Título original: At the Villa Rose
Autor: A. E. W. Mason
Editorial: Espuela de Plata
Traducción: Faustino Ballvé (1947 / revisada por Gabriel García Santos)
Editorial: Espuela de Plata
Traducción: Faustino Ballvé (1947 / revisada por Gabriel García Santos)
Traducción: Antonio González Lejárraga
Páginas: 260
Fecha publicación original: 1910
Fecha esta edición: abril 2023
Fecha esta edición: abril 2023
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,90 euros Diseño de cubierta: Editorial Renacimiento
El misterio de la Villa Rosa empieza con el señor Julius Ricardo
veraneando en Aix-les-Bains. En una visita al casino, se encuentra con
un joven inglés, Harry Wethermill, y Celia Harland, bella joven sin
dinero de la que Harry está enamorado. Menos de cuarenta y ocho horas
después, Harry pide ayuda a Ricardo. La patrona de Celia, madame
Dauvray, tras una sesión de espiritismo, ha aparecido estrangulada, sus
valiosas joyas han desaparecido y han hallado a su doncella atada y
narcotizada. Celia parece haber huido y es la sospechosa evidente.
¿Quién asesinó a la rica Madame Dauvray y desvalijó su casa? ¿Qué pasó
con la protegida de Dauvray, Celia, quien desapareció la misma noche en
que murió la víctima? ¿Tendría algo que ver la joven con este horroroso
crimen? Haciendo uso de su amistad, Ricardo convence a Hanaud para que
intervenga en las investigaciones.
El año pasado me quité una espinita lectora leyendo Las cuatro plumas, un pendiente de toda la vida, y me gustó muchísimo más de lo que esperaba (si habéis visto las pelis da igual, leed el libro porque es mucho mucho mejor... no es un libro de aventuras, que es lo que se ha explotado en las adaptaciones cinematográficas; es un libro de personajes, y está escrito de una manera que solo puedo describir como soberbia). El caso es que tenía El misterio de la Villa Rosa desde hacía un par de años en la estantería porque sabéis que soy una pirada de los misterios clásicos y de una manera u otra todos van cayendo, pero os prometo que por mucho que veía el nombre del autor no lo asociaba con el Mason de Las cuatro plumas. Es como que en mi cabeza no podían ser la misma persona. Bueno, pues una vez leído el libro casi os podría decir lo mismo: no parece el mismo escritor xD. No por nada malo, sino porque el estilo es completamente distinto y parecen nacidos de la mano de dos autores diferentes (a ver, en cuanto a calidad literaria, para mí Las cuatro plumas está a años luz, pero una novela de misterio pide otras cosas y de ahí las diferencias). Versátil que era el señor, vaya. Y sin más preámbulos, os hablo de El misterio de la Villa Rosa.
La historia está ambientada en Aix-les-Bains, una ciudad turística y balneario de la Saboya francesa. También hay un casino alrededor del cual gira casi toda la vida de la ciudad, y allí es donde el señor Julius Ricardo, que se dedica a vivir la vida alegremente sin muchas preocupaciones, ve por primera vez a madame Dauvray, que poco tiempo después aparecerá asesinada en Villa Rosa, y a Celia, una joven que siempre la acompaña y que desaparece la misma noche del asesinato convirtiéndose en la principal sospechosa. Harry Wethermill, a quien el señor Julius ya conocía de antes, tiene un interés personal por Celia y está convencido de su inocencia, así que juntos acuden al inspector Hanaud, que está de vacaciones en la zona, para que se haga cargo del caso. Pero claro, Hanaud advierte: va a averiguar la verdad, sea la que sea y caiga quien caiga... y eso es, ni más ni menos, lo que hace, que para eso es el mejor en su profesión de aquí a Lima.
Bueno, pues esta es la primera novela protagonizada por el inspector Gabriel Hanaud, que apareció en cinco novelas largas, una corta y un relato. Por
decirlo en pocas palabras, no es un personaje que caiga bien (tampoco
tiene por qué hacerlo, obviamente, es solo una apreciación personal).
Es bastante borde, vanidoso, prepotente, mordaz... se cree el rey del mambo, se burla de la gente y la humilla cuando dan alguna opinión sobre el caso que a él le parece ridícula... Antecede a Poirot en cuanto a su alto concepto de sí
mismo, de su perspicacia y su inteligencia (lo dice sin cortarse un pelo y
sin modestia alguna) y, al igual que el detective belga haría muchos años después, se niega a desvelar sus procesos deductivos ni cómo llega a ciertas ideas o averiguaciones... pero la forma de hacer todo esto a veces es un poco
ofensiva hacia los demás. Poirot es un dechado de humildad al lado de este señor, con eso os lo digo todo. Hanaud está considerado el "más agudo de los detectives franceses" y él no solo luce orgulloso la chapita, sino que te la estampa en la cara a la menor oportunidad.
Si nos metemos en materia policial, hay varias alusiones a las diferencias entre la policía francesa y la británica (imaginamos que literariamente hablando), porque se dice en distintas ocasiones que la policía francesa actúa con responsabilidad (no como esos inglesitos de las islas) y que son funcionarios: si un detective está encargado del caso, es quien debe llevarlo adelante y no puede aparecer cualquier otro detective y hacerse cargo de todo pasando por encima de él. Claro, llegan los ingleses pidiéndole a Hanaud que se haga cargo del caso o que ayude en la investigación como si fuese lo más normal del mundo (lo que vemos en este tipo de novelas policíacas inglesas, vaya, que cualquier llega y se pone a investigar ya sea con la connivencia o no de la policía, y encima es quien resuelve el caso), y enseguida les paran los pies... ¡que estamos en Francia y aquí todo es muy serio, oh là là! Desde que supe que Mason había escogido la policía gala y el sistema judicial francés para sus novelas policíacas me corroe la curiosidad... ¿por qué, siendo él inglés? ¿Qué le llamaba la atención de los procedimientos de al otro lado del Canal de la Mancha como para situar allí estas novelas? En fin, misterios de la vida... o no, porque más bien parece que quería alejarse del detective que predominaba en aquel momento, Sherlock Holmes, y del aura de la investigación privada. Así que decidió irse al país galo, coger un inspector de la Surétè de París, inspirarse en famosos policías literarios franceses como el Lecoq de Émile Gaboriau y darle un nuevo aire al tema.
Por lo demás tenemos una ambientación muy típica de la época en una ciudad balneario, donde se entremezclaban los haraganes adinerados que no hacían nada durante el año y aun así sentían la necesidad de tomarse varias semanas de vacaciones para acudir a estos sitios como personas con cierto poder adquisitivo que debían dejarse ver... con los que no tenía un duro y veían en los casinos su oportunidad de aliarse con la suerte y salir ricos de una jornada gloriosa (spoiler: esto era más difícil que ocurriese que ver caer chocolate del cielo... salían más arruinados de lo que entraban). En definitiva, es un ambiente en el que alguien que guste de observar la naturaleza humana, sus alegrías y sus desdichas, el modo en que dos personas se miran, la manera en que se tratan unas a otras, los momentos de desolación y desesperanza, los pequeños gestos que suelen pasar inadvertidos... lo dicho, quien guste de observar todo esto, este ambiente es un caramelo. Y eso representa el personaje de Julius Ricardo, a quien en el prólogo de esta edición se alude como un antecedente del señor Satterthwaite de Agatha Christie (del que os hablé, de hecho, en mi última reseña larga, Tres ratones ciegos), y entiendo perfectamente a lo que se refiere.
La estructura de la novela es peculiar, porque cuando llevamos dos tercios de libro ya se ha descubierto el pastel y se sabe la identidad de quien cometió el asesinato, así que el último tercio, que cubre sus buenas ochenta y novena páginas, se destina a contar con pelo y señales como se fraguó, planeó y cometió el crimen, y todos los pasos posteriores tras la desaparición de Celia. No sé si esto será del gusto de todo el mundo, la verdad, pero resulta evidente que el interés del autor no era la investigación en sí misma (de hecho, como Hanaud no quiere desvelarnos nunca lo que está averiguando, poco sabemos al respecto: "tal persona está en Marsella" o "tal cosa va a ocurrir en Ginebra"... y tú con cara de "pues vale" O_O) sino la psicología detrás del crimen y la de los propios criminales. Vamos, que esto no va de darle pistas a los lectores a lo largo de la narración para que pueda llegar por su cuenta a la resolución del caso ni para que, al llegar al final, si es que no lo ha resuelto, sea capaz de ver donde estaban esas pistas. No, Hanaud tiene su propia agenda que no comparte con el lector en ningún momento, se detiene a los criminales cuando aún queda un tercio del libro sin que sepas por donde vuela el viento y a partir de ahí vienen las explicaciones.
Ya de paso ataca y ridiculiza con vehemencia algo tan de moda de aquellos años como el espiritismo y los médiums, que campaban a sus anchas entre la gente de la alta sociedad que podía pagar sus sesiones y eran caldo de cultivo para criminales que se aprovechaban de la buena fe, la superstición y la credulidad de sus víctimas. Huelga decir que esta doctrina tenía fervientes defensores como Arthur Conan Doyle (defensor es poco, en realidad... a partir de cierto momento de su vida se dedicó en cuerpo y alma a este tema), pero resulta evidente que A.E.W. Mason no era uno de ellos... pero ¿veis por dónde van los tiros? ¿no parece que hay una cierta rivalidad con Arthur Conan Doyle?
En fin, no os he contado nada del misterio pero no sé si os he contado demasiado o no sobre el modo en que avanza la historia. En cualquier caso, como es el tipo de libros a los que suelen acercarse lectores de misterio clásicos, creo que es conveniente poner sobre aviso y que ya cada cual decida si le interesa o no. El misterio de la Villa Rosa está considerada la primera novela policíaca según los cánones que luego definirían el género, pero precisamente por eso tiene sus cosillas. Aun así me parece una novela muy entretenida (que era lo que buscaba), me encanta seguir descubriendo los orígenes de una temática literaria que me fascina y realmente la explicación del crimen (la descripción en el último tercio de los hechos tal y como ocurrieron) me ha parecido muy bien hilada. No descarto seguir con los libros de este personaje.
Postdata. La traducción no es actual, es de los años 40 del siglo pasado. Se dice en en el prólogo que ha sido revisada, corregida y actualizada, y no dudo que así ha sido, el libro se puede leer sin ningún problema... pero otro repasillo más no le hubiese venido mal. Opinión personal.
Postdata 2. Que yo sepa, existe una adaptación cinematográfica muda de 1920 y otra ya sonora de 1940. No sé cómo andará la cosa para conseguirlas.
Postdata 3 (y última). También se hace alusión varias veces al caso Dreyfus (que llegó a su fin apenas cuatro años antes de la publicación de esta novela) y todos los fallos judiciales asociados a él. Si no conocéis el tema (muy interesante), echadle un vistazo a San Google que hay mucha información.
Alfred Edward Woodley Mason (1865-1948) ya era un autor de éxito cuando en 1910 decidió crear al personaje del Inspector Hanaud, de la Sûreté de París. Mason se había educado en Dulwich College y graduado en Oxford en el exclusivo Trinity College en 1888. Antes de convertirse en escritor, había sido actor –lo que le dio un sentido del escenario que bien puede explicar la adaptación de muchos de sus libros al teatro y a la pantalla–, y miembro del parlamento británico. Participó en la Primera Guerra Mundial como Capitán y realizó misiones para la inteligencia británica en México y en España. Fue un gran viajero, y sus experiencias las trasladó a sus novelas, haciendo verosímiles y fidedignas las descripciones de los lugares en donde se desarrollaban. Cuando en 1910 decidió crear al inspector Hanaud, ya había publicado varios de sus libros más celebrados, Miranda of the Balcony, The Truants, Runing Water y, por supuesto, la obra por la que será siempre recordado, Las cuatro plumas.