Título original: The Spanish Military Nun
Autor: Thomas de Quincey
Editorial: Pre-Textos
Traducción: Luis Loayza
Prólogo: Luis Loayza
Páginas: 148
Fecha publicación original: 1842
Fecha esta edición: mayo 2006
Fecha esta edición: mayo 2006
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: 15 euros
Catalina de Erauso, la monja vestida de hombre que recorrió la América
española, debió de ser un personaje brutal, un asesino ocasional que
contaba sus crímenes con indiferencia y un soldado castigado por su
crueldad con los indios. En la obra de De Quincey, Catalina se convierte
en una muchacha hermosa y lozana, un héroe militar, una heroína
romántica que por la fuerza de las circunstancias y cierta viveza de
genio -que su autor encuentra disculpable- reparte estocadas entre los
insolentes pero mantiene siempre el sello de pureza y religión de sus
años de convento.
De Quincey, que nunca cruzó el Canal, que nunca levantó la mano contra nadie, fue uno de los grandes aventureros ingleses, a quien una botella de láudano transportaba del silencio de su biblioteca a reinos más extraños que el Perú. El azar de una lectura lo movió a recrear los duelos, persecuciones y naufragios de una muchacha, de la sombra de una muchacha, a la que dio vida no con documentos que no se ocupó en leer, sino con su propia imaginación, espléndida y atormentada.
De Quincey, que nunca cruzó el Canal, que nunca levantó la mano contra nadie, fue uno de los grandes aventureros ingleses, a quien una botella de láudano transportaba del silencio de su biblioteca a reinos más extraños que el Perú. El azar de una lectura lo movió a recrear los duelos, persecuciones y naufragios de una muchacha, de la sombra de una muchacha, a la que dio vida no con documentos que no se ocupó en leer, sino con su propia imaginación, espléndida y atormentada.
Hace un tiempo me propuse leer a Thomas de Quincey una vez al año, y aunque La monja alférez honra mi estantería desde a saber cuándo, no sé por qué siempre tiro para historias más góticas o de misterio, así que ya era hora de hincarle el diente. Y me arrepiento de no haberla leído antes; la he disfrutado un montón y me ha tenido con la sonrisa en la boca en muchos pasajes. Me da pena que se lea tan poco a este autor o que solo sea conocido por su archifamosa afición al opio, pero yo no cejo en mi empeño y todos los años lo invito a tomar el té en Netherfield (en el blog podéis leer las reseñas de Klosterheim y El vengador).
¿De qué va La monja alférez? Pues eso ya es más complicado de explicar. En principio se supone que es un ensayo biográfico de Catalina de Erauso, mujer nacida en San Sebastián en pleno siglo de Oro español... y digo "se supone" porque Thomas de Quincey se puso el mundo por montera y decidió contar la historia de Catalina que a él le pareció bien (un avance: se inventa muchas cosas. O las cuenta a su modo que no es el modo auténtico. O les hace un triple nudo para dejar bien a Catalina cuando no debería quedar tan bien), lo que hace que este libro tenga más de novela que de biografía, pero de eso os hablo más adelante. Primero hay que explicar quién fue la verdadera Catalina de Erauso... la de verdad.
Sin soltaros aquí la biografía pormenorizada de Catalina (para eso está Google), sí que quiero daros algunos de los datos clave que hicieron de esta mujer una figura muy, muy famosa en su época. Nació en un año indeterminado de la última quincena del siglo XVI, y fue ingresada en un convento a la edad de 4 o 5 años (de Quincey empieza fuerte abandonándola al nacer en el convento. marcando territorio desde el principio). Cuando contaba unos quince años (y siendo novicia, pues realmente nunca fue monja) se escapó, se cortó el pelo, se vistió como un hombre e inició su vida de prófuga. Tras recalar en diversas ciudades del norte de España y en vista de que su padre la estaba buscando (llegó a encontrarse con él, pero él no la reconoció), se embarcó hacia América, y ese fue el comienzo de su leyenda. Asesinó para robar, fue la única superviviente de un naufragio, habitó la celda de una prisión en varias ocasiones, volvió a matar (se llevó por delante a varios familiares), luchó al servicio de la corona y en la batalla de Valdivia masacró a cuantos indios mapuches pudo (fue entonces cuando recibió el título de alférez), intentaron casarla con señoritas enamoradas, se libró de la pena de muerte in extremis... Fue una mujer valiente con un lado violento y cruel, una superviviente que hizo lo que tuvo que hacer no solo para salvar la vida sino para ocultar su sexo en un entorno de hombres.
Esta, como os digo, fue la Catalina real. ¿Cómo es la Catalina de Thomas de Quincey? Maravillosa, una mujer simplemente maravillosa, honesta, honrada, valiente, generosa, carente de rencor y temerosa de Dios, que vivía su vida con la verdad por delante: si mataba era porque las circunstancias resultaban adversas y si hacía uso de la espada para todo era porque el mundo le había hecho así. Una heroína de carne y hueso vista desde una perspectiva romántica y aventurera con una vida llena de hazañas, peripecias y peligros que consiguió superar y solventar uno detrás de otro escapando de la muerte con más vidas que un gato (bueno, todo lo que viene detrás de "una vida llena de hazañas" es cierto). ¿De Quincey realmente admiraba a esta mujer tanto como parece en su biografía o simplemente, y a falta de tiempo de informarse y estudiar sobre ella (algo que está comprobado que no hizo porque el plazo de entrega apremiaba), decidió echar a volar la imaginación y contar su versión sobre ella, una versión mucho más divertida, novelera, idealizada y llena de picaresca? Yo apuesto por la segunda opción, pero a saber.
En cualquier caso, y por si a alguien le interesa, la propia Catalina dejó escritas unas memorias que no fueron publicadas hasta 1829 (se ha discutido mucho su autoría e incluso la existencia de esta mujer, pero hoy en día está más que probada). Catalina fue una auténtica celebridad en su época, volvió a España en olor de multitudes, fue recibida por Felipe IV, más tarde viajó a Roma y fue recibida por el papa Urbano VIII, recibió permiso para seguir vistiendo como hombre las ropas de soldado, se codeó con lo más granado de la época... Y su muerte fue tan misteriosa como su vida: no se sabe con exactitud cómo murió ni cuándo lo hizo salvo que fue cuando estaba de vuelta en América (de Quincey cuenta en el libro la versión que a él le parece más enigmática, pero hay varias teorías más y a día de hoy sigue sin saberse a ciencia cierta). Fruto de esas memorias surgieron varias biografías escritas por autores como Alexis de Valon, que fue la que siguió de Quincey... pero decir que la siguió es como decir que la miró de refilón y decidió fantasear con el resto. En resumidas cuentas: La monja alférez es la versión pseudonovelada de una biografía libre basada en una autobiografía. De aquellos barros, estos lodos. Y yo, que me lo paso pipa revolcándome en los susodichos, encantada de la vida.
Mirad, sé que este libro, históricamente hablando en cuanto a precisión de los hechos y el carácter de su protagonista, hace aguas por todas partes, y que los sucesos reales se solapan con el imaginario aventurero del autor y su decisión férrea de endulzar e idealizar el carácter y la vida de esta mujer, pero me lo he pasado tan bien leyéndolo que me lo he tomado como lo que es: una prueba más del genio de este hombre. Te lo imaginas sentado a una mesa con bebida suficiente al alcance de la mano y unos cuantos oyentes repartidos alrededor escuchándole contar las andanzas de la excelsa Catalina. Y él, en su salsa, se dirige constantemente a su público, le hace partícipe de ironías y chanzas varias, se los lleva a su terreno mientras narra mil aventuras, se ofusca y hace incisos para defender apasionadamente la figura de su adorada monja ante biógrafos malignos y malpensados, rompe el hilo de la narración de manera constante para contar cualquier cosa que a él le parece que viene a cuento y retoma la historia cuando le parece bien... De Quincey era un cuentacuentos magnífico, tenía un don especial para conectar con el lector y hacerle partícipe de lo que fuese que quisiera contarle, y de ese talento hizo su seña de identidad.
La monja alférez real fue un personaje apasionante y muy cuestionable cuya misma existencia, vivencias y logros cuesta imaginar en una época distinta a la que vivió. Solo por eso merece la pena conocerla. Pero si a eso unimos la monja alférez imaginaria, la de Thomas de Quincey, esa que, además de vivir todo lo que vivió la real, tenía trazas de heroína trágica, entonces tenemos toda una novela histórica de aventuras donde los sucesos más impensables, los que parecen más ficticios y fruto de la imaginación desbordante del autor, son precisamente los más verídicos, convirtiendo la lectura en una sucesión de sorpresas, andanzas, malentendidos y cambios de escenario de lo más variopintos. Aderezamos todo esto con la narración inteligente, ágil, irónica, divertida y aguda del autor británico, y tenemos un libro que palpita, que tiene vida, que se disfruta y que se queda en la memoria de quien lo lee. Yo repetiré lectura en un futuro no muy lejano. Acabo de terminarla y ya me pide el cuerpo volver a adentrarme en ella.
No quiero recomendar abiertamente, que si luego no gusta la recomendación se me clava una espinita y duele, pero... ¿por qué no se lee más a Thomas de Quincey? ¿Por qué tiene tan poquita visibilidad? Lo sé, lo sé, la competencia es dura y los temas que trata a priori pueden no parecer interesantes, pero os aseguro que si se hacen a un lado a esos prejuicios y conocéis su forma de contar las cosas, querréis repetir. O no, a saber... lo mismo me ciega la veneración absoluta que le tengo y tras leerle decidís que nunca más. Yo seguiré en mis trece, seguiré dedicándole al menos una entrada anual en el blog (o dos, o tres, si se puede), y seguiré diciendo que es una gozada leerle. Una auténtica gozada.
Aunque se supone que debe haber muchos retratos sin identificar de Catalina de Erauso, solo uno está confirmado como suyo, y es el que os muestro. Y termino :)
Sin soltaros aquí la biografía pormenorizada de Catalina (para eso está Google), sí que quiero daros algunos de los datos clave que hicieron de esta mujer una figura muy, muy famosa en su época. Nació en un año indeterminado de la última quincena del siglo XVI, y fue ingresada en un convento a la edad de 4 o 5 años (de Quincey empieza fuerte abandonándola al nacer en el convento. marcando territorio desde el principio). Cuando contaba unos quince años (y siendo novicia, pues realmente nunca fue monja) se escapó, se cortó el pelo, se vistió como un hombre e inició su vida de prófuga. Tras recalar en diversas ciudades del norte de España y en vista de que su padre la estaba buscando (llegó a encontrarse con él, pero él no la reconoció), se embarcó hacia América, y ese fue el comienzo de su leyenda. Asesinó para robar, fue la única superviviente de un naufragio, habitó la celda de una prisión en varias ocasiones, volvió a matar (se llevó por delante a varios familiares), luchó al servicio de la corona y en la batalla de Valdivia masacró a cuantos indios mapuches pudo (fue entonces cuando recibió el título de alférez), intentaron casarla con señoritas enamoradas, se libró de la pena de muerte in extremis... Fue una mujer valiente con un lado violento y cruel, una superviviente que hizo lo que tuvo que hacer no solo para salvar la vida sino para ocultar su sexo en un entorno de hombres.
Esta, como os digo, fue la Catalina real. ¿Cómo es la Catalina de Thomas de Quincey? Maravillosa, una mujer simplemente maravillosa, honesta, honrada, valiente, generosa, carente de rencor y temerosa de Dios, que vivía su vida con la verdad por delante: si mataba era porque las circunstancias resultaban adversas y si hacía uso de la espada para todo era porque el mundo le había hecho así. Una heroína de carne y hueso vista desde una perspectiva romántica y aventurera con una vida llena de hazañas, peripecias y peligros que consiguió superar y solventar uno detrás de otro escapando de la muerte con más vidas que un gato (bueno, todo lo que viene detrás de "una vida llena de hazañas" es cierto). ¿De Quincey realmente admiraba a esta mujer tanto como parece en su biografía o simplemente, y a falta de tiempo de informarse y estudiar sobre ella (algo que está comprobado que no hizo porque el plazo de entrega apremiaba), decidió echar a volar la imaginación y contar su versión sobre ella, una versión mucho más divertida, novelera, idealizada y llena de picaresca? Yo apuesto por la segunda opción, pero a saber.
En cualquier caso, y por si a alguien le interesa, la propia Catalina dejó escritas unas memorias que no fueron publicadas hasta 1829 (se ha discutido mucho su autoría e incluso la existencia de esta mujer, pero hoy en día está más que probada). Catalina fue una auténtica celebridad en su época, volvió a España en olor de multitudes, fue recibida por Felipe IV, más tarde viajó a Roma y fue recibida por el papa Urbano VIII, recibió permiso para seguir vistiendo como hombre las ropas de soldado, se codeó con lo más granado de la época... Y su muerte fue tan misteriosa como su vida: no se sabe con exactitud cómo murió ni cuándo lo hizo salvo que fue cuando estaba de vuelta en América (de Quincey cuenta en el libro la versión que a él le parece más enigmática, pero hay varias teorías más y a día de hoy sigue sin saberse a ciencia cierta). Fruto de esas memorias surgieron varias biografías escritas por autores como Alexis de Valon, que fue la que siguió de Quincey... pero decir que la siguió es como decir que la miró de refilón y decidió fantasear con el resto. En resumidas cuentas: La monja alférez es la versión pseudonovelada de una biografía libre basada en una autobiografía. De aquellos barros, estos lodos. Y yo, que me lo paso pipa revolcándome en los susodichos, encantada de la vida.
Mirad, sé que este libro, históricamente hablando en cuanto a precisión de los hechos y el carácter de su protagonista, hace aguas por todas partes, y que los sucesos reales se solapan con el imaginario aventurero del autor y su decisión férrea de endulzar e idealizar el carácter y la vida de esta mujer, pero me lo he pasado tan bien leyéndolo que me lo he tomado como lo que es: una prueba más del genio de este hombre. Te lo imaginas sentado a una mesa con bebida suficiente al alcance de la mano y unos cuantos oyentes repartidos alrededor escuchándole contar las andanzas de la excelsa Catalina. Y él, en su salsa, se dirige constantemente a su público, le hace partícipe de ironías y chanzas varias, se los lleva a su terreno mientras narra mil aventuras, se ofusca y hace incisos para defender apasionadamente la figura de su adorada monja ante biógrafos malignos y malpensados, rompe el hilo de la narración de manera constante para contar cualquier cosa que a él le parece que viene a cuento y retoma la historia cuando le parece bien... De Quincey era un cuentacuentos magnífico, tenía un don especial para conectar con el lector y hacerle partícipe de lo que fuese que quisiera contarle, y de ese talento hizo su seña de identidad.
La monja alférez real fue un personaje apasionante y muy cuestionable cuya misma existencia, vivencias y logros cuesta imaginar en una época distinta a la que vivió. Solo por eso merece la pena conocerla. Pero si a eso unimos la monja alférez imaginaria, la de Thomas de Quincey, esa que, además de vivir todo lo que vivió la real, tenía trazas de heroína trágica, entonces tenemos toda una novela histórica de aventuras donde los sucesos más impensables, los que parecen más ficticios y fruto de la imaginación desbordante del autor, son precisamente los más verídicos, convirtiendo la lectura en una sucesión de sorpresas, andanzas, malentendidos y cambios de escenario de lo más variopintos. Aderezamos todo esto con la narración inteligente, ágil, irónica, divertida y aguda del autor británico, y tenemos un libro que palpita, que tiene vida, que se disfruta y que se queda en la memoria de quien lo lee. Yo repetiré lectura en un futuro no muy lejano. Acabo de terminarla y ya me pide el cuerpo volver a adentrarme en ella.
No quiero recomendar abiertamente, que si luego no gusta la recomendación se me clava una espinita y duele, pero... ¿por qué no se lee más a Thomas de Quincey? ¿Por qué tiene tan poquita visibilidad? Lo sé, lo sé, la competencia es dura y los temas que trata a priori pueden no parecer interesantes, pero os aseguro que si se hacen a un lado a esos prejuicios y conocéis su forma de contar las cosas, querréis repetir. O no, a saber... lo mismo me ciega la veneración absoluta que le tengo y tras leerle decidís que nunca más. Yo seguiré en mis trece, seguiré dedicándole al menos una entrada anual en el blog (o dos, o tres, si se puede), y seguiré diciendo que es una gozada leerle. Una auténtica gozada.
Aunque se supone que debe haber muchos retratos sin identificar de Catalina de Erauso, solo uno está confirmado como suyo, y es el que os muestro. Y termino :)
Thomas de Quincey (Manchester, 15 de
agosto de 1785-Edimburgo, 8 de diciembre de 1859), hijo de un acomodado
comerciante, recibió una esmerada educación, con una especial incidencia
en las disciplinas clásicas (a los trece años escribía griego), a cargo
de preceptores particulares. A los 17 años se escapó de casa y vivió en
Gales y Londres. De regreso estudió en el Worcester Collage de Oxford.
De allí arranca su proverbial adicción al opio. Las necesidades
económicas (había dilapidado su fortuna) y la numerosa prole a la que
tenía que alimentar (tuvo ocho hijos) le obligaron a trabajar como
periodista. La mejor biografía de Thomas de Quincey nos ha sido legada
por el propio escritor en tres entregas: Confesiones de un inglés comedor de opio (1821), Suspiria de profundis (1845) y Apuntes autobiográficos (1853).
Erudito, original, transgresor, imaginativo, laberíntico y crítico, no sólo literario sino de la sociedad de su tiempo, constituye una referencia fundamental para la estética del Decadentismo.
Su biblioteca, integrada por más de 5.000 volúmenes, contenía obras de Homero, Sófocles, Píndaro, Horacio, Tito Livio, John Milton, Robert Burton, John Donne, Francis Bacon, Jonathan Swift, Francois Rabelais, Laurence Sterne...
Hola. Pues no conocía a Thomas de Quincey. Así que primer objetivo, conseguido. Y según lo vi me imaginé monja al estilo Santa Teresa o algo así. Pero vaya con la alférez, menuda vida ajetreada. Oye, yo me apunto a las aventuras.
ResponderEliminarY por cierto, esta editorial tiene cosas muy chulas y diferentes.
Besos
Pues, mira, teniendo en cuenta al personaje (muy ajustada la descripción del primer párrafo de tu entrada), es un alivio que Thomas de Quincey se lo inventara más simpático ¡qué fantasía! Jajajajaja. En serio, me gusta mucho más la versión que nos cuentas. Y después de ver el retrato de la señora, aun más ¡qué cara de mala! Confieso que de este autor solo he leído "Memorias de un inglés fumador de opio" y casi no me acuerdo de nada, pero tengo apuntadísimo "Memoria de los poetas de los lagos", ¿tú crees que me gustará o mejor escojo algo de ficción de su bibliografía? Besos!!
ResponderEliminarHola guapa, pues aunque pones mucho entusiasmo en la reseña me lo tengo que pensar. No soy mucho de este tipo de novelas, o por lo menos actualmente no lo soy tanto como antes... Así que se queda en barbecho.
ResponderEliminarUn besazo
Como siempre, descubriendome autores que no sabía ni que habían nacido. Y mira que me gusta la novela histórica, pero creo que esta la dejo pasar. Mi lista de pendientes sí que hace aguas (de lo llena que está). Gracias. Besos
ResponderEliminarYo, como Norah, me imaginaba a la monja al estilo Santa Teresa, y ya veo que no. Que vaya vida que tuvo. Y aunque rigor, parece ser que en esta obra no hay, es tanto tu entusiasmo que me dejas con muchas ganas de probar.
ResponderEliminarBesotes!!!
¡Hola! No conocía la figura de esta monja, pero desde luego me parece muy interesante, tanto su historia real como la versión más útopica que nos presenta De Quincey. Si tuviese que escoger, creo que en esta ocasión me quedaría con la autobiografía, pero no descarto darle una oportunidad a alguna otra obra del autor.
ResponderEliminar¡Nos leemos!
Hola, de Quincey leí hace muchos años Memorias de un fumador de ocio y la verdad es que no me acuerdo de nada, supongo que era demasiado joven para apreciarlo. Esta claro que en algún momento volveré a leerlo, aunque no se si ponerme antes con alguna otra de sus historias. Besinos.
ResponderEliminar¡Hola! Acabo de descubrir tu blog y me quedo como seguidora. ¡Espero verte por el mio!
ResponderEliminarEs un libro muy interesante, me lo llevo anotado. Gracias por la reseña♥
¡Nos leemos! Besos.
COn la pasión que le pones a las reseñas, realmente nos invitas a leer al autor. Me ha hecho gracia el título original de la novela: The Spanish Military Nun. Besos
ResponderEliminarHola!! Lo desconocía por completo, no descarto darle una oportunidad más adelante. Tomo buena nota de tus impresiones lectoras. ¡Gran reseña y gracias por tu recomendación! Besos!!
ResponderEliminarA pesar de tan entusiastas impresiones, este en concreto no me llama. No obstante, no descarto al autor. Bucearé un poco en su obra a ver con qué me encuentro. Estupenda reseña.
ResponderEliminarUn beso ;)
Vaya, no conocía a este personaje y me ha resultado interesantísimo. Lástima que sea muy novelado todo y se invente muchas cosas, pero creo que la de verdad no me gustaría... Me lo apunto para algún día.
ResponderEliminarUn saludo,
Laura.