lunes, 9 de septiembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: EL CASTILLO DE WINDSOR - William Harrison Ainsworth


 

Título original: Windsor Castle
Autor: William Harrison Ainsworth
Editorial: Ático de los Libros
Traducción: Joan Eloi Roca
Páginas: 352
Fecha publicación original: 1843
Fecha esta edición: febrero 2019
Encuadernación: cartoné
Precio: 24,50 euros 
Ilustración de cubierta: King Henry and Anne Boleyn Deer Shooting in Windsor Forest (William Powell Frith, 1903)



La gran novela clásica sobre Enrique VIII y Ana Bolena Año 1529. Enrique VIII ha hecho público su amor por Ana Bolena y quiere divorciarse de su esposa, Catalina de Aragón, a pesar de que son muchos los que se oponen a tal decisión. Cuando Mark Fytton, vecino de Windsor, muestra públicamente su rechazo a la relación del rey con Ana Bolena, Enrique ordena ahorcarlo. Sin embargo, antes de su ejecución, Fytton recibe en su celda la visita de un misterioso personaje que le ofrece salvar su vida a cambio de unirse a la banda de Herne el Cazador, que merodea por los bosques de Windsor y atemoriza a quienes se adentran en él. A partir de entonces, las vidas de los habitantes del castillo cambiarán para siempre. 
 
Con una pluma elegante y una combinación perfecta de elementos históricos, juegos de seducción e intriga, Ainsworth nos descubre las luces y las sombras de la corte de Enrique VIII en una exquisita novela que ha sido comparada con las mejores obras de Lord Byron y Matthew Lewis.
 
Hace años (unos cuantos, siete nada menos, cuando el blog estaba en sus horas buenas) os traje un libro cuya visibilidad en el mundo reseñil es inversamente proporcional a la ilusión que a mí me hizo leerlo (es decir, que salvo en el blog de mi querida Mónica Gutiérrez, no recuerdo haberlo visto en ninguna parte). Ese libro fue
Cartas de amor de Enrique VIII a Ana Bolena, y en él me explayé a gusto sobre mi interés por la historia de Inglaterra en general, la de los Tudor en particular y la del psycho de Enrique VIII afinando ya muchísimo. Huelga añadir que un libro como el que os traigo hoy, El castillo de Windsor, me llamó con luces de neón y trompetas desde que se publicó, y si no lo he leído hasta ahora ha sido por las reticencias que tengo con la editorial que lo publicó y sus traducciones de clásicos. En cualquier caso, he decidido que ya era el momento de adentrarme en él con valentía, y aquí estamos. Eso sí, después de darle vueltas, y como no tengo intención de daros la chapa sobre la historia de Enrique VIII y Ana Bolena (otra vez), si me lo permitís (y si no lo hacéis da igual, ya estará hecho cuando me leáis xD) voy a copiar un párrafo que escribí en esa reseña de las Cartas que os comento arriba, porque enlaza a nivel cronológico con lo que ocurre en este libro que os traigo hoy. Es decir, en aquellas cartas se daba una situación muy concreta, y justo después de esa situación tienen lugar los hechos que se narran en El Castillo de Windsor, así que os copio ese párrafo (repito, es un párrafo de mi reseña donde contextualicé el por qué de las cartas de Enrique a Ana) y sigo:
Por situar en contexto al trote, Enrique VIII llevaba años casado con Catalina de Aragón; mujeriego impenitente, cambiaba de amante como de servilleta, y un día se cruzó en su camino Ana Bolena, quien le dijo que nanai de la china, que ella no iba a ser su amante como las otras (amante carnal, para que nos entendamos), ella quería más, quería boda... y claro, Enrique, a quien ninguna cortesana le decía que no, ante tamaña osadía, cayó rendido a sus pies (iba a utilizar una palabra más vulgar y moderna, pero me la ahorro. Echadle imaginación). Cuando los rumores del enamoramiento del rey inundaron la corte, Ana tuvo que marcharse a la casa familiar de Hever durante cosa de un año y medio con la amenaza de no volver jamás (esto ocurrió entre los años 1527 y 1529). A ese periodo corresponden estas cartas, únicos meses que estuvieron separados los dos tortolitos (la separación definitiva llegó cuando el enamorado Enrique ordenó decapitar a su querida Ana, pero claro, esa es otra historia).

Bien, como veis, esas cartas se escribieron hasta cierto momento de 1529, porque a partir de entonces Enrique tomó la decisión de apartar oficialmente a Catalina de su lado y pasearse con Ana Bolena como si ella ya fuera su esposa oficial. Pero claro, no lo era... y es que en aquella época el cardenal Wolsey se hallaba en plenas negociaciones con Roma para que a Enrique le concediesen la anulación del matrimonio con Catalina y le dejasen casarse con Ana (inciso: Catalina se casó en 1501 con el hermano de Enrique, Arthur, que falleció cinco meses después de la boda, y fue años después, en 1509, cuando ya era requeteviuda, que Enrique se casó con ella porque le convenía por motivos políticos. Para divorciarse alegó que el matrimonio no era válido porque, al haberse casado con la mujer de su hermano, Dios le había castigado con la ausencia de hijos varones vivos... se inventó esto como se podía haber inventado que Catalina tenía sangre de dragón). En fin, todo esto para contaros que la trama de El castillo de Windsor comienza cuando en abril de 1529, se reúnen en el castillo los interesados con el cardenal Lorenzo Campeggio, enviado de Roma para mediar en la solicitud de anulación. Ese es el contexto histórico de esta novela, justo después de esas cartas de amor (por no llamarlo otra cosa) que Enrique envió a Ana cuando tuvieron que permanecer separados y mientras movían los hilos para solicitar la anulación en Roma.

Y ahora sí, dicho todo esto, os hago una breve sinopsis.

El 21 de abril de 1529 hacen su entrada en el castillo de Windsor Enrique VIII, Ana Bolena, el cardenal Wolsey y el cardenal Campeggio, todos ellos acompañados por sus respectivas comitivas, lo que convierte al castillo en un hervidero de cientos de personas que hacen de su presencia en la corte su modo de vida. Pero este no es un momento histórico cualquiera: Enrique VIII está decidido a anular su matrimonio con Catalina de Aragón para poder casarse con Ana Bolena, pues ella le ha dicho que no será suya (en todos los sentidos y aspectos) hasta que no sea su esposa legítima. Pero claro, la anulación de este matrimonio tendría muchas repercusiones políticas y religiosas, y Roma no está por la labor. Esa es la misión del cardenal Campeggio, enviado de Roma para tomar parte en un tribunal que decida qué hacer en este espinoso asunto, y esta es la peliaguda situación en la que se encuentran los notables del reino. Pero también tenemos a los miembros de la corte, sus simpatías hacia al rey (o su disconformidad con su decisión de tomar como amante a Ana Bolena y deshonrar a Catalina, lo que conduce a la mano que tan suelta tenía Enrique para condenar a muerte) y, sobre todo sus amoríos, y aquí es donde entra en escena una segunda subtrama: la que concierne al duque de Richmond (único hijo ilegítimo que Enrique VIII reconoció), al duque de Surrey y la bella Geraldina. Y luego tenemos la tercera subtrama, que en realidad llega un punto que se come a todas las tramas anteriores, que es la aparición en los bosques de Windsor de su famoso e infame fantasma, Herne el Cazador, que tendrá mucho que ver en el devenir  de varios de nuestros protagonistas y sus decisiones, porque este demonio sabe perfectamente lo que quiere y cómo conseguirlo. Mucha tela que cortar, vaya.

Antes de seguir, quizás debería hablaros de la leyenda de Herne el Cazador, porque la mitad de libro gira en torno a ella. En la propia novela se cuenta una versión de esta leyenda (ya sabemos que estas historias siempre suelen tener varias fuentes y distintas versiones), pero en pocas palabras y haciéndome eco de la versión más extendida, solo es necesario saber que es un fantasma del folclore inglés asociado al bosque de Windsor (donde era guardabosques) que suele acechar un roble en particular a medianoche durante el invierno. Se le describe siempre montado a caballo, con astas en la cabeza, arrastrando cadenas y cazando y atormentando al ganado. En El castillo de Windsor vemos que el autor expande este mito más allá, añadiéndole una pandilla de secuaces tanto vivos como muertos (en unos casos le venden su alma antes de morir y le acompañan en el inframundo; en otros le venden su alma en vida a cambio de que les haga favores y les conceda aquello que más desean). En el libro también lo vemos a pie (y no solo a caballo) introduciéndose en varias estancias del castillo o disfrazado engañando a guardas y demás para pasearse por donde quiere. Es decir, que en esta historia puede salir del bosque y acceder al castillo a voluntad, así que el personaje es más complejo y con más posibilidades que la leyenda original. Que por cierto, la primera mención escrita de este personaje la vemos en Las comadres de Windsor, de ese maravilloso hacedor de historias sobre la condición humana que fue William Shakespeare. No se sabe qué fuentes usó para su versión o si era una leyenda local, pero 1597 supone la primera aparición negro sobre blanco de Herne, y no hubo muchas más hasta este mismo libro que hoy os traigo, publicado en 1842.

Hablando de El castillo de Windsor propiamente dicho, fue publicado por entregas a lo largo de casi un año, entre julio de 1842 y junio de 1843 (y como novela en tres volúmenes ese mismo año de 1843). Ainsworth llevaba en la cabeza desde tiempo atrás que quería escribir una novela con Enrique VIII entrando en Windsor el día de San Jorge de 1529 junto con Ana Bolena, Wolsey y Campeggio, e incluso sabía quien quería que fuese el héroe de su historia (cuya identidad no desvelaré aquí, of course), pero siempre estaba inmerso en la escritura de uno u otro libro y tardó unos meses en darle forma. Y para que os hagáis una idea del enorme éxito del libro en su día, vendió unas 30.000 copias solo en el momento de su lanzamiento (desde entonces no ha dejado de reimprimirse). ¿Cuantos escritores darían lo que fuese hoy en día por vender 30.000 ejemplares? También es verdad que había menos competencia, pero 30.000 libros  a mediados del siglo XIX son muchos libros. Bien por él. Lo de las buenas críticas lo dejamos aparte, porque le pusieron pegas... con razón.

Y es que a ver,  esta novela es un popurrí, cuando menos curioso, de muchas cosas. Esta dividido en cinco libros, cada uno dedicado a un aspecto diferente. Por ejemplo, el primer libro está dedicado a Ana Bolena, y en él se nos narra la llegada de las comitivas al castillo (puntualizando de manera pormenorizada y un poco cansina como va vestido cada bendito miembro de esas comitivas...), los estragos que Ana provocaba entre los corazones de algún que otro miembro de la corte, los celos de Enrique, la perspectiva bastante obvia del autor que deja clara que Ana no estaba en absoluto enamorada de Enrique y solo buscaba su ascenso al poder y al trono, etc... Se hace alguna alusión a la leyenda de Herne el Cazador, pero esta es una parte de la historia que reclama su protagonismo en el segundo libro, y es entonces cuando nos metemos de lleno en esta leyenda, en la participación de miembros de la corte en la persecución de Herne, en otros miembros de la corte que venden su alma a Herne para conseguir lo que quieren, en la aparición de nuevos personajes que serán los que moverán esta parte de la trama (incluida una hermosa doncella por la que Enrique beberá los vientos... él sí puede picotear, Ana no, como bien veis). Y luego viene el libro tres, que rompe totalmente con la novela, se convierte en un ensayo y el autor nos narra a lo largo de varios capítulos la historia del castillo de Windsor, los reyes que han habitado en él y las muchas reformas que ha sufrido según quien estuviese en el trono. Y cuando nos ha contado todo esto vuelve a la novela, donde seguimos con Herne y sus fechorías, algunas apariciones de Catalina (muy digna ella), la rivalidad entre Wolsey y Ana... y bueno, no os digo donde acaba la cosa por si alguien me dice que es spoiler, pero tampoco hay mucha pérdida porque el autor da unos cuantos saltos en el tiempo para llegar hasta donde quiere llegar y el final de todo esto es el que es (el que fue, vaya).

¿Cómo es la narrativa de Ainsworth? Pues muy vívida, descriptiva (a veces demasiado, como ya he dicho), se le notan sus preferencias cuando habla de ciertos personajes (Ainsworth era de Catalina de Aragón sin ningún lugar a dudas.... no era precisamente del #teamBoleyn), se defiende muy bien en esta mezcolanza de novela histórica con toques de fantasía gótica y, sobre todo en la segunda mitad del libro, atrapa al lector cuando Herne se convierte en el meollo principal y corremos aventuras varias tanto en el castillo como fuera de él. Es decir, que entiendo perfectamente el éxito que tuvo en su día... pero también creo que se desvía a veces demasiado de lo que está contando, que se pierde en caminos que no aportan nada y que toma decisiones (como contarnos la historia del castillo de Windsor de manera muy, muy pormenorizada) que son un poco peculiares y que cortan por completo el ritmo de la narración. Vamos, que tiene cosas buenas, pero otras que no lo son tanto.

En fin, que es un libro entretenido que cumple su función sin más, no esperéis alta literatura (tampoco creo que fuese la intención del autor). Ficción histórica sobre hechos reales, fantasía gótica, ensayo de casi treinta y cinco páginas sobre la historia del propio castillo... no me digáis que no es un libro peculiar. Y claro, esa peculiaridad hace que me cueste recomendarlo alegremente, porque no solo te tiene que gustar el periodo histórico que trata y todo lo que rodea en concreto a la relación entre Ana y Enrique, sino que encima tiene fantasía de por medio y una parte de no ficción que no pega ni con cola (por muy interesante que sea para quienes gustamos de estas cosas). Vaya, que te tienen que gustar muchas cosas distintas para disfrutar del libro y ser también condescendiente con los caprichos del autor. Porque además me ha dado la sensación de que Ainsworth dio por hecho que el lector sabría de quien estaba hablando en cada momento, como si tuvieses que conocer a toda la corte de Enrique VIII antes de empezar (cosa que probablemente en aquella época era de esperar), e introduce a los personajes con las mínimas explicaciones. En mi caso no ha sido un problema (a ver, no conozco a toda la corte, obvio, pero sí a un cierto grupo de personajes relevantes en ella de tanto leer sobre el tema), pero no sé yo hasta qué punto echarán en falta un poco más de presentación de personajes quienes no los conozcan de antemano. 

No me enrollo más. Aquí lo dejo y ya cada cual sabrá si le hace tilín o no xD

Ah, y hubiese sido de agradecer que la edición incluyese las ilustraciones originales de la novela. Las cuatro primeras fueron del ilustrador francés Tony Johannot, y a partir de ahí continuó con el trabajo George Cruikshank, ilustrador y caricaturista. Me da mucha pena ver cómo muchos de estos libros clásicos, que en sus ediciones originales estaban ilustrados (esas ilustraciones están libres de derechos, igual que los propios libros), son publicados hoy en día sin una parte tan importante de la experiencia lectora que vivieron los lectores originales de la obra. A ver, es que son una maravilla, y casi ninguna editorial hace el esfuerzo.

Scanned image and text by Philip V. Allingham

 
 

William Harrison Ainsworth (1805-1882) fue un popular escritor británico de novelas históricas, autor de cerca de cuarenta obras. Nacido en Manchester, cursó estudios de Derecho, que ejerció brevemente antes de dedicarse enteramente a la literatura a partir de 1826, con la publicación de su primera novela. Obtuvo su primer gran éxito con la novela Rockwood (1834), que narra las aventuras de Dick Turpin, un célebre bandolero del siglo XVIII. La obra llevó a muchos a considerar a Ainsworth como el sucesor de Walter Scott. La gran acogida de su siguiente obra, Jack Sheppard (1839), lo afianzó como uno de los mayores representantes de la llamada «escuela de Newgate». El estilo tenía muchos detractores, entre ellos el escritor William M. Thackeray, por considerar que glorificaba la vida de los criminales que retrataba y, tras una airada polémica suscitada por un asesinato supuestamente inspirado por la novela de Ainsworth, este decidió abordar otras temáticas. A partir de 1840, la obra de Ainsworth se centró en la novela histórica, entre las que destacan La torre de Londres, Old St. Paul’s o El castillo de Windsor. Fue un autor de gran éxito durante su vida, siendo muchas de sus obras auténticos best sellers. Muchas de ellas iban acompañadas de dibujos de George Cruikshank, el célebre ilustrador de las novelas de Charles Dickens. Ainsworth combinó su trabajo literario con la labor de editor, participando en numerosas publicaciones como autor, editor y director y fundando su propia Ainsworth’s Magazine 1842. A pesar de sus grandes esfuerzos, no alcanzó como editor cotas de éxito similares a las de su carrera de escritor.

5 comentarios:

  1. No me dejo tentar esta vez, que no creo que llegara a disfrutar por completo de esta lectura, pero gracias por descubrírmela.
    Besotes!!

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  2. Hola, no sé si me animaré con este, tal vez sí, aunque Enrique VIII siempre me cayó fatal, su reinado tiene ingredientes apasionantes, me lo pienso. Besos.

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  3. Hola guapísima, pues mira que me gusta la historia de Inglaterra, Enrique VIII, Ana Bolena, pero la verdad si tiene esos altibajos, esas super descripciones, como que lo dejo pasar.
    Un besazo

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  4. No lo conocía, pero apuntado queda. Un beso.

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  5. Ay, es un libro muy raruno, coincido contigo en que no me atrevería a recomendarlo. Pero, en tu caso, sabía que lo disfrutarías: no solo por la época y por Enrique VIII, sino porque es peculiar y porque la leyenda de Herne el Cazador es oscura y misteriosa. Mira que me dan ganas de releerlo, eh? Gracias por la mención, bella! Besos.

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