En 1138, en el transcurso de la guerra civil inglesa, el rey Enrique toma la fortaleza de Shrewsbury. No habrá clemencia con los vencidos: el rey ordena ahorcar a todos los defensores. Entre tantas muertes sólo fray Cadfael es capaz de detectar un cadáver que no encaja con los demás; se encuentra entre los ajusticiados, pero no ha muerto a consecuencia del decreto real. Ha sido asesinado.
A finales del año pasado os traje Un dulce sabor a muerte, la primera entrega de la serie protagonizada por fray Cadfael, que me gustó mucho (la podéis leer aquí), así que no he tardado mucho en leer la continuación, Un cadáver de más. Realmente, y por cuestión del año original de publicación, solo puedo traer a mi reto de clásicos los tres primeros libros de este peculiar fraile detective, así que tengo que aprovecharlos mientras pueda.
Estamos en el verano de 1138, y la historia nos mete de cabeza en la crisis de sucesión al trono de Inglaterra que enfrentaba por aquel entonces al rey Esteban y a su prima, la emperatriz Matilde. Esa guerra llega hasta las puertas de Shrewsbury, donde se encuentra la abadía de San Pedro y San Pablo. Esteban asalta la fortaleza de la ciudad, partidaria de Matilde, y ejecuta a más de noventa personas... concretamente a noventa y cuatro. Cuando en un recuento casual Cadfael advierte que son noventa y cinco los cuerpos, y que uno de ellos no ha muerto de la misma manera que los otros, está seguro de que ese hombre ha sido arrojado entre las víctimas del rey para ocultar el crimen, y es algo que el rey Esteban, por honor, no puede ni debe tolerar. Por otro lado, al propio Cadfael le asignan un nuevo ayudante en el huerto, un joven llamado Godric del que pronto descubre que oculta un gran secreto. Y por si todo esto fuera poco, son varias las personalidades de Shrewsbury que deciden alojarse en la hospedería de la abadía tras la caída de la ciudad, y alguna de ellas tiene una misión entre manos en la que Cadfael pronto se verá involucrado irremediablemente.
Que sepáis que me he esforzado enormemente para que no se me escape nada de nada en la sinopsis, porque este libro esconde varias sorpresas y algunas de ellas son tan tempranas que no conviene desvelar nada aunque solo sea por descuido y en una sinopsis superficial. Hay otras (sorpresas), por cierto, que me han encantado por lo bien llevadas que están a lo largo de la narración y lo bien que las maneja la autora. Poco más os voy a decir a este respecto.
Como veis la historia está ambientada en un periodo histórico real muy concreto, conocido como La Anarquía (por el caos que reinó en el país durante casi dos décadas), y Ellis Peters dedica las primeras páginas a ponernos en situación. De manera muy breve, cuando comienza esta historia la lucha encarnizada entre los primos Esteban y Matilde dura ya casi tres años y todo viene de esos líos que existían en las coronas europeas cuando no había un heredero claro al trono. Digamos que gobernaba Enrique I y que su sucesor iba a ser Guillermo Adelin (su único hijo legítimo), pero este murió en un naufragio. El rey intentó que su hija Matilde fuese su sucesora pero, cuando murió en 1135, fue su sobrino Esteban quien se apoderó del trono. A partir de ahí todo se convirtió en un enfrentamiento contra todos los que consideraban a Matilde la reina legítima (nobles que, unidos, podían oponerse al rey y suponer una gran amenaza a su reinado)... y así estuvieron hasta que en 1139 la propia Matilde, junto a su medio hermano Roberto de Gloucester, invadió Inglaterra y ahí comenzó la guerra civil. Por si os interesa, la cosa se alargó hasta 1153 cuando se acordó una paz negociada, el Tratado de Wallingford, por la cual Esteban siguió en el trono pero designó heredero al hijo de Matilde, que subió al trono un año después (a Esteban le duró poco la paz... la pichó enseguida) como Enrique II. Lo mismo todo esto no os interesa, pero es que toda la novela tiene este tema de fondo y me parece interesante comentarlo (soy consciente de que muy probablemente no sea un sentimiento compartido por vosotros xD).
Volviendo a la novela, ya os presenté a Cadfael en la reseña anterior, así que por no repetirme o por si no os apetece volver a leerla, os cito aquí esa descripción:
Cadfael es un recio galés de cincuenta y siete años, pecho abombado, piernas torcidas y andares de marinero que en su día luchó en las Cruzadas y estuvo en muy diversos lugares, de donde siempre se traía en los bolsillos semillas y hierbas que ahora florecen y dan vida en el esplendoroso huerto de donde es rey y señor en la abadía. Y es que el hábito benedictino de Cadfael no lo es por vocación, sino un buscado retiro después de muchas batallas, aventuras y mujeres. Se sienta en un rincón de la sala capitular y se duerme cuando algo le aburre y, aunque sabe que tiene obligaciones asociadas a la vida clerical, lamenta interrumpir sus quehaceres en el huerto cada vez que tiene que cumplir con ellas, porque a él lo único que le gusta es pasarse el día entre hierbas y preparando remedios medicinales. El resto de la congregación no ve con buenos ojos su pasado, pero a él le da igual: es de los de vive y deja vivir, pero eso no quita para que sea muy consciente de todo y todos los que le rodean.
Poco hay más que añadir al respecto o que descubramos en esta segunda novela, salvo detalles mucho más específicos como que atravesó el mundo en la primera cruzada, que después pasó diez años como patrón de barco en aguas de Tierra Santa o que estaba junto a Godofredo de Bouillon en el asedio de Jerusalén (Godofredo es un personaje real y este asedio, que acabó en la toma de la ciudad, tuvo lugar en 1099, siendo el propio Bouillon elegido Rey de Jerusalén, título que él rehusó cambiándolo por el de abogado o defensor del Santo Sepulcro). El caso es que esa entrada en la ciudad derivó en una matanza y, para que nos entendamos, con esto se da a entender que Cadfael, aun en el contexto de una guerra, ha sido mano ejecutora de muchas muertes y ha visto mucho horror y mucha crueldad, sabe de cadáveres y de formas de matar, y eso es algo a lo que se hace alusión muchas veces en las novelas.
Al contrario que en la novela anterior, en la que nos desplazábamos a la vecina Gales, aquí nos quedamos en Shrewsbury y la mayor parte del tiempo nos movemos en la abadía, en sus propios terrenos (muy extensos de por sí) o en los bosques de los alrededores. Creo que no os hablé de esta abadía en el libro anterior, pero como me da miedo estar excediéndome con los datos históricos, solo os diré que actualmente no existe porque fue destruida casi por completo en el siglo XVI, pero que existió en realidad, fue fundada en 1083 y llegó a ser una de las abadías más importantes de Inglaterra (de hecho, lo que se narra en la primera novela, el traslado de los restos de santa Winifred, es un hecho real). Hoy en día solo queda en pie la nave, base sobre la cual se construyóla actual Iglesia de la Abadía de la Santa Cruz, así que desgraciadamente no se puede visitar.
En cuanto al caso a investigar en sí mismo, tenemos un asesinato cometido sobre un joven que puede o no tener algo que ver con el asalto a la fortaleza pero que ciertamente no ha muerto ajusticiado a manos de los soldados del rey. Tenemos también una ciudad en la que aquellos que han podido han huido, pero otros muchos no han querido abandonar sus negocios o sus casas y ahora tienen que andar con mucho cuidado de no hacer ni decir nada que vaya en contra del rey Esteban (y cuidarse mucho de aquellos que quieran ponerse una medalla delatando a sus vecinos). También tenemos la hospedería de la abadía, donde acaban confluyendo varios personajes nobles que en unos casos han mostrado siempre su postura a favor del rey pero que, en otros casos, no se han pronunciado hasta saber si conseguiría entrar en la ciudad, y tanto con unos como con otros, no sabemos cómo se comportarán cuando ciertas circunstancias exijan posicionarse más allá de tronos y disputas reales (bueno, no lo sabemos de primeras... pero lo descubriremos, vaya que sí xD). ¿Y qué más tenemos? Pues un fraile que está en todo: en la abadía, en la gente de la hospedería, en su huerto, en el futuro de su nuevo ayudante, en aquellos que aparecen donde no se les espera, en lo que le cuentan aquellos que ven y oyen, en la identidad de aquellos que no quieren ser identificados, en los movimientos de aquellos de los que no sabe qué pensar, en darles una oportunidad a los inocentes y un topetazo a los culpables... Y luego tenemos alguna que otra sorpresa, como ya he dicho arriba. Y un poco de romance, que aquí hay espacio para todo.
Como ya comenté en la primera novela, me parece muy valiente por parte de la autora el ambientar sus libros en una época como esta, en la que los medios de investigación son inexistentes más allá de los propios conocimientos, la observación pura y dura y la comprensión de la naturaleza humana. No hay más de lo que tirar, estamos a principios del siglo XII, así que todo depende de Cadfael y de su manera de percibir, examinar e interpretar tanto el mundo que le rodea como a las personas que habitan en él. Estamos ante un misterio medieval que hace honores y honra al misterio del estilo más clásico con elegancia, una ambientación de diez y un personaje como Cadfael que, con sus andares de marinero y una inteligencia aguda y discreta, deslumbra allá por donde va y se gana la fidelidad y la confianza de aquellos que saben ver más allá del hábito de monje.
ELLIS PETERS (1913-1995). Autora prolífica de novelas históricas y de misterio, alcanzó fama mundial con las novelas de Fray Cadfael, que han vendido millones de ejemplares, han sido traducidas a decenas de idiomas, y sobre las que la BBC produjo una serie de gran éxito. En 1994 le fue concedida la Orden del Imperio Británico. Los misterios que encierran las novelas de Cadfael se encuentran dentro de la mejor tradición de las «novelas enigma» inglesas. La recreación de la atmósfera medieval envuelve de forma magistral la trama, uniendo el género histórico con el de misterio.
Autora:Ellis Peters Editorial: Pàmies Traducción: María Antonia Menini Páginas: 256
Fecha publicación original:1977 Fecha esta edición:abril 2009 Encuadernación:cartoné
Precio:descatalogado
Diseño de cubierta: Javier Perea Unceta
Fray Cadfael, que en su juventud fue a las
Cruzadas y vivió multitud de aventuras, vive ahora retirado en la abadía
benedictina de Shrewsbury, cerca de Gales. Gran conocedor de las
plantas y sus propiedades, y experto en la preparación de remedios con
las mismas, es el encargado del herbario y del huerto. Hombre
inteligente, observador y dotado de un gran sentido común, tendrá que
utilizar todas estas cualidades para resolver los casos que se le
presentan. El ambicioso prior Roberto decide hacerse con las reliquias
de santa Winifreda, que reposan en el pequeño pueblo galés de Gwytherin,
pese a la oposición de los habitantes del mismo. Es entonces cuando se
produce un terrible crimen y la experiencia mundana de fray Cadfael
adquiere una importancia vital a la hora de resolver el misterio.
Hubo una época en la que no se me escapaba ni una serie ni una película de época... las tenía casi todas (y veía buena parte de ellas). Aquellos maravillosos años han quedado atrás, pero todavía recuerdo la serie de Cadfael, el monje detective del siglo XII, protagonizado por el shakesperiano actor Derek Jacobi. Esta producción televisiva adaptaba una serie de veintiuna novelas escritas por la británica Ellis Peters, que por desgracia en España es muy desconocida pero en su país recibió todo el reconocimiento que merecía. Todos los libros publicados en español están descatalogados desde hace años, y yo de segunda mano conseguí unos cuantos hace ya mucho tiempo. Como suele pasarme, me lanzo al frenesí de conseguir tesoretes para mi biblioteca personal y luego tardo siglos en leerlos, pero ¿y el gustirrinin que da saber que están ahí esperando, pacientes y resginados, hasta el momento en que tú decidas hacerles los honores y sacarlos de la estantería? En fin, me dejo de palabrería. Que por fin he leído Un dulce sabor a muerte, el primero de la serie de Fray Cadfael, y os cuento qué me ha parecido.
Estamos en el año de nuestro Señor de 1137. La cuestión de las reliquias de santos se ha convertido en un tema de suma importancia en las abadías, lo que hace que exista una intensa rivalidad por hacerse con ellas y sumar prestigio al templo que las cobija. La abadía de San Pedro y San Pablo de Shrewbury, a la que pertenece Fray Cadfael, no es ajena a esta situación, y su prior ha puesto los ojos en las reliquias de Santa Winifreda, enterrada en un pequeño pueblo de Gales llamado Gwytherin, donde al parecer se han producido muchos milagros atribuidos a la santa. Una serie de circunstancias y milagros sospechosamente afines a este proyecto hacen que una delegación de varios monjes viaje a esta región de Gales para conseguir que sus gentes les permitan trasladar los restos de la doncella a la abadía. En esta delegación también viaja Cadfael porque él mismo es galés y necesitarán de él para comunicarse con los habitantes de Gwytherin, pero una vez allí las cosas no resultarán fáciles para los benedictinos. Cuando se produce un asesinato, Cadfael solo contará con sus dotes de observación y sus conocimientos de la naturaleza humana para resolver el crimen y evitar que una persona inocente sea juzgada.
Quizás debería empezar hablando de Fray Cadfael, ¿verdad? Pues Cadfael es un recio galés de cincuenta y siete años, pecho abombado, piernas torcidas y andares de marinero que en su día luchó en las Cruzadas y estuvo en muy diversos lugares, de donde siempre se traía en los bolsillos semillas y hierbas que ahora florecen y dan vida en el esplendoroso huerto de donde es rey y señor en la abadía. Y es que el hábito benedictino de Cadfael no lo es por vocación, sino un buscado retiro después de muchas batallas, aventuras y mujeres. Se sienta en un rincón de la sala capitular y se duerme cuando algo le aburre y, aunque sabe que tiene obligaciones asociadas a la vida clerical, lamenta interrumpir sus quehaceres en el huerto cada vez que tiene que cumplir con ellas, porque a él lo único que le gusta es pasarse el día entre hierbas y preparando remedios medicinales. El resto de la congregación no ve con buenos ojos su pasado, pero a él le da igual: es de los de vive y deja vivir, pero eso no quita para que sea muy consciente de todo y todos los que le rodean. Y eso incluye a Fray Juan, el joven novicio que le ayuda en su huerto y su herbario; Juan se metió a monje por el rechazo de una mujer (como tantos otros en aquella época) pero no está hecho para la vida monástica, así que Cadfael intuye que dejará los hábitos tarde o temprano y decide que le acompañe en el viaje que da comienzo a toda esta historia para que vea un poco de mundo y vaya encontrando su camino.
No sé si esto que os estoy contando, lo de un fraile y un novicio en pleno medievo que llegan a un lugar donde tiene lugar una situación un tanto tirante y acaban teniendo que resolver un asesinato a modo de Sherlock Holmes y Watson, os hará sonar campanas de El nombre de la rosa. Y sí, tal vez caigáis en la tentación de pensar que la autora, Ellis Peters, tuvo la osadía de intentar emular la joya de Umberto Eco... y estaríais cometiendo un error, porque esta novela, Un dulce sabor a muerte, es anterior en varios años a la novela de Eco, así que de existir inspiraciones varias, serían en el sentido contrario, aunque no seré yo la que tire la primera piedra. En todo caso, la similitud es curiosa, pero la originalidad de usar a un monje en la Edad Media como investigador por primera vez en la literatura, es sin lugar a dudas de Ellis Peters.
Dicho todo esto, que no quiero hacer una reseña larga, solo me voy a detener en un par de cosas: por un lado, la ambientación, y por el otro, la investigación en sí misma.
Si empiezo por lo segundo, la investigación, no debemos olvidar algo que ya he dicho un par de veces: que la novela se ambienta en 1137, en plena Edad Media. Así que no esperéis una trama llena de efectos, giros, investigaciones apasionantes y montones de pruebas que estudiar y examinar. De hecho se pasa un buen porcentaje de libro antes de que llegue el esperado asesinato porque la autora se detiene mucho en presentar tanto a los personajes como a la propia situación. Pero es que, cuando llega la muerte, lo único de lo que dispone Cadfael para resolver el asunto es de su capacidad para observar el cadáver y el escenario del crimen, su conocimiento del alma humana, su empatía a la hora de comprender las relaciones humanas y lo que motiva a las personas para hacer lo que hacen y su destreza con las hierbas y sus usos (al menos en este primer libro).
En cuanto a la ambientación, la autora nos lleva desde Inglaterra a Gales buscando una tensión que no hubiese existido en tierras inglesas. Para que os hagáis una idea (sin extenderme mucho), en la época en la que se sitúa la novela, los galeses no solo tenían que enfrentarse a luchas internas y entre clanes, sino también a las presiones externas (que en aquellos tiempos provenían de los conquistadores normandos), así que los ingleses no solo no eran bien vistos, sino que eran considerados forasteros en el país. Teniendo todo esto en cuenta, la delegación benedictina es recibida con hospitalidad, curiosidad y gentileza por parte de las gentes del lugar porque no les queda otra, pero también con cierta desconfianza y sin olvidar que son un hatajo de monjes ingleses que quieren llevarse a una santa galesa, y por mucho que los benedictinos tengan la bendición de la iglesia y de la monarquía de esas tierras, no quieren perder la protección de una santa que ellos consideran que les pertenece. La tensión va in crescendo y, cuando todo culmina en el asesinato, las sospechas recaen tanto sobre posibles rencillas familiares como sobre esos monjes que han llegado para sembrar discordia.
Y por encima de todo esto revolotea un hecho que la autora pone varias veces en boca de Cadfael: que los monjes son también hombres, que se dejan llevar por la ambición igual que cualquier otro mortal y que hay hombres buenos y malos tanto fuera de la fe cristiana como dentro de ella. Que unos son mejores que otros, pero que todos en la viña del Señor están cortados por el mismo patrón ya lleven hábitos, túnicas o harapos. Y sin dar demasiados datos porque he evitado hablaros de cualquier personaje que no sea Cadfael (y, en muy menor medida, Juan), todo esto lo vemos en varios personajes que forman parte de la delegación benedictina. Cada cual tiene sus motivaciones en ese viaje, unos lo demuestran de manera evidente y otros de manera más soslayada, pero lo que resulta claro es que algunos actúan para mayor gloria suya, por mucho que digan hacerlo en nombre de la Orden... y no todos realizarán el viaje de vuelta a la abadía de San Pedro y San Pablo, pero los motivos tendréis que averiguarlos si leéis el libro.
En resumen, un misterio medieval en el que la autora implementa la labor de documentación exhaustiva que llevó a cabo (ya no solo sobre la época, sino sobre el modo en que funcionaba una Orden religiosa como esta hace más de mil años) de una manera totalmente natural, sin que se note y sin hacer alarde de ello (que es un defecto muy molesto en muchos escritores), así que no tengáis dudas si no os va mucho el tema religioso porque está contado de tal manera que está ahí por razones evidentes, pero sin más. Además yo creo que es un gesto muy valiente el de optar por una ambientación como esta para un libro de misterio con asesinatos (valiente y pionero, que muchos han venido después de ella a contar cosas parecidas), porque los recursos de investigación del siglo XII no podían ir más allá de la mera observación y los conocimientos inherentes a la persona encargada de realizarla. Es una historia que depende mucho del protagonista por razones obvias, y Cadfael es todo un descubrimiento: un monje sin ninguna vocación monástica que ha vivido mucho, ha visto mucho y que, por tanto, posee unas habilidades y unas capacidades muy superiores y mucho más cosmopolitas que las la de la gente que le rodea, que ha vivido enclaustrada la mayor parte de su vida. Ha convivido con la muerte durante sus años en Tierra Santa y sabe de heridas, de armas y de formas de matar, así que podría decirse que los muertos le hablan (en sentido figurado, claro) y de esa información depende el éxito de sus pesquisas.
La verdad es que he disfrutado mucho de esta primera novela de Fray Cadfael, me ha parecido muy entretenida y fácil de leer entre lecturas más exigentes con un muy buen personaje principal y una estupenda ambientación, así que el año que viene seguiré sin duda con este personaje.Ah, y por si queréis ver algo de la serie, os dejo el tráiler por aquí
ELLIS PETERS (1913-1995). Autora prolífica de novelas históricas y de misterio,
alcanzó fama mundial con las novelas de Fray Cadfael, que han vendido
millones de ejemplares, han sido traducidas a decenas de idiomas, y
sobre las que la BBC produjo una serie de gran éxito. En 1994 le fue
concedida la Orden del Imperio Británico. Los misterios que encierran
las novelas de Cadfael se encuentran dentro de la mejor tradición de las
«novelas enigma» inglesas. La recreación de la atmósfera medieval
envuelve de forma magistral la trama, uniendo el género histórico con el
de misterio.