lunes, 30 de junio de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL ÁRBOL DE LA NUEZ MOSCADA - Margery Sharp


 
Título original: The Nutmeg Tree
Autora: Margery Sharp
Editorial: Hoja de Lata
Traducción: Raquel García Rojas
Páginas: 272
Fecha de publicación original: 1936
Fecha esta edición: marzo 2022
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,90 euros
Diseño de la colección: Trabayadores culturales Glayiu


Tras la muerte de su joven marido en la Gran Guerra, Julia Packett decidió dejar a su hija Susan con su aristocrática suegra e irse a Londres a perseguir su sueño de ser actriz. Ahora, a sus 37 años y sin blanca, recibe una carta en la que Susan le anuncia sus planes de boda. Con un renovado espíritu maternal, Julia agarra sus escasos bártulos y viaja a Les Sapins, la preciosa villa alpina donde veranean la abuela Packett, Susan y Bryan Relton, el prometido. Una vez allí, comienza un impredecible festival familiar: la abuela persigue a Julia por toda la villa con sus recetas de repostería; Bryan parece más interesado en gastar las libras de su asignación que en generarlas y Julia se agota representando el papel de dama recatada para agradar a su perfecta y estirada hija. La llegada a Les Sapins de sir William Waring, tutor legal de Susan, será la deliciosa guinda que le faltaba a este disparatado pastel. 
 
Tras la igualmente alocada Cluny Brown (Hoja de Lata, 2020) Sharp nos deleita ahora con otra de sus elegantes comedias sociales, bajo cuya frescura y desenfado asoma también una evidente crítica a la encorsetada sociedad de su tiempo.
 

 
 
He tenido que mirarlo porque no recordaba exactamente cuándo os hablé de
Cluny Brown, el primer libro que leí de Margery Sharp. Bueno, pues han pasado cuatro años exactamente. C-u-a-t-r-o años. No sé si seré la única a la que la rapidez con la que pasa el tiempo no le parece ni medio normal, pero ese es un tema a debatir para otro día. Hoy vengo a hablaros de El árbol de la nuez moscada, el segundo libro que leo de la autora (aunque Hoja de Lata ha publicado ya al menos cuatro. Si es que no me da la vida).
 
Julia Packett es una mujer de mundo, de esas que viven con el mundo por montera y sin que nada ni nadie se cruce en su camino si ese es el camino que está empeñada en seguir: multitud de amantes, una vida dedicada al espectáculo, sin un penique en el bolsillo a pesar de haber tenido miles de libras en el banco... hace tiempo que decidió dejar atrás su pasado y vivir su vida a su manera, pero claro, si en ese pasado hay una hija a la que renunció cuando apenas era una niña y a la que no ve desde hace unos dieciséis años, pues el cuadro cambia. Esa hija ha vivido desde entonces con sus abuelos paternos (que se convirtieron en sus tutores legales) y, de manera bastante sorprendente, ahora acude a Julia desesperada pidiéndole ayuda: se ha enamorado perdidamente de un hombre que conoció seis semanas atrás, quiere casarse YA, pero su abuela no accede a ese matrimonio y quiere que espere un poco. Y Julia, que se ve solicitada por su hija por primera vez en su vida, coge un tren hasta la villa alpina donde se alojan y no para hasta llegar allí a pesar de las tentaciones del camino. Cuando llega se encuentra con un futuro yerno que no quiere para su hija, pero tiene que obrar con inteligencia porque su posición en la casa es complicada. Y encima se enamora. Todo mal, oiga.
 
Esta es de esas novelas de las que muchos dirán que no pasa nada, que solo son unas cuantas personas en una casa, que van y vienen, por el camino se entretienen y, en fin, que vaya rollo. Pues qué queréis que os diga, yo me lo he pasado pipa :) 
 
Para empezar tenemos el mundo al revés en lo que se espera de una madre y una hija, porque aquí la hija es tan estirada y perfecta que no parece humana, y la madre es una mujer que se ha ganado la vida sobe los escenarios, ha vivido como ha querido, ha compartido cama con cuantos ha considerado conveniente (y vivido de ellos, por qué no decirlo) y sigue transitando por la vida de la misma manera sin hacer daño a nadie (o eso intenta). Vamos, que son el punto y la i, pero tanto el punto como la i no están donde deberían estar y realmente son unas desconocidas la una para la otra. Y esta señora, Julia, que tiene mucho (muchísimo) mundo, reconoce a un jeta vago y vividor en cuanto lo ve... y eso es lo que se encuentra cuando tiene delante al prometido de su hija, que además es la razón por la que ha sido invitada a esa casa. ¿Cómo le dices a tu hija perfecta que se ha enamorado de un vago que la va a hacer muy infeliz, cuando tu relación con esa hija está cogida con pinzas y no sabes hasta qué punto puedes entrometerte? Porque encima esa hija no tiene ni la más remota idea de la vida que ha llevado (y lleva) su madre y Julia no le puede decir que sabe como es su prometido sin dar explicaciones que no quiere dar.
 
Y es que ahí está el punto, que (casi) todos en esa casa piensan que Julia es una dama y ella se esfuerza en parecerlo, pero para eso tiene que aparentar tanto, mentir tanto, esforzarse tanto... que sus mentiras tarde o temprano van a terminar alcanzándola. Porque mientras está en esta villa alpina hace de las suyas (que no os voy a contar aquí, claro, pero esta señora tiene recursos para todo y es muy consciente del atractivo que despierta en los hombres) y tienes que quererla porque tiene muy buenas intenciones, pero ella sabe cómo es y no puede evitarlo. Por si fuera poco aparece un señor del que no os voy a contar nada pero vaya, que a la pobre Julia se lo ponen muy difícil porque se enamora de verdad por primera vez en su vida y tanto su pasado como su presente le pesan como una losa.
 
En resumen, ¿qué tenemos? A Julia, libre como el viento, que por primera (y posiblemente última) vez es requerida por su hija y hace todo lo que puede por impresionar y estar a la altura aunque no siempre tenga éxito (incluso se pasea con un ejemplar de La saga de los Forsyte del que siempre intenta que se vea la cubierta... lo que es leer, lee poco); a su suegra, que piensa que su nuera, aunque le parece un poco llamativa y florida, lleva una vida intachable y todavía conserva aquellos miles de libras que le dio hace años (spoiler: le duraron meses) y que debería abrir una pastelería porque le pega mucho (ya se encargaría ella de buscarle a los clientes); a su hija Susan, dura como una piedra, robot en ciernes, modelo excelso y ejemplar de mujer de vida inmaculada que se ha enamorado de un joven del que no sabe nada, a quien no ha visto en su  salsa pero con quien se ha empeñado en casarse; al joven en cuestión, Bryan, un sinvergüenza que cree estar enamorado de Susan pero que también sabe que Susan va a heredar mucho dinero y que se relame pensando en no trabajar jamás, viajar por el mundo y, básicamente, no hacer nada con su vida; y por último a William, un señor que pondrá el mundo de Julia patas arriba (y al que he adorado fuertemente también...).
 
Cuando os hablé de
Cluny Brown
os comenté que este tipo de novelas pueden parecer frívolas y un tanto superficiales, pero a base de ironía, sentido del humor, buenos personajes y mejores diálogos ofrecen un retrato contemporáneo a una época de entreguerras en la que la sociedad británica se transformó por completo a muchos niveles y de muy diversas maneras. El árbol de la nuez moscada no es tan excéntrica, pero ahonda también en estas tesituras de clases sociales y el modo en que chocaban aquellos que  se movían con los tiempos y aquellos que se negaban a asumir esos cambios... pero sobre todo muestra cómo esta época entre las dos guerras mundiales puso del revés el rol de la mujer en la sociedad británica. Julia, aun siendo mayor en edad, representa el nuevo orden, ese que vivió la Primera Guerra Mundial y puso su libertad por encima de su hogar cuando terminó porque no encajaba en lo que se esperaba de ella; Susan, a pesar de no haber cumplido todavía la mayoría de edad y de la que podría presuponerse ideas más avanzadas, ha vivido siempre entre algodones en un entorno adinerado y culto con un prisma bastante limitado a la hora de contemplar el mundo que le rodea. Las dos son mujeres en un mundo que sigue mirándolas por encima del hombro, pero cada una de ellas vive en un lado completamente distinto de ese cosmos. Y encima en Julia podemos ver reflejado ese mal que un siglo después sigue azotando y masacrando la salud mental femenina: el miedo a envejecer, a engordar, a las arrugas, a no resulta ya atractivas, a no encontrar trabajos que exijan un ideal estético, a no ser ya válidas en una sociedad que no permite que la mujer cumpla años. 
 
En definitiva, tenemos entre manos una novela de esas que se leen con una sonrisa en la boca pero de la que no hay que perder de vista el retrato social que la acompaña. Siempre hay que leer estas historias con un ojo un poco más allá de lo que ofrecen a primera vista, porque si no lo hacemos perdemos ventanas abiertas a una época rebosante de cambios y contradicciones que, por muy lejos que nos pillen en apariencia, no dejan de tener un componente social y humano que nos resulta muy cercano. Si además es Margery Sharp quien está detrás de las páginas, nos encontramos con unos personajes que saben implantar su encanto en cada escena que protagonizan y que nos regalan unos diálogos inteligentes, sutiles y muy muy agudos. Julia es la reina de la función, qué duda cabe, y Sharp la trata con un cariño infinito hasta el mismísimo final, pero no le quitéis los ojos de encima a los demás.
 



 

Margery Sharp (Salisbury, 1905-Aldeburg, 1991) fue una escritora y dramaturga inglesa célebre por sus brillantes comedias sociales y por su serie infantil de Los rescatadores, adaptada al cine por Walt Disney en 1977 y 1990. En sus años de estudiante de Letras y Bellas Artes fue miembro del Equipo Universitario Británico de Debate Femenino, y sus primeros relatos empezaron a aparecer en revistas como Punch, The Saturday Evening Post o Ladies’ Home Journal. En 1930 publicó su primera novela, Rhododendron Pie, a la que le seguirían otras destacadas obras como Cluny Brown, llevada a la gran pantalla por Ernst Lubitsch en 1946, o Britannia Mews y The Nutmeg Tree, ambas adaptadas también al cine de Hollywood de los años cuarenta.

Elegante, ingeniosa, y con una aguda percepción de la naturaleza humana, la obra de Margery Sharp no ha perdido ni un ápice de esa frescura original que encandiló a la crítica y a los lectores de su tiempo.

lunes, 23 de junio de 2025

RESEÑAS (by MH) ::: EL CASO DE FARRIER'S LANE + EL DEGOLLADOR DE HYDE PARK - Anne Perry

 
 
Ya se os habrá olvidado, pero aparte del reto atemporal de Agatha Christie, estoy inmersa en varios más con el objetivo de leer/releer series completas en orden, como es el caso de toda la serie protagonizada por el inspector Thomas Pitt. Bueno, lo cierto es que no os hablo de estas novelas desde 2021. ¿Motivo? Que llegué a leer El caso de Farrier's Lane, que era el que tocaba de la serie, me puse malísima con uno de mis virus estomacales invernales, acabé no reseñándolo porque patatas, y llegó un punto en el que si quería seguir adelante con esto tenía que releer ese libro para opinar en condiciones. Si no tuviese que hablar de él por aquí habría seguido sin más con el siguiente, pero si quiero cumplir con mi propósito de reseñarlos todos... pues eso. Total, que casi cuatro años después retomo este tema, y como hice ya con los últimos libros, os hablo de ellos de dos en dos, que así os doy unas pinceladas rápidas y os canso menos (en realidad solo quiero dejar constancia de la lectura).

Por cierto, que desde esa última entrada de 2021 de la que os hablo ya ha fallecido la autora, Anne Perry, así que huelga decir que las series están cerradas y sé exactamente lo que tengo pendiente.
 
Hoy tocan los libros trece y catorce de la serie: El caso de Farrier's Lane y El degollador de Hyde Park. ¡A por ellos!




 
Título original:
Farrier's Lane

Autora: Anne Perry
Editorial: Debolsillo
Traducción: María José Díez y Diego Friera
Páginas: 497
Fecha de publicación original: 1993
Fecha esta edición: enero 2003
Encuadernación: bolsillo
Precio: descatalogado (disponible de segunda mano)
Imagen de cubierta: Mary Evans Picture Library


El juez Stafford ha sido envenenado con opio y el inspector Pitt es el encargado de investigar este crimen, asunto que cada vez se va haciendo más y más complejo, pues tropezará con una serie de tramas sentimentales entre sus amigos y conocidos, con las contradicciones de la justicia, con el antisemitismo latente en la sociedad victoriana y con las peculiaridades del mundo teatral. Y a medida que sigue investigando, el inspector Pitt irá recomponiendo una triste historia familiar...

Tal como comento arriba, El caso de Farrier's Lane es la decimotercera novela protagonizada por Thomas Pitt (cuando le dejan xD). Para situarnos temporalmente en la historia estamos en el año 1889, unos meses después de los asesinatos de Jack el Destripador, y en ella asistimos (nunca mejor dicho, porque tiene lugar en un teatro) a la muerte del juez Stafford. Thomas Pitt, que está en otro de los palcos, ve cómo el juez empieza a encontrarse mal y es testigo directo de la muerte, así que está metido en el asunto desde el principio. Pronto se descubre lo que se sospechaba, que el juez ha muerto por envenenamiento de opio, y entonces se abren tres vías de investigación: una, que todo sea cosa de su mujer, Juniper, y de un fiscal amigo del matrimonio, porque ambos están, lo que se dice, liados; dos, que todo tenga que ver con el truculento asesinato cometido en Farrier's Lane cinco años atrás y que conmocionó a la sociedad inglesa (el juez formó parte del tribunal de apelación y últimamente estaba removiendo otra vez el caso); tres, cualquier cosa diferente a las otras dos, que, como imaginaréis, no tiene mucho recorrido :).

Perry solía tocar muchos temas contemporáneos a la época en que ambientaba sus novelas, sobre todo sociales, y esta no es diferente. De hecho, el asesinato al que se hace referencia en el título, ocurrido en Farrier's Lane, y alrededor del cual gira todo la trama, se mete de lleno en el antisemitismo del Londres victoriano, que es algo que quien esté acostumbrado a leer ya no solo novelas ambientadas en esa época, sino contemporáneas a ella, ha leído de mil maneras distintas. Este asesinato no solo fue horroroso, sino con un componente considerado blasfemo que aquí no os voy a contar, y eso engendró un odio en el ciudadano de a pie que derivó en revueltas, agresiones e histerismo. Scotland Yard no quiere ni oír hablar de reabrir el caso porque las presiones que sufrieron para detener a alguien cinco años fueron brutales y el propio juicio tuvo lugar en un ambiente muy convulso, pero ¿y si todo se confirma y condenaron a la persona equivocada? Tambien se habla de la guerra del opio y las consecuencias en un Londres cada vez más lleno de adictos, de la crueldad y/o utilidad de la pena de muerte, de lo mal vistos que estaban los actores en aquella época, del oprobio social que provocaban las relaciones románticas cuando la mujer era más joven que el hombre, del movimiento del esteticismo que estaba dando sus primeros pasos en aquella época... y no quiero extenderme más, pero a la Perry no le importaba usar muchas páginas y contar lo que quería contar.
 
En esta novela hay cambios en las investigadoras aficionadas que ocupan muchas veces más paginas que el propio Pitt. Ya os lo he dicho alguna vez, que en estos libros a veces investiga hasta el perro, pero bueno, es lo que hay. No me puedo quejar de la presencia de Pitt en la novela; no es que sea omnipresente, pero comparada con otras, donde tú como lector tenías que investigar donde estaba el propio investigador porque Pitt not found, pues eso... El caso es que la hermana de Charlotte, Emily, está a punto de dar a luz y se ha ido al campo; Gracie, la criada, está orgullosísima de trabajar para el inspector Pitt pero en esta ocasión se limita a hacer su trabajo y abrir los ojos como platos ante cualquier novedad; la tía Vespasia está un poco mustia porque se ha reencontrado con un viejo amor y no nos honra demasiado con su presencia... ¿Quién quedaba entonces como novedad para investigar? ¡La madre de Charlotte! Sí, esa tan estirada que deplora que su hija se haya casado con un policía y que vive por y para seguir a rajatabla la etiqueta social... hasta ahora, claro. ¿Por qué? Porque la señora es viuda desde hace cinco años y se ha enamorado locamente de un actor judío veinte años más joven que ella que encima es un posible candidato a sospechoso (a partir de la palabra "actor" todo es malo, muy malo, para su posición social). Pero nada, que ella se ha puesto el mundo por montera y arrastra a su hija Charlotte por todo Londres para probar la inocencia de su amado. Qué paciencia tiene el pobre Pitt... xD.

¿Qué nos traemos de novelas anteriores? Pues sobre todo la subtrama de Micah Drummond, el jefe de Pitt, por dos motivos. Uno, que en un caso anterior se enamoró de una mujer involucrada en una de las investigaciones (no doy más detalles por si acaso). Esa mujer ahora es viuda pero ha caído en desgracia, así que si decide hacerla su esposa, tendría que dejar su cargo en la policía (aquí creo que debería aclarar que en el siglo XIX, muchos altos cargos dentro de Scotland Yard no se cubrían con policías, sino con caballeros y gente de la alta sociedad que pocas veces pisaban las calles para investigar nada... si Drummond se casa con una mujer caída en desgracia, pierde su posición social y por tanto ya no puede seguir en el Yard). Por otro lado, en el libro anterior, Chantaje en Belgrave Square, se introdujo el Círculo Interno (Inner Circle), una sociedad secreta de comerciantes, financieros y aristócratas que en apariencia hace el bien pero que realmente usa a sus miembros para manipular los estamentos policiales, judiciales y económicos en su propio beneficio... y ay de aquel que se niegue a plegarse a sus exigencias. Bueno, pues aquí volvemos a tener presiones de este Círculo Interno al que pertenece, muy a su pesar, Micah Drummond.

Y llegamos a la resolución... A ver, con que estéis un poco atentos a lo que estáis leyendo, en dos páginas distintas un personaje dice cosas totalmente opuestas y ya sabes que es el culpable. Sí, hay una separación de doscientas páginas y es fácil que se pase... pero si estáis en lo que estáis, de verdad que canta por soleares. La autora vuelve a postergar la conversación con un testigo crucial hasta casi la mitad del libro, cosa que no me parece lógica ni realista. Luego hay algún párrafo importante para la historia que no queda muy claro, y no sé si es cosa de la traducción o del texto original. Y soy muy tiquis, lo sé, pero me ha resultado raro que cierta familia no asocie a Charlotte y a Thomas cuando los conoce por separado usando los dos su apellido Pitt sin esconderlo. ¿No les parece raro que justo en ese momento aparezcan dos Pitt en sus vidas haciendo preguntas? Pero bueno, dejando todo esto a un lado, con estos libros perdono muchas cosas y he disfrutado de la relectura igual que cuando lo leí hace tres años. Sé que no son libros para todo el mundo, que se les podría encontrar muchas pegas y que no son perfectos, pero yo me lo paso pipa leyéndolos y aunque aquí os comente esos peros porque creo que debo hacerlo de manera objetiva, luego leyendo paso de todo eso, la verdad. ¡Y atención, que hay cameo estelar al final del libro de cierto dramaturgo irlandés que encima ayuda a resolver el caso!
 
El asesinato, por así decirlo, de Aaron Godman fue la lenta pasión judicial provocada por el miedo y la ira, pero también por el error de una nación y de lo que pretende ser el sistema judicial que practica. Que existan criminales es un triste hecho de la humanidad. Que existan leyes que, llevadas al límite, infligen un castigo irreparable a un inocente para apaciguar nuestros propios temores constituye una tragedia de un orden mucho mayor. Todos nosotros consentimos,; todos nosotros estamos involucrados.
 
 

 
 
Título original:
The Park Headsman
Autora: Anne Perry 
Editorial: Debolsillo
Traducción: Pedro Fontana 
Páginas: 448
Fecha publicación original: 1994
Fecha esta edición: octubre 2002
Encuadernación: bolsillo
Precio: descatalogado (disponible de segunda mano)
Fotografía de cubierta: @Aci/Mary Evans Picture Library


Una serie de sanguinarias decapitaciones en Hyde Park desatan el pánico en la sociedad londinense. Naturalmente, el espinoso caso recae en el recién ascendido inspector Pitt, y si no lo resuelve en un breve plazo es más que probable que eso le cueste también a él la cabeza, profesionalmente hablando. Pero ni siquiera las sutiles pesquisas de su esposa Charlotte arrojan luz sobre los siniestros sucesos. ¿Conseguirá Pitt disipar las brumas del Londres victoriano para ver la luz en uno de sus casos más difíciles y electrizantes?

Este libro lo comenzamos con algo que ya sabíamos desde el final de la novela anterior: Pitt ha sido ascendido a superintendente tras dejar su cargo Micah Drummond. ¿Qué pasa? Que estos cargos, tal y como comento arriba, no los ocupaban policías, sino caballeros y gente de la alta sociedad que no abandonaban jamás su despacho y simplemente se dedicaban a dar órdenes, codearse con las altas esferas y ejercer de jefes. Era un puesto para señores con pedigrí social, así que huelga decir que el ascenso de Pitt no ha sentado nada bien entre aquellos que hasta hace nada eran sus compañeros y sus iguales. No lo respetan, se muestran insolentes y faltones, le provocan para discutir con él... y Pitt lo entiende, pero no puede consentirlo. Aun así le hacen dudar de sí mismo y si realmente está capacitado para el puesto, y eso es lo peor de todo. Los de arriba no se lo ponen mucho más fácil porque, aunque aceptaron su ascenso por recomendación de Drummond, no le van a perdonar una, algo que resulta evidente cuando se enfrentan al caso que nos ocupa.
 
¿Cuál es ese caso? Pues todo empieza con un oficial de la Marina que aparece decapitado en una barca del Serpentine de Hyde Park, y lo que ya de por sí resulta muy complicado porque son incapaces de encontrar donde se cometió realmente el crimen, la motivación o la más mínima pista, comienza a embarullarse cuando aparecen más cadáveres con la cabeza cercenada y sin aparente relación entre ellos mientras aún vivían. Pitt siente la presión de los de arriba, la presión de sus subalternos, la presión para unirse al Inner Circle, la presión social porque los asesinatos de Jack el Destripador todavía colean y la policía está muy mal vista y la presión de no ser capaz de aguantar en el cargo si no averigua pronto la identidad de quien los periódicos ya llaman El Verdugo. Vamos, que a riesgo de hacer un chiste muy malo, está en juego la propia cabeza de Pitt, porque tiene verdugos propios para dar y tomar deseando cortársela de un tajo.
 
Bueno, lo primero es lo primero, y si estáis atentos ya os habréis dado cuenta. ¿Quién fue el/la lumbreras que decidió traducir este libro como El degollador de Hyde Park? ¿Había leído el libro? ¿Había leído al menos la sinopsis? ¿Alguien se había molestado en decirle de lo que iba? ¿Nadie relacionado con la edición y publicación de este libro tuvo la osadía (o los conocimientos necesarios) de decir en voz alta que lo que hace el asesino del libro es DECAPITAR y no DEGOLLAR... que ambas cosas NO significan lo mismo? Es que no daba crédito cuando empecé a ver el modus operandi de los asesinatos. No tienen ninguna excusa.
 
Dejando esto a un lado, en el aspecto social contemporáneo a la época tenemos nuevamente las muchas alusiones al caso irresoluto de Jack el Destripador, que lleva coleando unos cuantos libros de la serie porque fue un descrédito para Scotland Yard y se llevó por delante el respeto de la gente por el cuerpo policial; se habla de los aires anarquistas que llegaban desde Europa, del eterno conflicto con Irlanda y los atentados fenianos, de la pobreza que alcanzaba ya a millones de personas en el imperio, de la mala opinión sobre la monarquía y una reina enclaustrada desde hacía décadas con un heredero que se daba la vida padre sin hacer nada por su país... la violencia en las calles es latente y cualquier chispa puede significar la destrucción. Aun así también hay apuntes más ligeros y de cotilleo social, y ya que estamos en 1890-91, Perry introduce la riña que separó a Gilbert y Sullivan, los compositores de operetas más famosos de la época victoriana (bueno, tuvieron muchas discusiones por mil motivos, pero en la novela aparecen en el momento en que se separaron y empezaron a colaborar con otros autores... luego se reconciliaron, pero ese es otro tema).
 
Y si algo no puede faltar en estas novelas son las subtramas familiares. Con el ascenso también viene una mudanza de los Pitt a una casa más espaciosa y más acorde con sus nuevos ingresos, así que Charlotte se pasa todo el libro decidiendo el color de las paredes y peleándose con el constructor que preferiría estar recibiendo órdenes de un hombre, no de una mujer. Su madre, Caroline, prosigue con su nueva y liberada forma de vivir la vida que ya comenzó en el libro anterior gracias a su relación con un actor mucho más joven que ella y su inmersión en el mundo bohemio londinense (con las consiguientes habladurías, la más que posible caída en desgracia social y el espanto de sus hijas y su suegra... ¡lleva turbantes y vestidos que no marcan la cintura!). Emily, por su parte, ya recuperada de su parto, ahora se halla inmersa en la campaña política de Jack, su segundo marido, al Parlamento. Y aquí debo volver  a hablar del Inner Circle, que ya he nombrado arriba y que nos acompaña desde hace varios libros: una hermandad infiltrada en todos los estratos sociales con una cara visible buena (cuantiosas donaciones a causas sociales, lucha contra las injusticias, etc...) pero en la que sus miembros permanecen en la sombra, no se conocen entre ellos y tienen que estar a disposición de los que mandan para cualquier cosa que les pidan... y cuando digo cualquier cosa ES cualquier cosa, quieran o no quieran llevarla a cabo si no quieren sufrir ellos mismos las consecuencias. Pitt y Jack ya saben como se las gastan por hechos ocurridos anteriormente, a los dos les han ofrecido unirse y los dos han rechazado la propuesta, y eso puede costarles muy caro a ambos, tanto a Pitt en su trabajo como a Jack en su carrera hacia el Parlamento. Y lo del Inner Circle seguirá durante muchas entregas de la serie, ya dije en su día que era algo así como el archienemigo de Pitt a lo largo de los años.
 
Sobre la resolución, me hace muy feliz que Pitt sea el encargado exclusivo del caso, que sea él quien lo resuelva y, en fin, que no parezca que lo hace cualquiera menos él, como ocurre otras veces (aún así Perry no puede evitarlo y nos ofrece una escena final un poco tonta y muy prescindible a cargo de Charlotte y Emily porque parece que si ellas no descubren algo, no se queda tranquila). ¿Hay peros? Algunos, como siempre en estas novelas. A ver, es mi primera lectura de esta historia y he adivinado sin problemas y con mucha antelación al asesino/s (sip, lo dejo así...), pero bueno, eso no es malo per sé, me pasa con muchas novelas de este tipo. Sí que creo que se repiten mucho las escenas en las que el subjefe Farnsworth va al despacho de Pitt a gritarle que es un incompetente y que no tenían que haberlo ascendido: una bien, dos también, tres vale... pero joer, es que son un montón y se hace pesado. Y reitero una queja del libro anterior porque vuelve a pasar en este: no se entiende que Pitt se presente en casa de los sospechosos veinte veces con su nombre, y que luego Charlotte vaya a cotillear a esas casas a ver de lo que se entera también con su nombre, y que nadie, NADIE, relacione que esos dos Pitt tienen algo que ver entre ellos ni se haga preguntas al respecto. Espero que no sea la norma a partir de ahora porque no es creíble.

Aun así, siempre os lo digo: os comento estos peros porque debo hacerlo de manera objetiva que para eso estoy aquí, pero personalmente me dan bastante igual mientras leo las novelas y las sigo disfrutando mucho (bueno, "casi siempre" me dan bastante igual... yo soy mucho más de Pitt que de Charlotte, lo he dicho muchas veces, y hay cosas que bueno, en fin...).

 

Con mucha frecuencia, buena parte de ese dolor es cólera. Uno experimenta soledad, resentimiento por lo doloroso de la situación, culpa por todo aquello que uno no hizo o dijo y miedo ante la enormidad de la muerte. No se puede hacer nada contra ella. Esa cólera puede volverse contra aquellos de quienes uno debería estar más cerca. La gente suele sentirse aislada en su pérdida, como si nadie más sufriera tanto como ellos, o como si no sufrieran lo suficiente.

 

Un apunte aunque esto se alargue un poco. Jamás hago alusión en las reseñas al pasado de Anne Perry, del que tampoco voy a hablar ahora salvo para comentar una curiosidad que he descubierto al leer esta novela. El degollador de Hyde Park se publicó en 1994. Ese mismo año se estrenó Criaturas celestiales, del director Peter Jackson, donde se narraba un hecho real en el que dos adolescentes asesinaban a la madre de una de ellas. Un periodista se puso a indagar qué había sido de esas dos adolescentes (de las que no se sabía nada por aquel entonces) y descubrió que la (ya por aquel entonces) famosa escritora Anne Perry era una de ellas. Lo hizo público, y fue en ese momento, no antes, cuando el pasado de Perry fue expuesto al público. Hasta entonces había sido una autora más que se ganaba la vida escribiendo sus novelas de misterio y ya. El degollador de Hyde Park fue, por así decirlo, la última novela que Anne Perry publicó con su pasado en el anonimato. Y no solo eso, es que toda la vida que se había construido en Escocia, donde nadie sabía quien era, saltó por los aires. La tormenta mediática fue enorme, muchos compañeros escritores le dieron la espalda (otros muchos permanecieron a su lado) y aunque no creo que eso se note en obras posteriores, dejo aquí constancia por el hecho en sí mismo. 

 



Anne Perry nació en Blackheath, Inglaterra, en 1938. Su escolarización fue interrumpida en varias ocasiones por los frecuentes cambios de domicilio y sucesivas enfermedades, que la llevaron a dedicarse apasionadamente a la lectura. Su padre trabajó como astrónomo, matemático y físico nuclear. Él fue quien la animó a dedicarse a la escritura. Tardó veinte años en publicar su primer libro. Durante todo ese tiempo realizó diferentes trabajos para ganarse la vida y dedicarse a lo que realmente era su pasión: escribir. Su primera novela sobre la serie del inspector Pitt, editada en 1979, fue Los crímenes de Cater Street. Anne Perry se ha consagrado como consumada especialista en la recreación de los claroscuros, contrastes y ambigüedades de la sociedad victoriana. Su serie de novelas protagonizadas por el inspector Pitt y Charlotte, su perspicaz esposa, es seguida por millones de lectores en todo el mundo. Falleció en 2023.

lunes, 16 de junio de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL CASO DEL ASESINATO DE LA CANARIO - S. S. Van Dine

 


Título original: The Canary Murder Case
Autor: S. S. Van Dine
Editorial: Reino de Cordelia
Traducción: María Robledano
Prólogo: J. Egido
Páginas: 360
Fecha publicación original: 1927
Fecha esta edición: octubre 2017
Encuadernación: rústica con sobrecubierta
Precio: 19,95 euros
Imagen de cubierta: Imagen promocional de The Canary Murder Case (1929, Paramount)





La actriz de variedades Margaret Odell, conocida en los ambientes teatrales como la Canario, aparece estrangulada misteriosamente en su apartamento. Entre los sospechosos figuran varios hombres de negocios a los que ella chantajeaba con la amenaza de hacer público su condición de examantes. Todos tienen una excelente coartada y el fiscal jefe del distrito de Nueva York, John F. X. Markham, no tiene más remedio que volver a solicitar ayuda al sofisticado y extravagante Philo Vance. Solo él será capaz de aplicar sus dotes psicológicas para sortear la confusión de las pruebas. Publicada en 1927, El caso del asesinato de la Canario fue la primera película de esta serie detectivesca llevada al cine, con William Powell en el papel del adinerado y culto detective Philo Vance, y la mítica Louise Brooks como la Canario, en una de las escasas películas sonoras de la actriz.
 
  
 
Leí
El caso del asesinato de Benson, el primero de los libros protagonizados por Philo Vance, allá por 2017, aunque no os lo traje al blog y no quedó constancia en Netherfield (cosa rara, porque en aquel entonces reseñaba muchísimo más que ahora). Han tenido que pasar casi ocho años para que me haya decidido a leer el segundo, y no sé daros un motivo razonable, porque el primero me gustó lo suficiente como para comprar los dos siguientes (creo que Reino de Cordelia ya va por el séptimo o cosa así... si es que no me da la vida). Bueno, el caso es que ya he leído El caso del asesinato de la Canario, el segundo de la serie, y realmente no he notado el enorme lapso de tiempo entre las dos lecturas porque pronto se le coge el tono al personaje principal. Philo Vance es muy especialito y deja clara su forma de ser en todo momento. Tampoco hay nada que exija que sean leídos en orden salvo algunas alusiones a que en el pasado ayudó al fiscal a resolver el caso de Benson, pero sin más: no hay pasado del personaje (este señor es un misterio) ni subtramas que pasen de un libro a otro, al menos de momento.  Os cuento.
 
La historia comienza hablándonos directamente del extraordinario asesinato de Margaret Odell, que tuvo en jaque a la policía (y a aquellos que los ayudaban) a causa de su complejidad, originalidad y los muchos elementos desconcertantes que surgieron a cada paso de la investigación. Odell era conocida como la Canario en el mundo de las variedades, y como solía ser habitual en este ámbito, muchos hombres andaban detrás de ella buscando sus favores: unos lo conseguían, otros se cansaban de ella, otros se lo curraban mucho para llegar a tener su premio algún día... el caso es que la noche en que aparece asesinada la Canario no solo se encuentra la policía una escena del crimen bastante complicada, sino que son varios los hombres que entran en la lista de sospechosos como habituales en la vida de esta mujer. El fiscal a cargo del caso es Markham, y Markham gusta de recurrir al enigmático Philo Vance cuando un caso pinta mal... y sí, este asesinato les va a dar muchos quebraderos de cabeza.
 
El problema de tus modernos Solones es que intentan reducir la naturaleza humana a una fórmula; cuando en realidad, el hombre, al igual que la vida, es infinitamente complejo. Es astuto y taimado, versado con el paso de los siglos en las argucias más diabólicas. Tal es la zorrería de esta criatura  que, incluso en el transcurso habitual de su vana y estúpida lucha por la existencia, dice instintiva y deliberadamente noventa y nueve mentiras y solo una verdad 
 
Antes de nada os presento a Philo Vance, aunque poco se sabe realmente sobre él. Heredó una enorme fortuna en su día y se dedica básicamente a levantarse a las tantas de la mañana, ir de museos, acudir a la ópera y coleccionar antigüedades. Es tan sofisticado como pedante y arrogante, muy dado a las disertaciones académicas, siempre tiene que quedar por encima de los demás y le gusta presumir de superioridad intelectual. Es un hombre del Renacimiento en los años 20 neoyorquinos: habla multitud de idiomas, es extremadamente culto, practica varios deportes, está muy versado en diversas disciplinas... No es un personaje que caiga bien, os lo digo desde ya: le gusta tocar las narices y polemizar, se burla de las conclusiones de los demás porque no tolera lo que él denomina estupidez... pero cumple su función de dar con la resolución de los casos, así que poco más le vamos a pedir. Ah, y realmente no se llama Philo Vance; su cronista, ese que nos narra sus libros a modo de Watson con Shelock Holmes, oculta su verdadero nombre porque es un caballero muy conocido en la élite social de Nueva York y no quiere que su colaboración con la policía sea notoria.
 
Y es que aquí viene la otra peculiaridad de estas novelas protagonizadas por Vance: ese cronista del que os hablo, el narrador del libro, es el propio autor, S. S. Van Dine, que se introduce en la historia como personaje y mejor amigo de Philo Vance. Trabaja en exclusiva para él tanto en temas legales como financieros e incluso vive con él durante ciertos periodos de tiempo, así que se convierte en partícipe de todos los casos y de cada una de las escenas que hay en ellos, porque allá donde va Vance, también va Van Dine. No dice ni pío en toda la novela (no habla jamás como personaje) pero sí se dirigen a él constantemente, forma parte del grupo... vamos, está ahí todo el tiempo, y a ratos te olvidas de todo esto y solo piensas en un narrador en primera persona sin más hasta que algún otro personaje dice su nombre y recuerdas que el autor se ha sumergido en la novela. Además de todo esto, se inventa la notas al pie xD. Claro, son notas del propio narrador, pero como el narrador no es real, muchas de las notas tampoco lo son (y encima las alterna con notas que sí son reales para aumentar la confusión). En definitiva, el señor Van Dine se monta todo un juego de malabares en estas novelas y además innova, porque no recuerdo a nadie antes que él que hiciera esto.
 
Sobre el caso y la investigación en sí mismos, como ya he comentado en la sinopsis, la dificultad estriba en dos cosas. Por un lado el lugar en el que está situado el apartamento donde se comete el crimen y la dificultad que entraña llegar hasta él sin ser visto por alguno de los conserjes que están las 24 horas trabajando en ese pasillo (se incluye un mapa de esa planta para hacer hincapié en este aspecto). Por otro lado, aunque hay varios sospechosos, y resulta evidente que el culpable tiene que ser uno de ellos, da la casualidad de que todos tienen coartada y  también todos hicieron algo esa noche que no quieren que se sepa. Y desentrañar todo eso con las escasas pistas que ofrece el escenario del crimen resulta muy complicado. El acercamiento de Philo Vance es siempre psicológico y razonado, considera que las pruebas circunstanciales, las deducciones y las pruebas objetivas pueden llevar a engaño, mientras que Markham, el fiscal a quien ayuda, y Heath, el sargento de policía que está a cargo de los casos, piensan todo lo contrario: si a+b=c, no hay ninguna posibilidad de que un factor d les eche a perder su razonamiento deductivo. Esto lleva a muchas escenas a lo largo de la novela donde debaten entre ellos y se cuestionan unos a otros sus argumentaciones y teorías. Heath quiere darle en las narices al prepotente de Vance y Vance se ríe de Heath por la simplicidad de sus deducciones. Para los profesionales todo es demasiado obvio y se necesitan pruebas, no teorías; para Vance todo radica en las sutilezas que diferencian la psique de cada individuo y este asesinato es obra de una mente genial y maquiavélica que ha previsto todo hasta el milímetro, así que entre dimes y diretes van intentando sacar adelante la investigación.
 
En el fondo todos llevamos un asesino dentro. Una persona que nunca haya sentido anhelos apasionados de querer matar a alguien no alberga emociones. ¿Crees que es la ética o la teología lo que detiene a la persona ante el homicidio? ¡Claro que no! Es la falta de valor, el miedo a ser descubierto, o cazado o atormentado por los remordimientos.   
 
Margaret Odell como personaje no aparece salvo muerta en la novela. Todo gira en torno a ella, sus amoríos, los hombres con los que sr juntaba, si le hacían regalos, si les chantajeaba... pero no es más que un personaje del que se habla, jamás tiene presencia más allá de eso y jamás la vemos con vida. Por eso me chocaban mucho las fotos promocionales de la película, donde parece que ella tiene mucho protagonismo viva, y de hecho el prólogo de la novela versa casi tanto sobre la actriz que la protagonizó (Louise Brooks) como sobre S. S. Van Dine y su obra. Bueno, pues efectivamente al buscar el tráiler y demás, se aprovecha mucho el personaje para la gran pantalla y tiene una presencia mucho más evidente. Se puede ver la peli entera en Youtube, por cierto, por si a alguien le interesa. 
  


S. S. Van Dine (Charlottesville, Virginia, 1888 - Nueva York, 1939) es el pseudónimo utilizado por Willard Huntington Wright para escribir las novelas del detective Philo Vance, doce títulos que entre 1926 y 1939 revolucionaron la novela de misterio internacional con un enorme éxito de público. La serie, adaptada a la radio y al cine, la protagonizaba un adinerado excombatiente de la Primera Guerra Mundial, sofisticado coleccionista de arte, dandy y cínico, que con la ayuda del propio Van Dine ayudaba a resolver casos aparentemente imposibles a John F. X. Markham, fiscal de de Nueva York.