jueves, 11 de septiembre de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL VIENTO EN EL ROSAL Y OTRAS HISTORIAS DE LO SOBRENATURAL - Mary E. Wilkins Freeman




Título original: The Wind in the Rose-Bush, and Other Stories of the Supernatural
Editorial: La Biblioteca de Carfax
Traducción: Shaila Correa
PrólogoAna Morán Infiesta
Páginas: 202
Fecha publicación original: 1903
Fecha esta edición: enero 2021
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 17 euros
Ilustración de cubierta: Rafael Martín Coronel




Mary E. Wilkins Freeman utiliza estas historias sobrenaturales, en las que suelen abundar las casas encantadas, para tratar temas mucho más espinosos como son el dolor, la pérdida, la frustración femenina e incluso el abuso de menores. Se sirve de tranquilas y reconfortantes localizaciones regionales y domésticas para adentrarse en terrenos inexplorados y perturbadores. 

Los relatos son los siguientes:  «El viento en el rosal»,  «Las sombras en la pared», «Luella Miller», «La habitación sudoeste», «El solar vacío» y «El fantasma perdido».
  
 
Poco a poco me voy haciendo con todas las antologías de relatos góticos o sobrenaturales que
La biblioteca de Carfax está publicando de autoras clásicas, y de hecho en leído en pocos días dos de esos volúmenes: Relatos sombríos, de Edith Nesbit, y El viento en el rosal y otras historias de lo sobrenatural, de Mary E. Wilkins Freeman. En formato de reseña larga solo os voy a hablar de este último porque no me da la vida, pero del de Nesbit ya os hablaré en las reseñas minus cuando pueda y corresponda (que menudo atasco llevo también por ese frente...). 
 
En realidad esta es la segunda antología de relatos que leo de esta autora, aunque la otra, Algunas mujeres, publicada en 2018 por La isla de Siltolá, no llegué a traerla al blog (creo que este libro se le escapó a la autora de la introducción, porque dice que hasta la publicación de El viento en el rosal solo se había traducido un relato de Freeman al castellano incluido en una antología de la editorial Valdemar). En todo caso, y por si a alguien le interesa, Algunas mujeres incluye historias costumbristas protagonizadas por mujeres de todo tipo y condición ambientadas en su Nueva Inglaterra natal, y me gustó mucho, igual que el que traigo hoy. ¿Quién era Mary E. Wilkins Freeman? Pues empezó a ganarse la vida como escritora desde adolescente publicando historia y poesías juveniles, y además del tipo de relatos costumbristas que os comento arriba, también se adentró en territorio sobrenatural, que es el que hoy nos ocupa. Solo escribió una novela, Pembroke, que cruzaremos los dedos para poder leer en algún momento en castellano. Su obra suele ambientarse en Nueva Inglaterra, la región estadounidense donde nació, y aunque en realidad su producción no fue demasiado extensa, en 1926 llegaron a concederle la primera medalla William Dean Howellss (otorgada por la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras) para honrar toda su carreraSoltera hasta los cuarenta años, se casó con un señor del que pronto se divorció porque empinaba el codo más de la cuenta (y este dato, el de la prolongada soltería, lo introduzco porque era un tema muy presente en su obra y sus protagonistas eran en muchas ocasiones mujeres solteras de diversas edades).
 
Dicho todo esto, os cuento brevemente sobre cada uno de de los relatos. 
 

El viento en el rosal. Tras fallecer su cuñado, Rebecca va a recoger a su sobrina Agnes al hogar donde vive para llevársela con ella. Allí le recibe la segunda esposa de su cuñado, que se comporta de una manera extraña. Rebecca intenta ser paciente y no darle importancia... de no ser porque dos cosas ocurren desde el primer momento: una es que hay un rosal en el patio delantero que se mueve azotado por un viento inexistente que no sopla en ningún otro sitio; la otra es que en varias ocasiones le parece ver llegar a su sobrina, incluso la oye, pero nada, nunca llega, siempre está en casa de otra persona, visitando a alguien, de viaje a algún sitio... Agnes no aparece y su madrastra no deja de dar excusas sin parecer demasiado preocupada.
 
Las sombras en la pared
. Tres hermanas se reúnen en la casa donde viven dos de ellas ante la muerte de su hermano Edward. Al parecer Edward había discutido con otro de sus hermanos, Henry, la noche antes de morir. De hecho las tres hermanas se comportan de manera muy rara ante su hermano Henry, como si le tuvieran miedo, y además está esa sombra que ha comenzado a aparecer en el estudio en cuanto anochece y encienden las lámparas... y esa sombra se parece sospechosamente a la de su hermano fallecido, Edward.
 
Luella Miller. Luella Miller es una joven que jamás en su vida ha hecho nada porque todo aquel que la conoce, sea hombre o mujer, la idolatra de tal manera que dedican su vida por y para ella, matándose a trabajar y hacer todo tipo de tareas para que no mueva un dedo. Y no solo eso, es que todas esas personas, en pocos meses, acaban muriendo totalmente consumidas mientras Luella cada vez está más sana y radiante. Comienzan las habladurías en el pueblo, Luella sigue engatusando a la gente para que hagan todo por ella y mueran en el proceso, pero finalmente da con la horma de su zapato: una vecina que ha sido testigo de todo y está decidida a poner fin a la situación.
 
La habitación sudoeste. Las señoritas Gill han heredado una casa familiar y deciden alquilar las habitaciones para ganarse la vida. Ya tienen tres inquilinos cuando llega una maestra a pasar el verano, y solo pueden darle la habitación donde murió su tía Harriet. Una hermana tiene pavor a entrar en ese dormitorio porque ha visto cosas raras; la otra es más descreída y no cree en esas cosas. Sea como fuere, lo cierto es que desde el primer momento empiezan a suceder cosas en esa estancia, y uno por uno todos los inquilinos deciden probar suerte y demostrar que ahí no pasa nada... que tengan éxito o no es otra cosa.
 
El solar vacío. Una familia decide mudarse a la ciudad y compran una casa que sorprendentemente está a la venta por un precio mucho menor de lo que debería. En esa casa hay un solar donde se tiende la ropa y pronto empiezan a suceder cosas extrañas tanto en el solar como dentro de la casa: espejos que se rompen, cuadros que se caen, olores que no se sabe de donde vienen, cortinas que se mueven solas... Hasta que una noche, mientras todo están en el salón, se llevan el susto de su vida.
 
El fantasma perdido. Dos ancianas están con su costura cuando empiezan a hablar de casas encantadas y una le cuenta a la otra una experiencia que tuvo de joven cuando se hospedaba en casa de dos hermanas. Llevaba allí unas semanas cuando empezó a ver a una niña que aparecía de la nada buscando a su madre y que volvía a desaparecer. Las hermanas ya la habían visto aunque no hubiesen dicho nada, y sabían que algo había pasado en esa casa antes de que ellas la compraran, pero el vendedor de la inmobiliaria se lo había ocultado... y ese algo estaba relacionado con una madre y su hija.
 
Aunque se cree que fueron escritos en el siglo XIX, estos seis relatos se publicaron juntos en un solo volumen en 1903. Si os fijáis,  las protagonistas son casi siempre mujeres, 
y se repiten ciertas pautas: suelen ser hermanas (dos, tres...), en  ocasiones esas hermanas comparten un negocio juntas (que consiste en alquilar habitaciones en la casa en la que viven), se repite la situación de que estas hermanas son solteronas y jamás se han casado, suelen tener apuros económicos o no andan demasiado holgadas en ese aspecto... en realidad, el único relato que rompe un poco con toda esta tónica es El solar vacío, que no solo está protagonizado por un matrimonio y sus hijos, sino que viven holgadamente y en la opulencia. Luella Miller también va por otros derroteros pero por motivos muy diferentes, y aun así sus protagonistas también son mujeres. Y es que en casi toda su obra Freeman buscaba representar a mujeres excepcionales con vidas ordinarias, que salían adelante a pesar de las dificultades, que no tenían miedo a buscarse la vida ni a salirse de la norma que exigía la sociedad. Freeman construyó su propio arquetipo de heroína literaria y tanto en estas historias sobrenaturales como en las costumbristas que también he leído esquiva cualquier tipo de sentimentalismo o ñoñería.
 
Esta es de esas antologías de relatos en los que no hay ninguno malo, ninguno de relleno, ninguno para "cubrir un cupo". Freeman escribía muy bien, sabía cómo ambientar sus historias y trabajaba mucho la tensión y los diálogos (algo que resulta muy evidente en Las sombras en la pared, que no cuesta nada imaginar sobre las tablas de un escenario teatral). Tenemos hechos sobrenaturales, fantasmas tanto adultos como infantiles, una vampira muy peculiar que no chupa sangre pero sí la energía vital de aquellos que deciden acercarse a ella... Puedes anticipar más o menos lo que está pasando o lo que va a ocurrir (eso ya depende mucho de cada tipo de lector), pero eso no influye absolutamente en nada en la experiencia lectora. Siempre os digo lo mismo, los relatos góticos o sobrenaturales clásicos hay que leerlos en su contexto, no busquéis lo que ofrece el horror literario actual, porque en muchas ocasiones las escritoras lo usaban para dar visibilidad a la situación de las mujeres en la época que en fueron escritos.
 
Freeman es una autora muy recomendable. Tenemos poco para elegir en español pero lo poco que tenemos es variado y da muestra de su versatilidad. Tanto en sus relatos costumbristas como góticos destaca, y es una muestra más del talento femenino que existía a finales del XIX y principios del XX en la narrativa corta. 
  
  
 

 


Mary Eleanor Wilkins Freeman
nació el 31 de octubre de 1852 en Randolph, Massachusetts, pero se mudó con su familia a Brattleboro, Vermont, en 1867.
Se educó en el Seminario Femenino Mt. Holyoke. Tras la muerte de sus padres y su hermana, en 1883 decidió volver a Randolph a vivir con una amiga de la infancia. Fue en esta época cuando comenzó a desarrollar profesionalmente su carrera literaria. Obtuvo una gran acogida, tanto de crítica como de lectores, a los que encandiló con su estilo costumbrista y sus tramas ambientadas en Nueva Inglaterra. Fue una escritora prolífica: quince volúmenes de relatos, tres obras de teatro, tres volúmenes de poesía y ocho libros infantiles.
A través de sus personajes Mary Wilkins Freeman buscó demostrar sus valores feministas y desafiar las ideas preestablecidas de su tiempo respecto a los roles femeninos. En 1926 le fue otorgada la medalla William Dean Howells de la Academia de las Artes y las Letras de EE. UU.
Murió en Metuchen, Nueva Jersey, a la edad de setenta y siete años.

lunes, 8 de septiembre de 2025

RESEÑA (by MH) ::: LA VIRTUD DE CHECCHINA - Matilde Serao


 
Título original: La virtù di Checchina
Autora: Matilde Serao
Editorial: Ardicia
Traducción: Pepa Linares
Posfacio: Natalia Ginzburg
Páginas: 92
Fecha publicación original: 1884
Fecha esta edición: marzo 2015
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 14 euros
Ilustración de cubierta: Alice Provensen 
Checchina, esposa de un grosero médico romano, ve transcurrir sus días en la discreta monotonía de una apacible vida burguesa, ajena a cualquier preocupación que no sea el mantenimiento de la casa y lidiar con su incapacidad para imponerse a su criada, la beata Susanna, y a las confidencias amorosas de su amiga Isolina. Pero su aletargada feminidad irá despertando al descubrir el encanto de lo mundano a raíz de un encuentro casual con el seductor marqués d'Aragona. En La virtud de Checchina (1883), Matilde Serao consigue que la bondad innata de su protagonista, con todos los reparos y vacilaciones que condicionan continuamente sus acciones, establezca una inmediata empatía con el lector, que no puede más que dejar escapar una sonrisa y conspirar con esta peculiar Emma Bovary italiana en la siempre postergada realización de sus deseos.
 


 
 
Sigo con mi proyecto de leer todo lo que pueda de la desaparecida editorial Ardicia, y le ha tocado el turno a
La virtud de Checchina, de la autora italiana Matilde Serao, a la que últimamente está recuperando la editorial Libros de Seda pero de quien ya se publicó este relato largo (o novela corta, cortísima) allá por 2015. Y digo relato largo porque aunque constan noventa y dos páginas en la edición, la historia abarca unas sesenta y cinco como mucho; la autora va muy al grano, la trama está muy clara desde el principio, los personajes solo necesitan una pinceladas para estar perfilados y, en fin, que es de esas historias breves que no necesitan mucho más para ser contadas.
 
Checchina vive en Roma y está casada con Toto Primicerio, un médico cirujano de segunda categoría que trabaja en el hospital de Santo Spirito y tiene una consulta privada en la que apenas atiende a nadie. Un día comunica a su mujer que ha invitado a comer al marqués d'Aragona, un atractivo noble que se codea con la aristocracia y con el que entraron en contacto en un viaje reciente. A partir de este momento comienzan las preocupaciones de Checchina, no solo porque su casa es una casa burguesa con muchas limitaciones económicas por culpa de la tacañería de su marido y le da vergüenza no estar a la altura, sino porque el marqués no se corta un pelo y en cuanto se quedan solos le besa el cuello y la invita a un encuentro en su pisito de soltero. Le da incluso fecha y hora. Ella en un principio reniega de boquilla, pero luego dice que sí, que acudirá a la cita... pero ya veremos como van saliendo las cosas.
 
Pues esta es ni más ni menos que la historia que se plantea en esta breve narración. ¿Qué tenemos en ella entonces? Pues un matrimonio en el que resulta evidente que no hay ningún tipo de pasión ni muestras de cariño. No es que se porten mal el uno con el otro, simplemente están casados y conviven en una rutina apática y sosa sin fin que no lleva a ninguna parte. Él es un avaro de cuidado y lleva la economía de la casa a rajatabla, está muy orgulloso de su mujercita pero poco más. Ella... bueno, ella está considerada una esposa modelo, pasa sus días encerrada en casa con sus quehaceres y ya, esa es toda la salsa de su vida. ¿Con quién se relaciona entonces a excepción de su marido? Por un lado con su amiga Isolina, que es todo lo contrario a ella: una libertina que va de amante en amante a pesar de estar casada y que anda siempre pidiendo dinero o endeudándose porque se gasta un dineral en acicalarse para sus citas secretas; por el otro, con
 su criada, Susanna, una beata romana de pies a cabeza que refunfuña mucho, critica cualquier cosa que considera inmoral y no pierde a su señora de vista. Este es todo el mundo de Checchina, así que no debe extrañar que cuando el marqués le pide que sea su amante, a ella, que jamás se le había pasado nada parecido por la cabeza, se le enciendan las entrañas y decida que necesita esa aventura, esa salida del tiesto... ese soplo de aire distinto en su vida.
 
Pero claro, una cosa es decidirse a ser infiel y otra que se alineen los chakras y todo salga como es debido. Entre coser, limpiar el polvo y barrer, la pobre Checchina empieza a tener ensoñaciones con ese pisito de soltero, con la voz del marqués, su olor, lo bien que estaría acurrucada entre sus brazos... pero muchas cosas se complican. ¿Lo primero? El dichoso dinero. No tiene nada que ponerse, lo que tiene está muy desgastado, pero a ver de donde saca liras para todo eso. La ropa rica y elegante otorga belleza a la mujer, pero ella va a tener que apañarse sin eso. Ni se le pasa por la cabeza pedirle dinero a su marido. Mira que si tiene que endeudarse como su amiga Isolina... ¿Lo segundo? Evitar la vigilancia intensiva de Rottweiler a la que le tiene sometida Susanna, porque ella, que nunca sale de casa, a ver qué se inventa para salir de ella y que su criada no le haga preguntad recelosas o insista en acompañarla. ¿Lo tercero? Detalles, muchos detalles: cuanto tarda en llegar al pisito, la mejor ruta para no encontrarse con nadie conocido, estar pendiente del tiempo por si llueve, y encima se da cuenta de que el día de la cita es viernes trece, con el mal fario que da eso.. Lo de ser infiel es muy complicado cuando tienes marido, criada y eres pobre, pero Checchina está dispuesta a todo.
 
¿Consigue llevar a cabo su infidelidad?
 Pues no seré yo quien os lo diga, obviamente. Esta es de esas historias en las que aparentemente no pasa nada o muy poca cosa (como bien dice Natalia Ginzburg en el epílogo que incluye la edición.). Tan solo asistimos a todo lo que se le pasa por la cabeza a Checchina mientras planifica acudir a esa cita, y si os dais cuenta en ningún momento os he dicho que haya cuestiones éticas o morales por medio porque a Checchina no se le pasa por la cabeza que lo que hace está mal ni tiene remordimientos; todos los impedimentos y las dificultades son de tipo funcional y práctico. Es decir, que no estamos ante una historia con moralina ni pretende Serao sermonearnos sobre la fidelidad; no, la narración rezuma ironía, austeridad y concreción. 
 
Las frases mordaces de Susanna y la cháchara descarada y atrevida de Isolina contrastan con la sencillez de Checchina a la hora de comunicarse con todo el mundo. Serao necesita muy poco para contarnos mucho, no escatima en detalles a la hora de describir todo cuanto rodea o hace Checchina, pero esas descripciones eluden cualquier tipo de artificio y nos ubican de lleno en ese hogar. Nada más comenzar la novela ya conocemos a todos los personajes, sabemos como son, están perfectamente trazados, y a quien menos conocemos, al dichoso marqués, queda al margen porque ese es su papel: ser el motor de la historia, la excusa para sacar a Checchina de su desidia vital y marital, pero como personaje en sí mismo da igual. La virtud de Checchina se lee con una sonrisa, es breve como un suspiro y mantiene la intriga sobre ese encuentro hasta el final. Un parpadeo y estamos en la Roma de finales del siglo XIX donde el beaterío y el virtuosismo femenino se daban la mano con la curiosidad sexual, y todas tan amigas y cubriéndose las espaldas.
 
En la sinopsis se habla de una peculiar Emma Bovary italiana, y bueno, con todo lo que estoy diciendo puede parecer que sí, que algo tiene que ver... pero no, no del todo. Tenemos una aspirante a Bovary, eso sí. Pero hay que leer el relato para descubrir si consuma la infidelidad o todo se queda en un quiero y no puedo.  

 



 
Matilde Serao (Patras, Grecia, 1857-Nápoles, Italia, 1927) fue una periodista y escritora italiana nominada al Premio Nobel en al menos seis ocasiones. Autora de una treintena de novelas y de múltiples relatos, su obra permanece prácticamente inédita en nuestro idioma. En su faceta periodística, fundó junto a su marido, Edoardo Scarfoglio Il Corriere di Roma, que pretendía ser un periódico al estilo de la prensa que entonces se publicaba en París. Tras esta aventura fallida, se mudó a Nápoles, donde editó, Il Corriere di Napoli y más tarde fundó Il Mattino, que acabaría por convertirse en el diario más leído del sur de Italia.

jueves, 4 de septiembre de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL BRAZALETE DE GRANATES - Aleksandr Kuprín


Título original: Гранатовый браслет
Autor: Aleksandr Kuprín
Editorial: Ediciones Invisibles
Traducción: Marta Rebón
Páginas: 144
Fecha publicación original: 1911
Fecha esta edición: marzo 2020
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 14 euros
Diseño de cubierta: Andy Noguerón




Desde hace un tiempo la princesa Vera recibe apasionadas cartas de amor de un hombre misterioso. Hasta el momento, no parece que deba inquietarse por ello. Sin embargo, de pronto el enamorado secreto da un paso más: el día del santo de la princesa le manda un brazalete de granates.

¿Quién es él y qué espera de la princesa? ¿Se trata de un loco o simplemente de un ferviente admirador que, en su arrebato pasional, ha perdido el sentido de la prudencia? Y, yendo todavía más allá, ¿existe eso que el enamorado misterioso llama «el amor verdadero», una pasión tan arrebatadora que solo aparece una vez cada mil años? 


 
 
Raro es el año en el que no os traigo alguna joyita de la colección Pequeños Placeres de Ediciones Invisibles, y este año le ha tocado el turno a un autor del que no había leído nada y del que, de hecho, hay muy poquito traducido al castellano. Y esto no deja de resultar curioso en unos años en los que se están recuperando muchos autores del este de Europa, porque Kuprín fue uno de los escritores rusos más notables y reconocidos de su generación. La breve novela de la que os voy a hablar,
El brazalete de granates, fue publicada en 1911, cuando Kuprín ya había publicado algunas de sus obras más conocidas.
 
Es el mes de septiembre y la princesa Vera Nikoláievna Sheina no ha podido abandonar la dacha en la que pasa sus vacaciones por ciertas obras que se están realizando en su casa. Eso hace que celebre su santo allí y que los invitados sean pocos y selectos. Entre ellos están su hermana Anna, su hermano Nikolái y su abuelo, el general Anósov, que no es abuelo carnal pero ha ejercido como tal desde que Vera era muy pequeña. La velada transcurre hablando de lo terrenal y lo divino, de la vida y, sobre todo, del amor. Ese mismo día Vera recibe una nota de alguien que, aunque nunca se ha identificado salvo por sus iniciales, lleva años confesándole su apasionado e incondicional amor por escrito. Esa nota va acompañada de un brazalete de granates de escaso valor, y ella, que no oculta nada, le enseña tanto la nota como el regalo a su marido y a su hermano Nikolái. Ellos deciden tomar cartas en el asunto, algo de lo que puede que Vera se arrepienta más tarde.
 
Kuprín se resistía a introducir contenido sociológico en sus novelas, cosa que resulta curiosa porque si buscas información sobre el autor lo primero que te pone es que es reconocido principalmente por la crítica social que contiene su obra. Como ya digo al principio es la primera obra que leo de este autor y no puedo opinar al respecto de primera mano. Por otro lado estaba considerado un escritor realista con tintes naturalistas (ambas corrientes están muy relacionadas entre sí), y  sí creo que El brazalete de granates es un ejemplo de ese corte realista. Aunque en principio vemos que los personajes pertenecen a la aristocracia rusa y nos muestra las costumbres y el estilo de vida de la alta sociedad del país antes de la revolución de 1917, los aborda de una manera individualizada, aferrados a lo que quizás se espera de ellos en su entorno o su posición social. Pero realmente esta novela no va de todo eso, tiene un carácter más intimista, se recoge sobre sí misma a la hora de plasmar sus ideas sobre las páginas.
 
¿Cuál es el tema de esta historia entonces? Pues en realidad dos son las cuestiones principales: el matrimonio y, sobre todo, el amor. Y comienzo por el primero, porque se ponen sobre la mesa las diferencias en los motivos que impulsaban tanto a hombres como a mujeres a casarse en aquella época. Si hablamos sobre las mujeres, esas razones iban desde la vergüenza a quedarse solteras o ser las únicas en el grupo de amigas en no pasar por el altar a convertirse en una carga para la familia, el deseo de tener hijos y un hogar propio y cierta independencia. Los motivos de los hombres eran completamente diferentes y muy alejados: hartazgo de cuartuchos sucios y desordenados, necesidad de una vida más metódica y saludable, dejar descendencia en este mundo que perpetuase su apellido y, a ser posible, una buena dote que acompañase a la dama elegida en cuestión. ¿Dónde estaba el amor? Pues la mayor parte de las veces en ninguna parte: cada cual buscaba algo muy concreto en el matrimonio y accedía a casarse con aquel o aquella que se lo proporcionase. El amor era lo de menos. Si surgía bien; si no, tampoco era algo esperado y la convivencia se desarrollaba de manera totalmente normal.
 
Claro, eso hace que el tema del libro derive precisamente hacia el amor verdadero, desinteresado, ese que no espera nada y que lo trasciende todo. Ese que pocas veces llega en la vida y cuando llega lo dejamos pasar o no está a nuestro alcance aferrarnos a él. Quizás no sabemos verlo a tiempo, quizás no lo reconocemos cuando se nos presenta delante. Tal vez estamos tan acomodados en nuestra rutina o en lo que consideramos seguro que no somos capaces de darle la mano y volar con él. Acaso la vida, lo que se espera de nosotros, nos ciega y nos impide aceptar las señales; las apartamos de un manotazo, nos molestan, ¿qué hace este amor tan auténtico, tan honesto, tan incondicional, intentando desviarme de mi camino? 
 
Pues en torno a este amor versan las conversaciones en esta reunión entre familiares y amigos. Se cuentan anécdotas, se indaga en la vida amorosa de los demás, se echan unas risas... en el fondo subyace esa imagen del matrimonio perfecto en el que la esposa cree que con estar bien, cómoda y segura ya es feliz tal como está y la visión que tienen realmente los de fuera, los que saben que eso no es amor, no del de verdad, no del auténtico. Se juega también mucho con la delgada línea que divide ese amor que no desiste, que se aferra a jirones de dicha, que no alberga esperanza alguna y aun así sigue amando, con la obsesión y la desesperación que no admite a razones. Hay muchas reflexiones en esta historia, sobre el modo en que nos engañamos a nosotros mismos y lo fieles que son sin embargo otros a sus sentimientos, y aunque poco más puedo contaros, porque es muy breve, tengo que hacer honor a ese final bello, lírico y emotivo con el 
segundo movimiento (Largo appassionato) de la sonata para piano n.º 2 en la mayor, Op. 2, n.º 2 de  Beethoven como banda sonora porque así lo requiere y lo pide la propia narración.
 
He perdido la cuenta de las veces que os he dicho que a los rusos no hay que tenerles miedo, y que si no os atrevéis con los tochos o las novelas más largas, siempre podéis acercaros a ellos con sus historias cortas, porque eran unos maestros en la narrativa breve. Os he traído ya muchos ejemplos al blog y ahora añado El brazalete de granates porque merece mucho la pena. Una narrativa tan sosegada como poética, con esa cadencia rusa tan característica y al tiempo tan sencilla y asequible de leer, y una historia con tintes trágicos que lees con cierta intriga por saber quien está tras esas cartas y ese brazalete, por descubrir en qué va a terminar toda esa situación, y que terminas con el corazón encogido y una sonrisa triste de aceptación y comprensión en la boca. Hay un personaje escondido en la historia, ese que lo mueve todo en ella aunque apenas protagonice una escena, y ese personaje es quizás el que mejor representa la intensidad de los clásicos rusos en toda la novela. 
 
Me ha gustado mucho, vaya. Sigue siendo un deleite descubrir estos pequeños placeres. Que no se acaben nunca.
 


Alexandr Kuprín (Penza,1870- Leningrado, 1938). Tuvo una vida como la de tantos otros escritores rusos de su época: empezó la carrera militar, pero la abandonó para dedicarse de lleno a la literatura. A principios del siglo XX le llegaron sus primeros éxitos, pero con el estallido de la Revolución, a cuyos principios no era afín, decidió exiliarse en Francia, donde la nostalgia lo llevó al alcoholismo. Cuando volvió a Rusia, era la sombra de lo que había sido. El brazalete de granates (1911) es su relato más conocido y también el más querido por los lectores rusos.