miércoles, 18 de octubre de 2023

RESEÑA (by MH) ::: AQUÍ VIVIÓ NEFERTITI - Mary Chubb

 
 
Título original: Nefertiti Lived Here
Autora: Mary Chubb
Editorial: Alba
Traducción: José C. Vales
Introducción: Peter Lacovara
Páginas: 272
Fecha de publicación original: 1954
Fecha esta edición: febrero 2022
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 18,50 euros 
Ilustración de cubierta: Nefertiti recibe los rayos benéficos del dios Atón (detalle) (Grabado que representa un bajorrelieve de la XVIII dinastía)
Ilustraciones interiores: Ralph Lavers

A Mary Chubb se la conoce como «la arqueóloga accidental» porque, como cuenta al principio de estas memorias, ella lo que quería ser era escultora y a esta vocación dedicó sus estudios. Sin embargo, un trabajo de secretaria adjunta en la Sociedad para la Exploración de Egipto, que empezó siendo una forma de llegar a fin de mes, acabó convirtiéndose en una pasión... y en 1930 se unió a una expedición, dirigida por el eminente egiptólogo John Pendlebury, al yacimiento de Tell el-Amarna, los restos de Aketatón, la efímera capital que fundó el herético faraón Akenatón, esposo de Nefertiti, padre de Tutankamón. 
 
Aquí vivió Nefertiti (1954) es el recuento de sus experiencias, «su ración de polvo y calor», presidido por el entusiasmo –con su contrapunto de humor británico- y conducido con un muy buen pulso narrativo.

Como si la editorial Alba me leyese el pensamiento (ojalá... tengo muchos libros en la cabeza sin publicar en España xD), como si supiera que llevaba un par de años dándole vueltas al reto egipcio en la cabeza, va y saca un clásico de la literatura egiptóloga y arqueológica como
Aquí vivió Nefertiti. No me dio tiempo a comprarlo porque nada más salir, mi queridísma amiga Mar me lo regaló sabiendo como sabe lo apasionada que soy con este tema, y yo lo guardé como oro en paño para este 2023, año en el que ya, sí que sí, tenía que lanzar el reto de una vez por todas. Y lo he disfrutado tanto, me ha gustado tanto... qué feliz soy por poder tener este libro en mis estanterías. Con este preámbulo, y conociéndome como algunos me conocéis, os imaginaréis que se viene reseña con los picos de entusiasmo por las nubes, y cuando yo me entusiasmo soy insoportable. Pido perdón por adelantado.
 
Mary Chubb entró a trabajar como secretaria adjunta en la Sociedad para la Exploración de Egipto por casualidad y sin tener pajolera idea (ni interés tampoco) sobre egiptología. Empezó a trabajar ahí como podría haberlo hecho en cualquier otra parte, porque simplemente era un trabajo remunerado con un buen horario que le permitía asistir a sus clases de escultura por las tardes... porque esa era su auténtica pasión, su vocación: el arte. A eso quería dedicar su vida, pero claro, hay que comer. El caso es que en su trabajo en la Sociedad tenía por encima de ella a la secretaria oficial que, por la razón que fuese, no le dejaba hacer gran cosa, y Mary, aburrida, se pasaba el tiempo entre cajas, polvo y montones de documentación y objetos sin orden ni concierto que no había quien entendiese. ¿Por qué? Porque en aquella época eran los propios arqueólogos los que tenían que hacerse cargo en el propio terreno de todo el trabajo administrativo, informes, catalogación y etiquetado de lo extraído, la correspondencia, etc... y bastante tenían con su propio trabajo como para mandar algo inteligible, así que un churro y lo que ellos mandaban llegaba a ser lo mismo. 
 
Un comentario al azar y afortunado de Mary en cierto momento cambió su vida:
Un director de campo no debería perder el tiempo redactando estos informes [...] ¿No estaría bien que hubiera un miembro en cada excavación que se dedicara únicamente a este tipo de trabajo... todo el trabajo administrativo que obviamente tiene que hacerse en una excavación, pero que es una completa pérdida de tiempo para los egiptólogos, que tienen que interrumpir su trabajo y ponerse a esto?

Y lanzado el guante (que fue aceptado por la junta directiva tras muchas deliberaciones), unos meses después, sin tener ni idea sobre el Antiguo Egipto, sin haber orientado jamás su interés personal o profesional hacia ese campo, Mary Chubb formaba parte de una nueva expedición a Tell-el-Amarna (la ciudad levantada de la nada como capital del reinado del faraón hereje, Akenatón) en calidad de secretaria del director de campo. Así, tal cual... o sea, es que yo leo estos libros, estos testimonios, y los ojos me hacen chiribitas, porque son cosas que en la sociedad actual, en la vida actual, en el campo profesional y de estudio actual, es totalmente impensable. Vivencias como las de Mary Chubb o Amelia Edwards solo son factibles y posibles en una época muy concreta. Sí, la experiencia de ambas en Egipto, además de ser muy diferente, está separada por unos sesenta años, y una estuvo allí en la segunda mitad del siglo XIX mientras que la otra lo hizo en los años 30 del siglo XX, pero aun así son oportunidades que solo puedes imaginar en un contexto muy determinado bendecido por los dioses. Estoy segura de que si hoy en día me contratasen de secretaria en una sociedad egiptológica (¡ojalá!), lo más que vería de Egipto sería la ilustración de mi taza del desayuno. Pero me estoy desviando del tema; es que yo quiero ser Mary Chubb en este libro, o Amelia Edwards en el suyo, así que perdonadme las digresiones... aunque Mary se encarga de darme un toque para que no me emociona mucho nada más comenzar el libro xD:

Qué bonito suena: evoca la visión hollywoodiense de una esbelta figura vestida de lino blanco, con todos los destellos del mundo reflejándose en el pelo, mecanografiando tranquilamente en una apacible oficina, mientras un grupo de egiptólogos bronceados y sudorosos se pelean con el polvo y el calor. Pero esto no es una historia de Hollywood. Es una historia real...

Estamos en 1930. Mary Chubb tenía veintisiete años, y para que os hagáis una idea, era casi la mayor del equipo que partió hacia Amarna. Esos integrantes eran: Hilary Waddington, de 28 años; Ralph Lavers, de 23 años; Herbert Farimant, conocido como Tommy, único arqueólogo profesional y también con menos de 30 años; y John Pendlebury, director de campo con solo 26 años, acompañado de su mujer, Hilda... Todos jovencísimos, tres de ellos (Hilary, Ralph y la propia Mary) sin ninguna experiencia en yacimientos arqueológicos y uno de ellos (Ralph) es además el autor de las ilustraciones interiores que incluye esta edición (pero realizadas en el momento de la publicación del libro más de veinte años después de la expedición, no fueron hechas in situ durante ella). 

Aunque tras el descubrimiento en 1922 de la tumba de Tutankamón el auge de la egiptología hizo que muchas personas anónimas se animaran a pagar cuotas o hacer donativos a sociedades egiptológicas como para la que ellos trabajaban, cuando se puso en marcha esta expedición esa fiebre se había calmado, la gente prefería guardarse sus guineas para otras cosas, el dinero era limitado y su trabajo, por tanto, de una duración determinada de unos tres meses (y eso administrando muy bien la cantidad que tenían asignada). A ser posible, en ese tiempo tenían que encontrar algo que justificase su presencia allí y el motivo mismo de la expedición, así como que posibilitase reunir dinero para que pudiesen volver al año siguiente. No os voy a hablar de las cosas que encuentran porque para eso hay que leer el libro, pero hay de todo, incluso alguna cosa muy sorprendente aunque con poca importancia egiptológica... la emoción de encontrar, excavar, limpiar, ir perfilando el objeto, ir haciéndote una idea de lo que estás mirando, sacarlo con cuidado, transportarlo con más cuidado todavía, observarlo y hacer conjeturas... Todo eso hay que vivirlo leyendo a Mary.

Cuando llegan a Amarna viven en una casa restaurada de la época de Akenatón y entonces empieza realmente la aventura para Mary Chubb. Tras unos comienzos dubitativos entre seis personas que no se conocen de nada y se ven obligadas a relacionarse y convivir durante meses, pronto la rutina de cada uno se ve establecida, aunque en un sitio donde hay demasiado trabajo, faltan manos y el tiempo es limitado, al final toca hacer mucho más de lo que te corresponde, y Mary, que como digo arriba viajaba en calidad de secretaria, acaba haciendo de todo: labores de escayolista, química, enfermera, delineante, pintora, arqueóloga, restauradora, carpintera... y todo esto al tiempo que tiene llevar al día milimétricamente todo el registro de las piezas, su catalogación, su etiqueta... porque de que lo haga bien y al día depende que todo ese material pueda ser adecuadamente evaluado tanto por las autoridades egipcias como por la propia sociedad en Londres.

Os cito cómo define Mary la arqueología, porque me encanta:

... esta forma de vivir al revés con el fin de añadir algo, por poco que sea, a los conocimientos existentes.

Y eso hacen ellos, una más de tantas expediciones en Tell-el-Amarna, donde ya trabajó en 1891 el eminente Flinders Petrie (fundador de la arqueología científica y cuyos métodos sigue Mary en su trabajo), y donde una expedición alemana encontró el archifamoso busto de Nefertiti. Aun así hay mucho trabajo por hacer, pero lo interesante, lo importante aquí, es como Mary se va introduciendo poco a poco en el mundo de la arqueología y la egiptología. Se maravilla por todo lo que ve, por todo lo que encuentran, porque no tiene ideas preconcebidas y para ella todo es una tabula rasa. Lo que le interesa sobre todo es el pueblo de Amarna, las gentes que vivían entre esas calles, en esas casas, que lucieron en algún momento esos brazaletes, lo que veían cuando se asomaban a sus ventanas... más que la familia real compuesta por Akenatón, Nefertiti y sus hijas (que también, pero menos). La emoción que siente con los descubrimientos, la imaginación que echa a volar fantaseando sobre el pasado y los dueños de algunos de los objetos que desentierran...

Nos cuenta como sigue el método de Petrie para registrar cada objeto, las tarjetas donde además había que hacer dibujos a escala, las decisiones según el tipo de objetos que eran... ese era buena parte de su trabajo al final del día, cuando ya todo el mundo estaba acostado y tenía que hacerlo si no quería acumular y cometer errores ni equivocar descubrimientos. La acompañamos a la tumba de Akenatón, en plena montaña escarpada, escondida, de un acceso casi imposible y a varias horas de la propia ciudad de Amarna, saqueada mucho tiempo atrás, como tantas y tantas otras tumbas. Nos habla de la falta de dinero, el problema principal de las excavaciones pequeñas, y la ironía de cierto descubrimiento que se hace sobre el terreno... Las enfermedades inevitables entre el equipo, las desilusiones, las alegrías, las celebraciones, esa cerveza al atardecer cuando se ha terminado el trabajo de campo del día. Sus labores como enfermera junto a Hilda tratando a los trabajadores y a los niños, aquejados constantemente de problemas de oftalmía. Conocemos a un americano señoritingo, típico turista en Egipto que no tiene ni idea de donde está, que se ofrece a ayudar en la excavación a cambio solo de la manutención pero que no espera que se lo tomen en serio, y cuando lo ponen a trabajar, flipa mucho (muchísimo xD)... y también descubrimos qué pasa al final: todos los objetos hallados hay que mandarlos al museo de El Cairo cuando termina la campaña y allí hay que pasar por una inspección: el Ministerio de Antigüedades puede quedarse con todo lo que quiera, y lo que no quiera, pasa a la institución encargada de la excavación, y ahí es donde se hacen números para la siguiente campaña (si es que puede haber una).

Mary dedica bastantes páginas a explicar quién fue Akenatón y el momento histórico que protagonizó: breve (muy breve ) en el tiempo, pero tan rupturista con la religión egipcia y el culto a los dioses que había imperado durante miles de años, que a día de hoy seguimos hablando de él cuando de otros faraones no sabemos apenas nada (o no interesan demasiado, vaya). No voy a comentar aquí como se fundó la ciudad de Aketatón, como se produjo el cambio a una religión monoteísta y demás, porque para eso están los libros y Google. Aun así, Mary Chubb se esfuerza también en contextualizar todo ese periodo con la decadente política exterior, la fobia a las posesiones terrenales de Akenatón, la repudia que impuso sobre Nefertiti hacia el final de su reinado... pero cuando habla de familia real patina en algunas cosas, porque lo que se sabe hoy en día no es lo que se creía saber hace 80 o 90 años. Esto os lo comento porque es muy fácil dar por cierto todo lo que se dice en este tipo de libros, pero una cosa que hay que tener en cuenta es algo que comparten todos los libros sobre egiptología y el Antiguo Egipto publicados durante los siglos XIX y XX, y es que muchas de las teorías que en ellos se dan por ciertas luego han resultado ser falsas. El siglo XX, su tecnología y un avance exponencial en este campo han tirado por tierra parentescos que hasta hace bien poco se daban por hechos, y en
Aquí vivió Nefertiti no solo hay un error con la identidad de un busto que encuentran (en una nota al pie se explica la teoría actual), sino que hay parentescos que hoy en día sigo viendo incorrectos en muchos sitios y en este caso puede llevar a error a algunos lectores. Tutankamón no era medio hermano de Akenatón, era su hijo... y no era hijo tampoco de Nefertiti, sino de una hermana de sangre de Akenatón (mismos padres, vaya: Amenofis III y la reina Tiy). De hecho se ha podido incluso identificar la momia de su madre gracias al ADN, aunque no se sabe el nombre (la momia se conoce simplemente como La Dama joven). Pues un dato como este, que está verificado desde 2010, sigo viéndolo mal incluso en exposiciones actuales sobre el tema, como la exposición inmersiva sobre Tutankamón que llegó a Madrid a finales del año pasado (bueno, al contar la historia de Tut se iban al templo de Abu Simbel, que ni siquiera estaba construido en su época, así que rigor, poco en general).

Vuelvo, que me voy por las ramas. Al final Mary cuenta lo que fue de cada uno de estos miembros de la expedición, y aunque no voy a entrar en detalles porque es algo que debéis descubrir si leéis el libro, sí os digo que hay un caso en concreto que da una pena infinita. Lo que sí creo que puedo contar es qué fue de la propia Mary Chubb, o cómo se convirtió en escritora. Después de esta primera expedición participó en varias, y su vida a partir de entonces estuvo totalmente ligada a la egiptología de campo... hasta que durante la Segunda Guerra Mundial, montando en bicicleta en su Inglaterra natal, chocó con un camión y tuvieron que amputarle una pierna. Esta inmovilidad forzosa le alejó de Egipto pero le acercó a la literatura, y es gracias a ella que tenemos Aquí vivió Nefertiti en las manos. Escrita y publicada casi veinticinco años después de la propia expedición, parece haber sido escrita in situ, tan detalladas son sus impresiones, tan claros sus pensamientos, las cosas que ve, las cosas que reflexiona, la convivencia con sus compañeros, los coyotes aullando en la distancia, las interacciones con los trabajadores egipcios y el trabajo de unos obreros basado en la sabiduría heredada durante miles de años.

Mary Chubb no había escrito ni publicado nada antes de escribir Aquí vivió Nefertiti, y aun así te coge de la mano y te transporta a sus semanas en pleno desierto, con un calor galopante sobre su cabeza y la ilusión con la que recorría apresurada el camino entre la casa y donde estuvieran  excavando ese día porque se había desenterrado algo y necesitaban su ayuda. Bien escrito, bien estructurado, exponiendo su trabajo de una manera sencilla pero muy clara, con un sentido del humor y una fina ironía que parecen marca de la casa británica de la época, y una intención evidente de que todos sus lectores podamos sentirnos un poco expedicionarios en Egipto siendo solo unos aficionados pero viviendo grandes momentos... trabajando mucho, de sol a sol, pero con la certeza de estar en un lugar privilegiado y estar disfrutando de una oportunidad única.

¿Podemos esperar que se traduzca su libro City in the Sand? Cruzaremos los dedos a ver si hay suerte...




 

Mary Chubb nació en Londres en 1903. En 1928 entró a formar parte como secretaria adjunta de la Sociedad de Exploración de Egipto (Egypt Exploration Society), y dos años después fue enviada a la excavación de Tell el-Amarna, una experiencia que infundió en ella un entusiasmo permanente —aunque fuera de aficionada— por la arqueología en general y por la egiptología en particular. Participaría luego en excavaciones en Irak, en el yacimiento de Tell Asmar, para el Instituto de Estudios Orientales de la Universidad de Chicago. Volvió a Inglaterra en plena Segunda Guerra Mundial. Un día, yendo en bicicleta, la atropelló un camión militar. Tuvieron que amputarle una pierna, lo que puso fin a su carrera como arqueóloga. Escribió entonces libros de divulgación tanto para adultos como para niños y también para revistas como Punch. En 1954 publicó Nefertiti vivió aquí, sus memorias de la expedición a Egipto, y en 1957 City in the Sand, sobre sus excavaciones en Mesopotamia, Creta y Grecia. Murió con casi cien años en Salisbury en 2003.

5 comentarios:

  1. Hola querida, ya sabes que lo leí en mayo para tus dos retos, como tú, y ya sabes que me encantó. Fue ver en el antiguo twitter la noticia de la edición de este libro y comprarlo... menos mal que no lo leí entonces y lo pude reservar para tu reto. Me encanta la historia, me encanta cómo lo cuenta, me encanta, como bien dices, cómo nos hace partícipes de la excavación (que parece que estamos allí)... y me pareció precioso el epílogo para contarnos lo que les sucedió a cada uno de los miembros de la expedición. Es un libro que volveré a leer seguro.
    Un besazo

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  2. Qué gran acierto que Alba haya publicado este libro de Mary Chubb, lo hemos disfrutado muchísimo. Cada vez que pienso lo difícil que era conseguir plaza en las excavaciones egipcias del doctor Padró cuando estudiaba en la Facultad de Historia de la UB, entiendo la oportunidad tan excepcional que tú señalas sobre Mary Chubb o Amelia B. Edwards: su presencia en yacimientos solo fue posible por la coyuntura de sus respectivas épocas. Creo que eso todavía vuelve más valiosos sus testimonios. Me ha encantado tu reseña. Besos.
    P. D.: Me parece que ahora está en Barcelona la exposición inmersiva de Tutankhamón que comentabas.

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  3. Ya la tenía apuntada por la reseña de Nitocris. Y ahora al ver tu reseña tan poco entusiasta (modo ironía on).... A ver quién se resiste a este libro!!!
    Besotes!!!

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  4. Hola, yo también la apunté por la reseña de Nitocris y tengo muchas ganas de leerla. Besos.

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  5. Hola. Me encanta encontrar libros que ya tengo apuntados porque así no aumenta la lista. Yo quiero ir de exploración, en libros claro, en la realidad no soy ni mochilera. Aunque haya datos mal, me da lo mismo, yo no me entero, me limito a pasarlo bien y que resuelvan ellos los problemas que vayan surgiendo. Egipto es otro de esos viajes pendientes que parece cada vez más lejos.
    Besos

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