrando ya un fervor por los detalles que le haría famoso a lo largo de toda su obra). Sabemos las medidas del aerostato e incluso descubrimos que el globo realmente no es uno, sino dos: uno más pequeño dentro de uno de mayor tamaño comunicados entre sí por una válvula por si fuera necesario su uso (y eso permitía continuar con el viaje en caso de que el globo exterior resultase dañado). El material de los aerostatos, la barquilla, la red que soporta la barquilla, los instrumentos necesarios para el viaje (barómetros, termómetros, brújulas, sextantes, etc...), las anclas, los víveres, las armas... todo todo queda desglosado y explicado, aunque buena parte del funcionamiento del globo, sus posibilidades, sus necesidades... las descubrimos o aprendemos poco a poco durante el viaje. Este aerostato es el cuarto personaje de la historia sin lugar a dudas, y Verne le dedica tanto o más tiempo que a alguno de los humanos que van subidos en él.
Y si nos detenemos en el propósito mismo del viaje, el objetivo real detrás de la expedición es hallar las fuentes del Nilo siguiendo los pasos de expediciones anteriores (las de Burton y Speke en África Oriental por un lado, y la de Barth en el Sahara por el otro). La admiración de Verne tanto por estos exploradores como por tantos otros que expedicionaron en África una y otra vez para cartografiar un continente tan desconocido, no solo resulta obvia, sino que forma parte importante de la trama. Las alusiones a las expediciones de Burton, Speke y Barth son constantes, pero además el relato está salpicado de hechos sobre otros que no tuvieron tanta suerte y perdieron la vida en el continente, de anécdotas sobre aquellos que sí tuvieron éxito y vivieron para contarlo e incluso hay un párrafo donde se nombra, uno detrás de otro, a decenas y decenas y decenas de exploradores. No quiso que ni uno solo se quedase fuera de su novela, porque todos ellos fueron la inspiración para escribirla. La documentación es apabullante y su descripción de cada lugar que recorren, de cada zona que identifican, de cada paraje que les indica que van por el buen camino, está llena de detalles y particularidades. No sé discernir donde acaba lo documentado y donde empiezan la imaginación y la intuición, pero poco importa porque el viaje y el sentido homenaje a una época como aquella resulta igualmente fascinante. No debemos olvidar que en el año en que se publicó esta historia, el propio David Livingstone (el famoso doctor Livingstone) estaba explorando el continente africano que protagoniza esta historia (expedicionando el río Zambeze) y que a él mismo le fue también encomendado dos años después (en 1865) explorar las fuentes del Nilo por una ruta distinta a las ya conocidas. Es decir, que Verne estaba, al menos de manera literaria, en el meollo del mundo científico y hablaba de cosas que estaban ocurriendo en aquel mismo momento histórico.
Sobre el viaje en sí mismo, si nos atenemos a que inicialmente los planes de Fergusson auguraban un par de semanas y acaban siendo cinco (lo que ya de por sí es un spoiler como una casa en el propio título de la novela xD), queda claro que surgen muchas complicaciones en el camino. Aunque viajando por aire evitan muchas cosas, lo cierto es que deben bajar a tierra ya sea para pasar la noche, para conseguir carne fresca para comer o incluso para entablar contacto con nativos, lo que implica muchos riesgos. Pero es que aunque estén en el aire, desde tierra también les pueden atacar (como así ocurre en muchas ocasiones) y, sobre todo, lo que no se puede controlar de ninguna manera es su dependencia absoluta de las corrientes de aire (si no las hay, no se mueven) y de la climatología en general... es decir, que da igual las previsiones que hagas, que pueden surgir mil y una cosas imprevistas. Y claro, estamos ante una novela de aventuras, así que sí, pasan muchas peripecias, están muchas veces en peligro de muerte, tienen que hacer muchos sacrificios, idear maneras de salir adelante y habrá momentos, como es normal, en que a pesar de sus muchos recursos y sus muchas reacciones ante los imprevistos, piensen que no saldrán de África con vida.
Los tres únicos personajes de la novela fueron escritos para cumplir cada uno un rol muy concreto, y a ese rol se atienen durante toda la novela. Dick Kennedy da la estampa del explorador per sé, que solo piensa en cazar, cazar y cazar y que trata a sus muchas escopetas y rifles como si fueran sus hijos; este personaje parecía que iba a dar mucho juego al principio de la novela en cuanto al tono humorístico y demás, pero al final eso queda en nada. Luego tenemos al fiel Joe, criado de Fergusson, que sí que adopta el papel más ligero de la historia, suelta chistes malos, descubre dotes de supervivencia que no sabía que tenía y, también hay que decirlo, es el que impregna las páginas con comentarios bastante fuera de lugar sobre las gentes que se van encontrando. Fergusson, por su parte, es el científico, el alma de este viaje, el que nos ilustra sobre anteriores expediciones y ciencia en general, el propio inventor del aerostato en el que viajan y la cabeza sensata ante las múltiples situaciones complicadas que se presentan. Muchas veces tiene que pararles los pies a sus compañeros cuando se dejan llevar por prejuicios sobre el continente africano y sus habitantes e intenta compensar la visión tan inglesa, imperialista y mercenaria de sus compañeros de viaje, así que Fergusson tiene trabajo durante toda la novela.
Lo cierto es que he dudado mucho a la hora de decidir si la novela de Verne ha envejecido muy mal en ese aspecto, o si precisamente esos comentarios están ahí puestos porque es, ni más ni menos, lo que cualquier inglés del XIX pensaría y diría (sin ningún lugar a dudas, además). No debemos olvidar que los protagonistas de Verne son ingleses y esta expedición se hace para mayor gloria del imperio británico, así que si quería ser realista, debía plasmar todos los males inherentes a ello, que desde el punto de vista francés, enemigo natural del imperio, eran muchos y variados. Joe y Kennedy son personajes muy de su época, pero que Verne introdujera el Pepito Grillo de Fergusson para reconvenirles constantemente me hace pensar y desear que todo eso está ahí puesto de manera intencionada para dar verosimilitud a la narración. En cualquier caso, aquí dejo constancia por si fuera de interés.
Como datos extra, os puedo comentar que no aparece ni una sola mujer en esta historia (al menos que yo recuerde), que hay constantes alusiones a viajar a la Luna (con lo que da la sensación de que Verne ya tenía en mente un argumento de este tipo, lo que no sería de extrañar dado que su tercera novela ya fue De la Tierra a la Luna), que Verne no había subido jamás a un globo antes de escribir esta novela (lo hizo por primera vez diez años después, en 1873), que se le olvidaron algunas cosas imprescindibles y necesarias cuando hizo la lista de lo que debían llevar en el globo (del estilo de algo tan básico como una muda de ropa... esta gente no se cambia ni los gayumbos en las cinco semanas) o que se le escaparon fallos de raccord durante la historia (algún personaje tan pronto está completamente desnudo como está completamente vestido, por poner un ejemplo). No es un libro perfecto, tiene sus fallos, alguna que otra incongruencia y a veces parece que la información sobre exploraciones y exploradores reales está metida de manera poco natural en las conversaciones entre los protagonistas (Verne aprendería a introducir estas cosas con naturalidad poco a poco en sus novelas), pero eso no afecta en nada a la lectura, que alterna momentos muy tranquilos con momentos de mucha tensión o peligro, e incluso de desesperación y desesperanza. No olvidemos que en África se alternan la selva y los bosques tropicales plenos de vegetación con el desierto más desolado y mortal, así que los personajes pasan por muchos estados de ánimo y supervivencia.
No me extiendo más. Si no estoy equivocada, Jules Verne es el autor más traducido en lengua francesa y el segundo más traducido a nivel mundial solo por detrás de Agatha Christie. Dudo mucho que a él se le pasara siquiera por la cabeza algo así cuando escribió aquel primer borrador porque un hito así está fuera de las expectativas de cualquier escritor, pero el caso es que no solo fue un visionario que se adelantó y predijo logros e inventos científicos impensables en su época, sino que además sus novelas eran muy entretenidas. A mí me acompañaron durante mi infancia y adolescencia y en este mastodóntico reto voy a disfrutar cada momento tanto de los libros que jamás he leído como de las relecturas. No prometo reseñarlas todas, pero lo intentaré, porque no veo a casi nadie hablar de Verne, no está de moda entre el mundo lectoril y no se le hace mucho caso... y quien bien me conoce sabe que yo las modas las paso de largo con una taza de té y un sándwich de pepinillos a mano. ¿Próxima aventura? Viaje al centro de la Tierra. Nada menos. Me lo voy a pasar pipa.
Jules Verne nació en Nantes en 1828, hijo de un abogado. Estudió y
se doctoró en Derecho en París, siguiendo los derechos de su padre,
pero, cuando decidió dedicarse a las letras, éste dejó de mantenerlo.
Con la ayuda de los Dumas, padre e hijo, obtiene un empleo en el
Théâtre-Lyrique de París y consigue estrenar en 1850 una comedia, Les pailles rompues. En 1851 empieza a publicar relatos en la revista Le musée des familles.
En 1857 se convierte en agente de bolsa y empieza a viajar por
Inglaterra, Escocia, Noruega y Escandinavia.
En 1862 propone al editor
Pierre-Jules Hetzel su novela Cinco semanas en globo, que se
publica al año siguiente con un éxito extraordinario, y se liga a él con
un contrato para escribir novelas y cuentos para el Magasin d'éducation et de récréation durante veinte años. Ahí inicia su serie de Viajes extraordinarios,
que llegaría a ocupar sesenta y cuatro volúmenes. Nuevos viajes por
Europa, África y América del Norte le servirían de inspiración. Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865), Los hijos del capitán Grant (1868), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La vuelta al mundo en ochenta días (1873), La isla misteriosa (1874-1875), Michel Strogoff (1876) o Las tribulaciones de un chino en China
(1879) son algunas de sus más célebres novelas, que cautivaron a los
lectores y entraron a formar parte del imaginario universal de lo siglos
XIX y XX.
Padre de la ciencia ficción, su interés por la tecnología y
sus posibilidades es visible en El castillo de los Cárpatos (1892). Verne murió en Amiens en 1905.