Título original: Marcas de agua
Autora: Esther Zorrozua
Editorial: Baile del Sol
Páginas: 160
Fecha de publicación: 2016
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 12 euros Diseño de cubierta: Ramon Buzón / UNOCOMA
Fragmentos de naturaleza intimista, emocional, que van y
vienen, partiendo de y regresando siempre al corazón de Ingrid, donde
convergen todos los hilos de la trama.
El dolor por la muerte del hijo, tal vez el más inhumano que se puede concebir, por antinatural e injusto, se estira hasta el absurdo en un intento de expresión de ese horror por el que nadie debería pasar; un horror visceral, desmesurado y primitivo.
Ingrid se ve obligada a servirse de distintas herramientas para gestionarlo: el siempre enigmático mundo de los sueños, otras muertes de su entorno más inmediato, la más que cuestionada terapia oficial y otras terapias alternativas que llegan por diferentes vías y producen distintos resultados. Un catálogo de recursos ortopédicos que la conducen desde la postración e impotencia iniciales hasta el aprendizaje de cómo controlar el dolor y mantenerlo al límite de un umbral, aunque sin olvidarlo.
El agua es un elemento permanente, tanto en el sueño como en la realidad. Se denominan marcas de agua esas señales indelebles, imposibles de falsificar, que se incorporan al papel moneda y a los documentos confidenciales que se quieren preservar frente a eventuales robos y violaciones. Las marcas de agua representan aquí la memoria de los afectos en la vida de Ingrid, tanto de los muertos como de los vivos, en diferentes intensidades.
El dolor por la muerte del hijo, tal vez el más inhumano que se puede concebir, por antinatural e injusto, se estira hasta el absurdo en un intento de expresión de ese horror por el que nadie debería pasar; un horror visceral, desmesurado y primitivo.
Ingrid se ve obligada a servirse de distintas herramientas para gestionarlo: el siempre enigmático mundo de los sueños, otras muertes de su entorno más inmediato, la más que cuestionada terapia oficial y otras terapias alternativas que llegan por diferentes vías y producen distintos resultados. Un catálogo de recursos ortopédicos que la conducen desde la postración e impotencia iniciales hasta el aprendizaje de cómo controlar el dolor y mantenerlo al límite de un umbral, aunque sin olvidarlo.
El agua es un elemento permanente, tanto en el sueño como en la realidad. Se denominan marcas de agua esas señales indelebles, imposibles de falsificar, que se incorporan al papel moneda y a los documentos confidenciales que se quieren preservar frente a eventuales robos y violaciones. Las marcas de agua representan aquí la memoria de los afectos en la vida de Ingrid, tanto de los muertos como de los vivos, en diferentes intensidades.
Marcas de Agua es una historia donde la resiliencia está plasmada e integrada en la vida de Ingrid como un exoesqueleto que le proporciona la energía suficiente para poner un pie delante del otro y moverse hacia un futuro diluido y, al mismo tiempo, poder ser capaz de construirse su futuro siendo proactiva cuando las (tremendas) circunstancias caen como una losa para simplemente enterrarle.
Esther Zorrozua nos obliga en su libro a reflejarnos en el espejo de la actualidad, esa que por desgracia vemos todos los días y que, con un click, pasamos superficialmente cuando el dedo recorre cualquier pantalla digital. La vemos, la leemos y no queremos saber nada más; ya está, solo son palabras e imágenes que nos detienen un momento pero que, si nos causan sensaciones extrañas, las eliminamos o pasamos a otras cosas en principio más interesantes.
En Marcas de agua tienes dos posibilidades: discurrir superficialmente por el dolor o sumergirte en lo más profundo de él. Cuando empiezas no hay demasiado margen; comienzas a sentirlo quieras o no, y te ahogas en cada página.
Desde el momento en que te identificas con Ingrid sientes su sueño o vigilia. Ese dolor primigenio, duro y absurdo que supone la pérdida de un hijo, un niño, donde la fatuidad de los motivos, lejos de hacerte comprender, te envuelve en una nebulosa de locura, y solo el agua que la envuelve y la sumerge hace que sus voces interiores se acallen y de alguna manera se calmen. Todo es intimismo e introspección, es derrame y supuración; en definitiva, es querer desembalsar y reconducir un sentimiento de impotencia e incomprensión que la ahoga a la vez que la sumerge en una situación visceral.
Desde el primer momento sabemos, porque así nos lo dice Ingrid, que su hijo Ariel ya no está con ella. No os voy a decir ni el cómo ni el porqué de esa muerte; hay que descubrirlo a través de la narración para así comprender, implicarse y de alguna manera empatizar con la protagonista y su historia.
Conocemos su situación, es decir, que su mente no diferencia las percepciones reales de las soñadas: todas forman parte de ella y a todas les da la misma importancia. ¿Qué diferencia le supone soñar con la pérdida de su hijo, si luego despierta y ve que ya no está? ¿Que lo irreal y lo real son lo mismo? La linea divisoria entre estos dos estados ya no existe, pues todo forma parte de su día a día, de su yo. Ella sola debe encontrar la manera de aceptar la no superación de su pérdida; debe aprender a encastrarla en su realidad, encajarla para capacitarla en su caminar hacia el mañana.
El lector es aquí es un espectador de primera fila; está ahí, conoce todos los datos pero, al mismo tiempo que la acompaña en su duelo, sin juicios ni consejos, solo esta ahí para lo que la protagonista quiera decir o contar.
En Marcas de agua vivimos con Ingrid el terrible proceso de la aceptación y la no resistencia a su cruda y dura realidad. Pasamos por todos sus estados mentales, al tiempo que participamos de esa catarsis liberadora que algunos seres humanos son capaces de engendrar en las más terribles situaciones. Con ella participamos del poder de elección que todo ser humano tiene, que le acompaña al nacer y elegimos vivir con las heridas que la vida va originando (las cicatrices o marcas de agua, tal y como le gusta definirlas a Ingrid), pero sin ceder a ese conato primigenio de humanidad, la supervivencia, marca inherente que compone cada una de nuestras células.
Con un lenguaje ágil, sencillo y transparente, Esther Zorrozua nos expone en este relato las diversas clases de pérdidas afrontando distintos duelos; cómo los unos aminoran a los otros, siendo todos ellos diferentes en su aceptación y superación, pero dejando siempre unas marcas imperecederas e indelebles que se suman y pasan a formar parte de la vida y de la existencia de cada uno, modelando y monitorizando los pasos que se dan, o que se van a dar, sin despojarse con ello de la ilusión y de la alegría al ver nacer los nuevos días.
El agua cristalina es el hilo conductor que inunda toda la trama, que nos trae y nos lleva por realidades oscuras y duras y por cauces secos y pedregosos imposibles de transitar;. Aun así, igual que sucede en otras cosas, al final el agua y la vida son lo mismo, haciendo que todo fluya y que todo pase, muera o viva.
Una novela verdaderamente recomendable, cristalina y limpia como el agua.
Esther Zorrozua (Bilbao,
1955). Licenciada en Filología Románica. Obra individual: “La casa de
La Galea” (Hiru, 2004), “Bilbao, ciudad abierta” (Hiru, 2006), “A
contraluz” (Hiru, 2008), “Fuga para un pianista” (Alberdania, 2012) y Marcas de agua (Tenerife, 2016).
Obra colectiva: “La savia del tamarindo” (autoedición, 2001), “60
relatos, 60 autores” (Beta, 2002), “Cuentos y leyendas de Bilbao” (Elea,
2005), “Cuentos de todo corazón” (Caja Laboral, 2006), “Eva sigue
aquí” (Hiru, 2007), “Lecturas entre paradas” (Diputación Foral de
Bizkaia, 2007), “Literatura y placer” (Asociación de Escritores de
Euskadi, 2010), “Literatura y realidad” (AEE, 2011), “Mujeres en la
historia” (M.A.R. Editor, 2013), “Cuentos alrededor de Bilbao”
(Diputación Foral de Bizkaia, 2013).
Finalista del Certamen Internacional de Microrrelato La Risa de Bilbao (2010 y 2011). Ganadora de un capítulo de la novela colectiva “Voces para un blues negro”, dentro del proyecto digital To Be Continued (2011).
Colabora con diversos periódicos y revistas, tanto en papel como digitales.
Creo que le daré una oportunidad porque además de ser cortita, creo que podría llegar a gustarme. Un beso.
ResponderEliminarA ver, a la protagonista le toca lo peor y tirar con eso es francamente complicado. Es fácil empatizar con ella y también encontrar un ppoco de camaradería ya que aunque no te haya tocado algo tan extremo todos nos llevamos golpes. Y sí, hay que buscar manera de tirar.
ResponderEliminarAhora mismo atravesar este duelo con ella no me viene nada bien, a ver más adelante.
Besos
Me pasa como a Norah, que atravesar este duelo ahora mismo no me apetece. Me dolería mucho. Y no me apetece ahora mismo tanto sufrimiento.
ResponderEliminarBesotes!!!
Esta vez lo dejaré pasar, a ver si puedo avanzar con los pendientes. Un besito
ResponderEliminarHola guapa, la verdad es que las lecturas intimistas no son lo mío. Y encima si se habla de la muerte de un hijo... pues la verdad es que siendo madre, no me apetece mucho ponerme en esa tesitura.
ResponderEliminarun besazo
¡Hola! Me ha llamado la atención, todo lo que nos cuentas...Una tragedia personal como la muerte de un hijo, debe ser terrible, por lo que quisiera leer el libro para conocer más de esta historia. Gracias por tan buena reseña. ¡Un besito!
ResponderEliminarEs un tipo de lectura al que acudo de vez en cuando, aunque sea dura, y aunque ahora mismo me apetecen cosas más ligeras, me lo anoto para más adelante.
ResponderEliminarBesitos
Si todo el libro se centra en el duelo y no tiene algo más creo que lo dejo pasar. Me alegro que lo hayas disfrutado, a pesar de esa carga melancólica.
ResponderEliminarUn beso ;)
Creo, y es mi humilde opinión, que es un libro que puede ayudar a gente que haya pasado por la misma situación... en mi caso, no soy madre, y no he experimentado una situación similar (aunque sí el duelo de un familiar cercano)... y aunque por empatía pueda entender algunas de las reflexiones que se plantean en el libro, creo que nunca podré llegara captar a la esencia del mismo...
ResponderEliminarPD: aprovecho para disculparme por haber estado tan ausente estos meses... ;)