Título original: Mrs. Manstey's view / The fullness of life / The moving finger / The pretext / Diagnosis / Charm incorporated / Permanent wave
Autora: Edith Wharton
Editorial: Funambulista
Traducción: Laura Gimeno, Gonzalo Gómez, Ascensión Cuesta
Posfacio: Laura Gimeno Pahissa
Páginas: 272
Fecha publicación original: 1891/1893/1901/1908/1930/1934/1935
Fecha publicación original: 1891/1893/1901/1908/1930/1934/1935
Fecha esta edición: noviembre 2010
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: 20 euros Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Imagen de cubierta: Afternoon tea party (Mary Cassant, 1890-1891)
A Edith Wharton (1862-1937) le encantaba que se dijera que en su
América contemporánea había dos «self-made men»: Theodore Roosevelt y
ella.
Wharton, mujer refinada, elegante y de gran cultura, decidió dedicarse a las letras desoyendo los consejos de su madre que, como tantos miembros de las clases altas de Nueva York, consideraba que la escritura no resultaba adecuada para las mujeres y que las hacía vulgares.
En estos relatos —que abarcan desde 1891 a 1935 y que son una perfecta introducción a la obra de la autora— asistimos a una elegante e irónica disección de la hipocresía de los ricos,de las renuncias personales frente a las presiones sociales, así como a una crítica a la institución del matrimonio, con una mirada compasiva hacia los sueños frustrados del ser humano. Pero la ironía de estos textos no es nunca cruel, y la complicidad que se establece con el lector invita a mirar con nuevos ojos a sus contemporáneos, que se parecen mucho a los nuestros.
Testigo excepcional de un mundo de aparente lujo y de futilidad (pero que oculta toda una «trastienda» de emociones y aspiraciones secretas), estas siete piezas narrativas de Wharton —varias de ellas inéditas en español— recrean la atmósfera de sus grandes novelas, La edad de la inocencia o La casa de la alegría.
Wharton, mujer refinada, elegante y de gran cultura, decidió dedicarse a las letras desoyendo los consejos de su madre que, como tantos miembros de las clases altas de Nueva York, consideraba que la escritura no resultaba adecuada para las mujeres y que las hacía vulgares.
En estos relatos —que abarcan desde 1891 a 1935 y que son una perfecta introducción a la obra de la autora— asistimos a una elegante e irónica disección de la hipocresía de los ricos,de las renuncias personales frente a las presiones sociales, así como a una crítica a la institución del matrimonio, con una mirada compasiva hacia los sueños frustrados del ser humano. Pero la ironía de estos textos no es nunca cruel, y la complicidad que se establece con el lector invita a mirar con nuevos ojos a sus contemporáneos, que se parecen mucho a los nuestros.
Testigo excepcional de un mundo de aparente lujo y de futilidad (pero que oculta toda una «trastienda» de emociones y aspiraciones secretas), estas siete piezas narrativas de Wharton —varias de ellas inéditas en español— recrean la atmósfera de sus grandes novelas, La edad de la inocencia o La casa de la alegría.
Son ya varios los libros de Edith Wharton que os he traído por aquí (y más que os traeré), y este en concreto, si no me falla la memoria, es el segundo de relatos, en los que se mostró muy prolífica y que suponen un buen acercamiento para todos aquellos que quieran conocer su prosa y su estilo y no se atrevan (o no quieran) meterse de lleno en una de sus novelas.
Creo que a estas alturas ha quedado demostrado que me gusta mucho la prosa de esta autora, pero Wharton tiene muchos detractores, casi tantos como Henry James, y no hago la similitud al azar. Con Wharton pasa algo muy curioso, y es que el estigma que le persiguió en vida le sigue persiguiendo casi cien años después de su muerte: su amistad con James. Si ya en su época muchos no querían ver en ella más que una versión femenina de este autor (no puedo estar de acuerdo, y de hecho me parece una afirmación bastante injusta), hoy en día se sigue asociando ya no su obra, sino su propia persona, con él. Y no, Edith Wharton es una autora con entidad propia, estilo propio, una prosa elegante y pulcra, una visión de su época aguda e inteligente y una construcción de personajes sencillamente fantástica. Sé que hay lectores que sus novelas se les atragantan, pero de verdad que su ficción corta suele merecer mucho la pena para quienes esas novelas se le hagan un poco cuesta arriba.
Esta antología tiene como objetivo ejemplificar su trayectoria, crecimiento y evolución como escritora de relatos o de ficción corta. Con ese fin están ordenados temporalmente desde el más antiguo incluido en la compilación, que data de 1891, hasta el más reciente de los siete, que data de 1935, dos años antes de su fallecimiento. ¿Qué encontramos en ellos? Temas tan típicos de la autora como el matrimonio (que aparece de una manera u otra en seis de los siete relatos y en todas sus variantes: felices, infelices y anodinas), la clase media-alta y sus problemas, personajes que representan un abanico totalmente abierto de la sociedad de la época... y todo aderezado con ironía, sutileza, genio y aparente cariño por la mayoría de sus personajes.
Me pongo manos a la obra, que os quiero contar un poquito de cada uno.
Las vistas de la señora Manstey (1881) nos traslada a las cuatro paredes entre las que pasa sus días, uno tras otro, y en completa soledad, la señora Manstey. Viuda, enferma y con una hija viviendo lejos, apenas sale de casa y su única alegría es mirar por la ventana y contemplar la naturaleza que se extiende hasta donde le alcanza la vista. No es una visión especialmente bonita, pero se siente incapaz de vivir sin esas flores, esos árboles, esos parterres..., así que cuando una casa de huéspedes vecina decide ampliar el edificio, la señora Manstey se da cuenta de que ese nuevo pedazo de hormigón tapará las vistas que son su única razón de vivir, y decide tomar cartas en el asunto. Un retrato de la soledad, de esas pequeñas cosas que para los demás no significan nada pero que en otros hacen que la vida merezca la pena, y una defensa de la belleza de la naturaleza (y de la naturaleza en sí misma) cuando el progreso arrasa con todo sin volver la vista atrás.
La plenitud de la vida (1883) nos narra la historia de una mujer (de la que nunca conocemos el nombre) que cuando muere llega a un valle precioso con montañas a lo lejos, un río, árboles... se da cuenta de que la muerte no es el fin, y es todo tan bonito que, paradójicamente, cree que tal vez ahora pueda saber lo que significa realmente vivir, pues siente que la vida junto a su marido no ha sido realmente plena. Nunca conoció en vida a su alma gemela, y en este más allá, y para casos como el suyo, está decretado que encuentre a esa alma gemela y que vivan juntos para toda la eternidad. Este relato haría bueno el dicho de "ten cuidado con lo que deseas", al tiempo que pone en perspectiva que pasamos tanto tiempo pensando en lo que queremos y no tenemos que estamos ciegos ante lo que sí tenemos y seguramente es mucho mejor de lo que pensamos.
El dedo del destino (1901) está narrada en primera persona por un amigo del matrimonio Grancy, y comienza con la muerte de ella. Dechado de virtudes sin igual, amada hasta la extenuación por su marido, la trama gira alrededor de un retrato de esta mujer que su marido venera e idolatra de tal manera que condiciona su vida en muchos aspectos, y que va siendo modificado según sus decisiones para que le acompañe de la manera más fidedigna a lo largo de sus días. Creo, y puede parecer curioso porque estamos hablando de relatos y se sobreentiende la extensión breve, que quizás a esta historia le sobran páginas. Me ha gustado (todos me han gustado), pero probablemente es el que menos he disfrutado, se me ha hecho un pelín lento.
El pretexto (1908) es probablemente mi relato favorito de todo el libro junto con el último de todos. Margaret Ransom, mujer de mediana edad casada con el académico señor Ransom, vive una especie de segunda juventud ilusionada por sus sentimientos hacia Guy Dawnish, un inglés mucho más joven que ella que llegó a la ciudad como protegido de su propio marido. Cree que él le corresponde a pesar de la diferencia de edad, y buscará su compañía tanto como la evitará mientras construye castillos en el aire y se abre ante el lector con todas las consecuencias. En este relato nos sumergimos de lleno en el interior de Margaret, nos ruborizamos con ella, dudamos con ella, la vemos amar (quizás por primera vez) mientras no siempre da los pasos correctos insegura entre el querer y el deber. El final es una bofetada en la cara, de esos ante los que el lector no puede evitar tener una opinión, una certeza, aunque la autora le quiera dar el barniz de la ambigüedad.
El diagnóstico (1930) parte de un diagnóstico médico fulminante que apenas da tiempo de vida al protagonista, Paul Dorrance. Él, que tiene una amante que lo adora pero con la que ya se aburre y que tenía pensado abandonar, decide, en todo su esplendoroso egoísmo, que ya que se va a morir, necesita casarse con ella y tener compañía durante sus últimos días. Vende todo y se van de viaje por Europa sin fecha de vuelta a la espera del momento fatal... pero a veces las cosas no son lo que parecen ni las personas tampoco. Este relato también me ha gustado mucho. Aquí todos juegan su juego, a unos los ves venir pero a otros no, y nadie es tan bueno ni tan malo como pueda parecer en un principio. Viene con plot twist, como alguno que otro en este volumen, así que poco más debo contar sobre él.
Encanto y compañía (1934) es el relato que da nombre al volumen, pero creo que por lo bonito que es el título, no porque sea el mejor que contiene (opinión personal, claro xD). James Tagartt está casado con Nadeja... y con toda su santa familia. Refugiados de guerra, provenientes del este de Europa, uno tras otro todos los hermanos de Nadeja se van dejando caer en casa de Tagartt. Todos muy bohemios, muy cultos y encantadores, pero sin tener donde caerse muertos y ni una libra en el bolsillo. Así que se pasa los días buscándoles trabajo, esposos ricos, esposas ricas, conciertos, patrocinadores... lo que sea. Unas veces le sale bien, otras le sale mal, pero lo importante es consagrar su vida a quitarse de una vez por todas de encima a toda esa gente y poder vivir tranquilo (y a solas) con su mujer. Es el relato más ligero en cuanto a temática, el más superficial en apariencia aunque esconda su aquel de fondo. También creo que aquí sobra alguna página, pero es muy entretenido y con diferencia el que más humor tiene de toda la antología. Y el retrato que se hace de esta familia es, cuando menos, muy curioso.
La permanente (1935) ocupa, tal y como decía arriba, el podio de mis favoritos junto a El pretexto. La señora de Vincent Craig acude a su peluquería para hacerse la permanente con un motivo muy especial: va a fugarse con su amante esa misma tarde abandonando a su marido. La pemanente tarda sus buenas cuatro horas, así que mientras tanto asistimos a la crónica de esta infidelidad y de sus planes de futuro con su enamorado. Algo que puede parecer manido y sencillo, tiene un giro de tuerca hacia el final sencillamente genial que es totalmente imposible ver venir y que me ganó desde que lo leí. El cuento de la lechera en versión de una ama de casa acomodada de los años 30 que no tiene desperdicio (sé que puede parecer spoiler lo del cuento de la lechera, pero no, no vais a ver venir el motivo).
Una vez leídos resulta evidente la evolución de Wharton como autora a lo largo de los años. Sin duda mis preferidos están entre los publicados ya comenzado el siglo XX, y aunque ni mucho menos pretendo desmerecer los otros publicados a finales del XIX, sí que es cierto que se nota cómo la pluma de la autora estaba mucho más asentada conforme avanzaban los años. El grueso de su carrera literaria, en lo que a novelas se refiere, pertenece ya al siglo XX, y eso se percibe también en estos relatos.
Quizás yo no soy objetiva porque me gusta mucho la autora, pero es un libro muy recomendable para quien disfrute de los relatos clásicos y de esas historias que en apenas unas páginas ofrecen un estudio de la complejidad humana con sus cosas buenas, sus cosas malas, sus debilidades, sus virtudes, sus miedos, sus sueños y su manera de enfrentarse a la vida y de lidiar con ella, y todo ello plasmado unas veces con humor, otras de manera más sobrecogedora, pero siempre con ese punto de vista inteligente, crítico y afilado tan de Wharton.
Edith Wharton (Edith Newbold Jones, de soltera) nació en 1863 en Nueva York, en el seno de una familia de la alta burguesía. Pasó gran parte de su infancia en Europa, primero en París y luego Alemania y Florencia. Desde pequeña dio muestras de una inteligencia e imaginación excepcionales. De adolescente escribió poemas y en 1877 un cuento: «Fast and Loose». Con 23 años se casó con Edward Wharton, doce años mayor que ella, con quien no compartía ningún interés intelectual ni artístico (acabó divorciándose en 1913). En 1891 apareció su primer relato, «Mrs Manstey’s View» en el Scribner’s Magazine, donde se recogerían regularmente sus textos. En 1897 publicaría The Decoration of Houses, en colaboración con su amigo el arquitecto Ogden Codman, que tuvo un éxito inmediato. En 1902, se instala en The Mount, la casa que los Wharton habían construido en Lenox, pero pronto regresará a Europa, y en 1903 conocerá en Inglaterra a su «queridísimo maestro» Henry James, con quien mantendrá una gran amistad hasta la muerte de éste en 1916. En 1905 aparece La casa de la alegría; en 1907, se instala en París, y ya nunca abandonaría su querida Francia. Durante la Primera Guerra mundial fundó los American Hostels for Refugees, por lo que fue condecorada con la Legión de Honor. En 1920, La edad de la inocencia obtiene el Premio Pullitzer. En 1923 se convirtió en la primera mujer doctor honoris causa por la Universidad de Yale. El 11 de agosto de 1937 padeció una crisis cardíaca que le causó la muerte. Sus restos reposan en el cementerio de Versalles. Su última novela, inacabada, The Buccaners, se publicó póstumamente en 1938.
Todavía no he leído nada de esta autora, a ver si le pongo remedio, siempre me gusta lo que contáis de ella.
ResponderEliminarBesos
Ay madre, qué mala eres... Mira que siempre digo que no me gustan los relatos... Pues nada vienes tú, y sin hacerme caso, ya me estás picando... Me lo voy a tener que pensar muy mucho, jeje...
ResponderEliminarUn besazo
No he leído nada de la autora pero espero hacerlo pronto, creo que me gustará. Me alegro que hayas disfrutado también de este título.
ResponderEliminarUn besote
Me gusta mucho esta mujer cuando escribe en corto, relatos o novelas cortas. Las otras no es que se me atraganten, es que me duermo.
ResponderEliminarDe los relatos que traes y por afinidad creo que mis favoritos coincidirán con los tuyos. Tengo pendiente el otro que es de relatos de terror.
Me llevo este también.
Besos
Edith Wharton me encanta y este libro no lo conocía, asi que va de cabeza a mi lista. Besinos.
ResponderEliminar¡Ché, que mal! Me lo tengo que llevar 😖 y eso que llevo un crucifijo, una ristra de ajos y agua bendita, pero nada...me habéis liado otra vez 😅
ResponderEliminarBesitos carinyet 💋💋💋
Sólo he leído dos relatos de esta autora, y me encantaron, así que tomo buena nota de este libro, que por lo que contáis, estoy segura que lo voy a disfrutar igual o más.
ResponderEliminarBesotes!!!
He leído 2 de esta autora y mi idea es ir leyéndolos todos los publicados poco a poco, cuando de verdad me apetezcan, este también me ha gustado así es que a la lista de deseos va.
ResponderEliminarBesos
Soy de los lectores que asocian Edith Wharton y Henry James, aunque en mi caso porque son muy buenos escritores, a parte de algunas pautas que tienen en común sus novelas -o eso creo. Este libro de relatos de Wharton me lo llevo anotado, ya lo creo. Me encanta su narrativa, y sobre todo si viene acompañada de una buena traducción. Besos.
ResponderEliminarPues yo no he leído nada de ella, pero sí que me apetece. Aunque tendrá que ser primero con "La edad de la inocencia" que ya tengo en casa.
ResponderEliminarBesitos
Leí hace poco La edad de la inocencia. Lo disfruté mucho y pensé seguir teniendo cerca a la autora. Una buena oportunidad. Gracias por compartirlo. Besos.
ResponderEliminarDe esta autora solo he leído Ethan Frome, y fue todo un descubrimiento, quiero leer algo más de ella, pero en principio busco otra novela, no relatos, aunque no lo descarto después de leer vuestra reseña.
ResponderEliminarUn beso
Querída Sra. Inquilina.
ResponderEliminarAyer pasé por aquí y no sé por qué motivo mi mensaje no pudo editarse. No importa, aquí estoy nuevamente :) Le comentaba que soy incapaz de seguir el ritmo que ustedes llevan posteando, que admiro enormemente su capacidad para reseñar y hoy, además, estoy encantada con el tema. Edith Wharton es una de mis escritoras fetiche y su reseña me ha llegado al alma. Me alegra comprobar una vez más, que nuestos intereses van en la misma dirección.
Un abarazo y hasta muy pronto.
Me ha entrado la risa cuando has dicho eso de que la autora tiene casi tantos detractores como Henry James. A sus pies, señora mía: yo soy detractora de ambos, no sabría decirte quién de los dos me aburre más, jajajajajaja. Aunque a veces me pasan cosas rarunas, como cuando leí "Las hermanas Bunner" y me encantó. Quizás es que la señora Wharton me gusta a pequeños sorbos, en relatos cortitos, como estos que nos traes hoy, y se me hace odiosa a medida que acumula centenares de páginas, no sé. Por cierto, ¡cuánto tiempo sin tropezarme con un título de la editorial Funambulista! Empecé muy fuerte con esta editorial hace unos años y le he perdido la pista por completo. Besos.
ResponderEliminarAnda!! Qué también tiene libros de relatos... Lo ignoraba totalmente!!
ResponderEliminarSólo he leído Ethan Frome y me encantó, pero veo que publicó muchos otros libros...
Estaría bien indagar un poco más en su obra y como los relatos me gustan pues, ... Apuntado queda!! :)
Un saludo!!
No soy muy de relatos y estos no me han terminado de llamar la atención, pero me ha gustado leerte ;)
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